La boda de Carlos y Javier, dos novios bilbaínos que vistieron originales kimonos

Llámalo casualidad, serendipia o alineación de astros, pero que Carlos y Javier se conocieran en Madrid siendo los dos de Bilbao tiene, cuanto menos, algo de paradójico. Ellos forman una de esas parejas que hacen que se entienda la existencia de la media naranja. Se encontraron hace seis años entre el bullicio de la capital y pronto comenzaron una vida en común. Allí habían vivido ambos la mayor parte de sus carreras profesionales, siendo uno funcionario y el otro economista. Una rutina interrumpida por un giro del destino que los llevó por otros derroteros. Al poco de estar viviendo juntos, Javier tuvo una oportunidad laboral que implicaba mudarse al sur. Carlos, que hasta entonces había vivido tranquilo como funcionario en la Fiscalía donde ya tenía previsto jubilarse, no se lo pensó dos veces y se lanzó a la aventura, dejando atrás su añorada tierra de adopción.

Decidieron casarse, sin intuir que una insólita pandemia se llevaría por delante sus planes iniciales de boda. Sin embargo, cuando las restricciones concedieron tregua tras el confinamiento, estos bilbaínos contrajeron matrimonio en Málaga. Fue el 19 de junio de 2020 y en la más estricta intimidad, sabiendo de antemano que reservarían otra fecha para celebrarlo a lo grande en San José (Almería), donde se reúnen cada verano con sus amigos. En marzo, la crisis del coronavirus siguió haciendo de las suyas y volvieron a aplazar su gran fiesta a septiembre, por lo que los trajes que tenían previsto llevar «ya no tenían sentido, ni por fechas ni por enclave».

Fue ahí cuando entraron en acción unas amigas de la pareja, quizás, las bilbaínas más anónimas de la villa a las que aún nadie ha conseguido poner cara. Se hacen llamar Pink Papesse y Lemon Diplomatic y juntas forman The Curiousers, una firma de moda nada convencional que nació justo antes del estado de alarma. Sus prendas tienen esa personalidad única que hacen girar cabezas por la calle gracias a una revolución de texturas, colores y detalles originalísimos que se rematan en talleres locales de Bizkaia. Ellas fueron las encargadas de hacer realidad unos diseños muy especiales que Javier y Carlos llevaron en un momento clave de esta personal celebración.

«Siempre han dicho que algún día les gustaría llevar uno de esos modelos que veían en nuestro Instagram o en la web, pero nunca encontraban la ocasión para llevarlos. Su boda era la excusa perfecta para lucirlos», nos cuentan las diseñadoras. Los novios idearon una celebración de viernes a domingo, un fin de semana con prórroga en los que se sucedieron planes y encuentros de personas dispares llegadas desde todos los puntos del mapa. «Nadie quiso perderse esa boda tan emotiva. Era la excusa perfecta para reunir a gente variopinta, tanto que llegaron a salir en el periódico de La Voz de Almería», recuerdan. La preboda fue el momento en el que Carlos y Javier impactaron a todos los invitados con su inesperado look pre-nupcial.

Fue una fiesta temática en la noche previa a la celebración, inspirada en los locos años 20. Bien podría ser una de esas escenas de principios del siglo XX con orquesta, soda, whisky, cigarrillos turcos, gangsters con tirantes y 'flappers' contoneando sus vestidos de flecos. Una época de desmadre y exotismo, en la que los kimonos japoneses ya fascinaban a occidente y a diseñadores como Madame Vionnet o Paul Poiret. Quizás por eso, los kimonos que las Curiousers confeccionaron para sus amigos no estuvieron de más en esa particular fiesta donde celebraron el amor a su manera. «Ellos tenían muy claro que irían con un kimono Curiouser. Son unos enamorados de los viajes y Japón era el destino que habían elegido para su luna de miel», afirman.

Las prendas que ofrecen este tándem bilbaíno son inimitables y llevan por bandera el encanto artesanal. Además, utilizan tejidos vintage de escasa disponibilidad y para sus amigos encontraron la joya de la corona: unos tafetanes brocados de seda vintage de Valentino. «Supimos que tenían que ser para ellos». Encontraron el mismo diseño en dos colores diferentes y decidieron combinarlos con distintas organzas para hacer su interior mucho más atractivo. Pronto se pusieron manos a la obra.

El tiempo apremiaba y tomaron medidas a distancia. Después, recuperaron un kimono vintage japonés que Pink Papesse tenía guardado de uno de sus viajes a Tokio y de ahí sacaron los patrones. Cortaron las piezas en el estudio y las montaron, rematando los diseños con sus iniciales bordadas unidas por dos alianzas, haciéndolos aún más personalizados y especiales. «Un par de días antes del fin de semana del evento, los kimonos estuvieron listos y viajaron a Málaga. Menos mal que les quedaban bien, ¡porque no había plan B!».

Al día siguiente celebraron la boda en la terraza del Cuatro Nudos de San José de Almería. En el puerto, con vistas al mar y decorado con cariño por la dueña del local, reafirmaron ante todos sus invitados eso que dicen de que las medias naranjas existen.

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