Jone, la novia bilbaína del vestido desmontable y su boda soñada en Burgos

Xabi le pidió matrimonio el sábado 7 de marzo del 2020 en una pequeña iglesia de Saint Lary, un pueblo típicamente pirenaico, con sus fachadas de piedra y madera y sus tejados de pizarra. «Siempre le digo que puso una cara que no le he visto en la vida, creo que por los nervios y la tensión del momento», bromea. El domingo, como ya es tradición, Jone hizo la videollamada de rigor con sus padres y su hermana, que no esperaban que esta vez habría anuncio sorpresa. A sus amigos, se lo iba a contar el fin de semana siguiente, pero el coronavirus truncó sus planes. «Teníamos muchísima ilusión de decírselo a los nuestros, pero nos confinaron y hacerlo por teléfono nos parecía muy frío, así que tuvimos que esperar hasta junio para quedar con familiares y amigos», cuenta. Durante aquellos días en casa, temió que la situación se alargase hasta el punto de tener que cancelar su boda, pero todo salió mejor incluso de lo previsto.

Jone y Xabi se casaron el pasado 28 de agosto en el Monasterio del Espino, en el pueblo burgalés Santa Gadea del Cid, una joya arquitectónica que se ha convertido en un referente para las parejas del norte que deciden pasar por el altar. «Nos encantaba el sitio, pero también lo elegimos porque casualmente mi hermana se llama Gadea y porque está muy cerca del pueblo en el que veranea Xabi», cuenta Jone. También influyó en su decisión que podían celebrar allí «todas las partes de la boda», ya que cuenta con una imponente iglesia, un monumental claustro con patio acristalado, donde hicieron el banquete; y un total de 44 habitaciones, donde se hospedaron algunos de los 140 invitados. Xabi, que llevó un traje a medida de Scalpers, llegó en un Jaguar clásico. Pocos minutos después, Jone hizo su entrada de la mano de su padre visiblemente emocionada. Caminó hacia su futuro marido al son de 'Canon', de Pachelbel, «para Xabi la canción más bonita del mundo». «Se ve en las fotos que tengo cara de ponerme a llorar cuando le ví en el altar. Y tampoco olvidaré el momento en el que me encontré con mi padre al salir de la habitación vestida de novia».

Lució un vestido de corte clásico de la firma nupcial vizcaína Sophie et Voilà. «Tenía claro que quería que fuese de manga larga, que tuviese hombreras, espalda abierta y una sobrefalda para poderme quitar la cola durante la fiesta», explica. Se ciñó a una de las tradiciones más arraigadas entre las novias y cumplió con ese mantra de llevar «algo nuevo, algo prestado y algo azul». Su íntima amiga Elena le dejó las arras de su boda, que Jone envolvió en un pañuelo que perteneció a su abuelo, fallecido unos meses antes del enlace, donde bordó sus iniciales en color azul. En cuanto al calzado, optó por unas sandalias de ante en color rosa empolvado de Customeus Bilbao, una firma que nació en 2016 para traer a Euskadi calzado hecho a mano y totalmente personalizable, desde el color, hasta los materiales o el tipo de tacón.

Completó su look nupcial con un ramo en tonos pastel compuesto por rosas, el famoso plumero de la pampa y una orquídea, en honor a su madre, que también llevó una entre sus manos el día de su boda. Fue una creación de Flores Elorz, al igual que toda la decoración floral. María Orbai fue la encargada del maquillaje, logrando realzar sus facciones con un acabado muy natural. En cuanto al peinado, confió en Sandra Murillo, de la peluquería Chic Bilbao, que realizó un semirecogido en un cabello ondulado adornado con una tiara de M de Paulet. Eso sí, Jone se deshizo del velo y se soltó la melena para bailar cómodamente hasta que las restricciones horarias lo permitieron. «El baile nupcial lo empecé con mi padre y lo seguí con Xabi, pero a los 30 segundos pedimos a los invitados que se sumaran porque nos daba mucha vergüenza», cuenta esta joven vizcaína, que eligió para la ocasión la canción 'Stand by me', de Ben E. King.

La celebración se prolongó hasta pasada la medianoche y continuó al día siguiente, ya que los novios quisieron agasajar a sus invitados con una comida en El Granero de San Francisco, un idílico entorno rodeado de naturaleza que pertenece al Monasterio del Espino. «Fue divertido, porque aprovechamos para contarnos las anécdotas del día anterior». Una boda soñada que «no pudo salir mejor» gracias al trabajo en la sombra de Inés, 'wedding planner' en Marketing For Lemons, que «estuvo a todo» para evitar cualquier contratiempo. La parte más amarga llegó la semana siguiente, cuando Jone tuvo que despedirse de sus padres y su hermana, que tenían que volverse a Estados Unidos. «Aún estando tan lejos siempre les siento tan cerca...», escribió en sus redes sociales junto a unas fotografías de su boda en las que ellos eran los protagonistas.