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Fue amor a primera vista. Helen Lisbonne conoció a Henry Upsall en una cena de empresa que tuvo lugar en Porto Santo, una pequeña isla portuguesa de Madeira. «Estábamos dentro de la misma compañía, pero nunca nos habíamos visto antes porque no nos dedicamos a ... lo mismo. Él es chef y trabaja con las microalgas en los eventos y yo estoy en el departamento de cosmética», precisa esta gerundense de 35 años y residente en Madrid desde hace ocho. La conexión especial que sintieron entre ellos desde el primer momento les llevó a comenzar una relación amorosa. «La energía que desprende Henry me atrapó. Tuvimos una primera cita en Madrid y luego otra en Lisboa. Nos dimos el primer beso el 23 de octubre de 2018», recuerda.
Su romance entraba en una nueva fase cuando Henry le pedía matrimonio a Helen hace dos años. «La primera vez que nos dejaron viajar nos escapamos unos días a Ibiza. Él me sorprendió alquilando un barco para que fuéramos a Formentera y ahí, viendo la puesta de sol y sentados en la arena sacó el anillo. Me dijo que llevaba mucho tiempo pensándolo, pero que para él solo tenía sentido en una isla, ya que nos conocimos en otra», cuenta. Y como no hay dos sin tres, o eso dicen, la pareja se casó el pasado 23 de octubre de 2021 en lo que muchos consideran 'el paraíso': Santorini, una de las islas más bonitas de Grecia.
Para su gran día, Helen optó por un 'look bridal' firmado por la diseñadora markinesa Alicia Rueda, integrado por una falda de tul asimétrica, al más puro estilo Carrie Bradshaw, y un top de satén. Los botones celestes tipo joya de la espalda eran su «algo azul» de la suerte. «La elegí porque en un principio me quería casar de azul claro y había visto algunos diseños suyos así en las redes sociales», explica. No obstante, la novia terminó cambiando de opinión. «Me probé un vestido del que estaba enamorada, pero cuando me lo puse me di cuenta de que no me pegaba nada. Era demasiado elegante, yo necesitaba un diseño más bohemio y desenfadado», apunta. La segunda opción que se probó en el atelier de Alicia Rueda fue la definitiva. «La primera vez que lo vi era verde, pero me dijeron que se podía personalizar y así lo hice», añade. El modelo tuvo que viajar hasta Santorini la semana previa al enlace, ya que Helen no tenía hueco para él en su maleta. «Se ofrecieron a enviármelo», asegura.
Sí hizo un hueco en la maleta para el sombrero crema con una cinta azul bordada de flores de la firma portuguesa 'Olivia&Co'. «Me lo compré por Internet antes de tener vestido, siempre había soñado con casarme llevando sombrero», precisa. También lució unas alpargatas de cuña hechas para la ocasión en el comercio madrileño 'Just-Ene', con cordón de seda e hilo dorado. «Creo que encontrar el calzado fue lo más difícil porque con la falda asimétrica se iban a ver sí o sí. Además, quería algo bohemio, no el típico zapatito clásico». Un diseño que, literalmente, le hizo sufrir antes de viajar a Grecia. «El modelo que me había enamorado era nuevo e iban a tardar en hacerlo dos meses. Tuve suerte porque el día antes de coger el avión me llamaron, sino me veía casándome descalza», indica. Para que comenzara de la mejor manera posible esta nueva etapa junto a Henry, siguió la tradición llevando algo prestado. En concreto, una pulsera de su mejor amiga. «Es con la que ella se casó», apunta. Cerramos el capítulo de los complementos con el diseño 'Tiger' de la firma española 'PDPaola', dorados con piedras azules, y una gargantilla de la marca alemana 'Bruna The Label'.
A mediados de octubre, Helena y Henry viajaron a Grecia para relajarse y desconectar unas semanas antes de su enlace. El día 20 llegaron a la isla sus mejores amigos, los únicos invitados de la boda. Así comenzaba una experiencia única que se iba a prolongar durante tres días. «No queríamos la típica boda. El día en el que firmamos en el juzgado de Jávea sí que estuvieron presentes nuestros padres», cuenta. El día 20 celebraron una cena para romper el hielo entre los invitados. «La mayoría eran de partes del mundo distintas y no se conocían». En el segundo, Helena y Henry regalaron a los invitados una ruta en quad que terminaron en una playa paradisíaca. El tercer día tuvo lugar la boda.
Las fuertes rachas de viento imposibilitaron que el enlace tuviera lugar en Cavo Ventus, una lujosa villa construida respetando un antiguo molino de piedra, en medio del mar Egeo y con unas espectaculares vistas al volcán Caldera. Un cambio de planes que precisó de la rápida actuación del equipo de wedding planner 'Julia & Evita'. «Creo que contar con ellas el día de mi boda es una de las mejores decisiones que he tomado», asegura Helen. Mientras se preparaba y se recomponía del shock vivido, estas expertas movieron cielo y tierra para que la pareja tuviera un lugar en el que casarse. «Me dijeron que el tiempo era el peor que habían tenido en todo el año. ¡No me lo podía creer! Les pregunté si nos íbamos a poder casar y me aseguraron que sí, solo que no sabían dónde. No nos quedaba otra porque los invitados se iban al día siguiente», cuenta. Finalmente, lo lograron.
Todavía angustiada por el temporal, a las 12.30 horas Helen se puso en manos de la estilista Renia para maquillar su rostro con un look muy natural. «De repente me vi transformada, pero siendo yo misma. Me potenció los ojos con un ahumado en color tierra y me pintó los labios de un tono pastel», recuerda. Más tarde, le moldeó su melena rubia con ondas al agua. «Soy un poco tiquismiquis con el pelo y el maquillaje. Me preocupaba no haber hecho alguna prueba antes, pero desde el primer momento me entendieron a la perfección», cuenta.
Finalmente, el enlace tuvo lugar en la playa privada Eros. «Luego nos enteramos de que se conoce como la de los enamorados», reconoce sonriente. Ya vestida con el diseño de Alicia Rueda y acompañada por dos de sus mejores amigas, Helen se dispuso a descubrir aquel paraje sorpresa en el que se iba a casar. «Este enclave era mucho mejor que el anterior, además se encontraba al otro lado de la isla, por lo que no soplaba el viento. Y sí, aquí el sol también brillaba, yo no me lo podía creer», recuerda. Henry, vestido con un traje de lino beige, la esperaba emocionado próximo al altar que habían instalado en la arena. Los invitados también estaban ahí para presenciar el enlace y todos respetaban a rajatabla el código de estilo: utilizar colores tierra o pastel. A las 16.00 horas, Helen camino hacia el altar.
En esta boda tan especial, cada uno de los invitados tenía su papel asignado. «Uno ofició la ceremonia, otro trajo los anillos... Lo hicimos así para darles protagonismo en nuestro día», cuenta. El enlace terminó emocionando a todos los asistentes. «Creo que fui la única que no lloró», asegura Helena. La novia guardará siempre en su corazón las sentidas palabras que pronunciaron algunos invitados. «Hasta se atrevieron con el castellano. ¡No me lo podía creer!», indica. Tras 60 minutos de ceremonia, era la hora de festejar por todo lo alto el compromiso de Helen y Henry.
El convite tuvo lugar en la terraza cubierta con vistas a la playa de 'Theros Wave Bar', el restaurante próximo. Pudieron degustar quesos griegos y bolas de pulpo, entre otros alimentos. La cena fue tal y como la habían imaginado. «Pensábamos que nuestra idea era inviable por el cambio de planes, pero nos equivocamos. Cuando vimos la gran mesa y las luces que adornaban el espacio, no nos lo podíamos creer. Todo era perfecto», asegura. Entre los platos del banquete, destacaron mejillones con salsa de mostaza y un sabroso pescado a la plancha. «¡Devoré! Los del restaurante me dijeron que era la única novia que tenía hambre el día de su boda. Yo creo que fue por los nervios que había pasado aquella mañana», explica. El postre hacía homenaje al libro que Helen escribió inspirado en la historia de amor con Henry, titulado: 'Hera, limón y chocolate'. Los invitados sorprendieron a los recién casados con un baile griego. «Menos mal, porque el que nosotros teníamos pensado no lo habíamos preparado muy bien», admite. Lo único que tuvieron que hacer fue romper platos al grito de ¡OPA!, una tradición griega con la que se desea felicidad eterna a los desposados.
Bailaron hasta la 1 de la madrugada al ritmo de la lista de éxitos que habían creado los novios. Si hubo algo que emocionó a Helen y Henry fue poder reunir a todos sus mejores amigos el día de su boda. «A algunos no les habíamos visto desde antes de la pandemia. Para mí ese fue el verdadero éxito de mi boda», asegura.
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