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El entramado medieval del Casco Viejo vitoriano ha sido testigo durante siglos de los encuentros románticos más distinguidos de la capital alavesa, hoy bien documentados en cientos de archivos y leyendas. En esas mismas calles, entre palacios y cantones donde antaño se escribieron los mejores cuentos de alcoba, Sara y Guillermo cruzaron sus miradas por primera vez. Fue la historia de un flechazo que comenzó hace 3 años en un bar de copas de la calle Cuchillería, un punto de encuentro habitual en la ciudad. Pronto comenzaron a salir y de forma natural decidieron dar un paso más en su relación. En su segundo verano juntos se fueron de vacaciones a Jamaica y el viajé terminó con propuesta de matrimonio y anillo de compromiso. «Le respondí que sí y nos fundimos en un abrazo. Él siempre me dice que fue el abrazo más auténtico de toda su vida», recuerda Sara. Tras un intenso año de preparativos, se casaron un soleado 26 de octubre de 2019 en el municipio de Arteaga (Bizkaia).
Ella es farmacéutica de profesión, él es arquitecto técnico, y ambos nacieron en Vitoria, donde residen actualmente. Sin embargo, debido a los lazos familiares de Sara, acabaron celebrando su enlace en Bizkaia. «Mi núcleo familiar está en Gernika. Es la localidad donde nació mi padre y donde residen mis abuelos. Tenemos un caserío donde siempre nos reunimos y allí pasé parte de mi infancia», explica. La ceremonia religiosa tuvo lugar a las 12.30 horas en la Iglesia de Santa María de Gautegiz y fue oficiada por Nacho, un amigo de la familia. La novia recuerda este momento como el más emotivo de la jornada. «Fue una misa muy participativa. Nuestros mejores amigos fueron los testigos y tuvieron un papel relevante. Además, Guille hizo un discurso de bienvenida y yo uno de agradecimiento. Fue muy emocionante», recuerda. Recalca también la impactante puesta en escena del coro, compuesto por 9 primeras voces tenores y sopranos. «Temblaba la Iglesia. Fue espectacular».
El banquete y la fiesta posterior se celebró en el Castillo de Arteaga, un lugar que descubrieron por casualidad. «Cuando lo elegimos no estábamos ni prometidos. Fuimos un día a comer por los alrededores, vimos el sitio y nos encantó». Aparte de estar vinculados sentimentalmente a esta zona, la calidad gastronómica y el espectacular emplazamiento dentro de la reserva natural del Urdaibai les hizo decantarse definitivamente por este lugar. «A la hora de organizar la boda no visitamos ningún otro sitio, soy de ideas fijas», bromea. Dominante y majestuoso, este 'château' neomedieval con influencias del gótico francés que se levanta sobre la ría de Guernica, fue la residencia de la emperatriz Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III. Ahora se ha reconvertido en un lujoso emplazamiento para celebrar eventos especiales. Allí, y ante la atenta mirada de sus 120 invitados, Sara desveló los secretos de unos vestidos de novia firmados por Helena Mareque que no tardaron en recorrer las redes sociales. «Nunca me imaginé la repercusión que iba a tener», confiesa.
Helena Mareque es una diseñadora nupcial que busca obsesivamente la belleza en unos diseños que rozan lo extraordinario. Su aguja es una de las más refinadas de España y su atelier, en la madrileña calle Don Ramón de la Cruz, una dirección de referencia por las 'niñas' -como así llama a sus clientas- más exquisitas de nuestro país. Sara Martínez M. de Marañón no tuvo dudas. «Ella siempre fue mi primera opción», asegura. El 'feeling' entre diseñadora y novia fue inmediato. «Con cuatro preguntas clavó lo que buscaba para mi vestido».
El diseño con el que Sara caminó hacia el altar es una obra de arte con un fuerte valor artesanal. Es atemporal pero especial, delicado pero imponente. Se trata de un vestido de manga larga con efecto segunda piel y escote en 'v' con costura francesa por encima del pecho. Incorporaba, además, un detalle de gasa plumeti para armarlo y darle personalidad. La espalda, por su parte, era desbordante. Tenía un escote en 'v' mucho más pronunciado, rematado con delicadísimos flecos de seda natural y una tira para soportar el peso de una majestuosa capa, la absoluta protagonista del look. Estaba confeccionada con rejilla italiana bordada en tonos vainilla y rematada con los mismos flecos utilizados para el vestido, con el fin de dar continuidad y armonía al conjunto. Era desmontable y la llevó hasta que comenzó la fiesta. «Para abrir el baile con mi padre me la quité y parecía un vestido nuevo», apunta.
Pasadas un par de horas, Sara hizo un segundo cambio de estilismo, aún más minimalista pero igual de delicado y con el mismo efecto 'segunda piel'. En un principio, Helena le propuso llevar un diseño corto estilo años 20, una idea que no la sedujo demasiado. Sin embargo, mirando fotos de inspiración en el Instagram de la diseñadora, dio con el vestido que le robó el corazón. Nos remontamos a septiembre de 2007, en una fiesta organizada en el Victoria & Albert Museum de Londres y patrocinada por Alexandra Shulman, editora de Vogue en Gran Bretaña. Kate Moss fue una de sus célebres invitadas y su vestido se quedó para siempre en el imaginario de la industria nupcial. Y es que la top británica llevó un Christian Dior 'vintage' de lamé en color champagne que lleva años haciendo soñar a muchas novias. Sara no dudó en pedir su propia adaptación, en la que introdujeron bordados de Helena Mareque en el cuello y en los puños para hacerlo realidad. «Estoy muy agradecida, me han tratado como una princesa», asegura.
La novia completó su look con unas sandalias de Aquazzura en tonos tierra, que más tarde sustituyó por unas 'Miu Miu todoterreno'. Sin embargo, no cambió ni de joyas ni de peinado. Para la ocasión eligió piezas de Jolben Vitoria, pendientes de Aristocrazy y un anillo de amatista de la joyería L´Ermitage de Madrid. Especial mención merecen sus estilistas, Jaione y Estefanía, del Estudio de imagen Jaione Amantegui de Bilbao. Son madre e hija, y no solo maquillaron y peinaron a Sara con una trenza espectacular, sino que le ayudaron a vestirse y a ultimar todos los detalles durante el 'getting ready', en el que, por cierto, la novia llevó un conjunto de kimono y pijama de seda de la colección de Helena Mareque. «Recomendaría a Jaione y a Estefanía a todas las novias que se casen en el País Vasco. Son entregadas al 100%, el trato es maravilloso y se portaron genial conmigo». En cuanto al ramo, confió en Flores Elorz, toda una institución en Bizkaia. Crearon para ella un diseño asimétrico, silvestre, con diminutas flores blancas y olivos, que encajaba perfectamente con la ubicación y la estación.
Por su parte, Guillermo se hizo el chaqué en la tienda de Lander Urquijo de Bilbao. Al igual que el padre de Sara que, en su caso, optó por la sastrería que la firma tiene en Madrid.
Durante 12 largos meses, las 'wedding planner' Itziar Ortuondo y Susana Domínguez fueron quienes ayudaron a la pareja a estructurar su boda soñada. «Desde el primer momento que conocimos a Sara y a Guillermo supimos que su boda sería muy especial. Es una pareja que se complementa, se conoce y, sobre todo, se quiere», aseguran, recordando con especial cariño todo el proceso. «Los novios sabían lo que querían y parece que nosotras supimos interpretarlo. Siempre nos transmitieron sus inquietudes, sus gustos, y se dejaron asesorar en todo momento».
El Dj Micky Pavón se encargó de amenizar la fiesta y los fotógrafos de Liven Photography inmortalizaron los mejores momentos. El 'seatting plan' se convirtió en el elemento más fotografiado de la decoración, junto con los centros de mesa y los ramos que repartieron a madres y amigas, obra también de Flores Elorz. Además, se añadieron divertidas máscaras 3D con luz LED para crear grandes momentos. Tal y como nos cuenta Itziar Ortuondo, la pareja siempre insistió en que «sus invitados estuvieran cómodos y tuvieran todas las facilidades necesarias a su alcance para que disfrutaran del día y se olvidaran del mundo».
Y parece que así fue. «Estábamos todos pletóricos», confiesa Sara. «Fue muy bonito reunir a las personas más importantes para Guillermo y para mí. Muchas de ellas viajaron desde Madrid, Barcelona o Reino Unido. Todos nos arroparon con mucho cariño en un día tan especial», nos cuenta. Pero, sin duda, lo más importante para esta novia vitoriana fue ver a sus padres, Ángel y Pilar, radiantes de alegría al ver felizmente casada a su única hija.
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