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La radio siempre ha tenido algo de mágico. Palabras, silencios, música y sonido ambiente. Bastan estos cuatro elementos para crear sentimientos y escenarios que, sin poder ver, casi se pueden palpar. Quizás por eso fue el medio elegido por Leyre y Bastian para celebrar de ... forma simbólica la boda que el coronavirus les había arrebatado. Su escenario habría sido el Jardín de Barretaguren y los sentimientos los de los 150 invitados que habrían arropado hacia el altar a esta pareja de vizcaínos el próximo 27 de junio.
La pandemia les cambió el guión que llevaban escribiendo desde el pasado mes de diciembre, cuando Bastian pidió matrimonio a Leyre en una granja de burros a las afueras de Madrid. Sí, porque en invierno y entre rebuznos planearon su futuro y empezaron a fraguar una ilusión que culminaría con un recién estrenado verano en una idílica finca de Güeñes. Sin embargo, tuvieron que sustituir estos bonitos jardines indianos por las ondas radiofónicas, y los abrazos de sus allegados por bonitas palabras que muchos de ellos les tenían reservadas al otro lado del hilo telefónico. Cosas del directo…
La radio informa, entretiene, acompaña y ahora, como todos, se adapta a una nueva realidad. Ya no se conforma con meterse en nuestras casas, ahora se inmiscuye en la realidad de muchos futuros matrimonios para hacer más llevadera su incertidumbre. La locutora Pepa Fernández y sus mañanas en RNE han reservado un rinconcito de su parrilla para dar a conocer bonitas historias de amor que han pendido de un hilo por culpa del coronavirus. Salvo el viaje de novios, esta pareja vizcaína ya lo tenían todo cerrado y planificado junto a sus wedding planners, Inés y Tania de Markerting For Lemons, que les llevaron de la mano por el arduo camino de los preparativos. «Son una pareja de esas que llegan como un regalo. Súper sonrientes, tranquilos, con muchísima ilusión y ganas de disfrutar. Estamos muy agradecidas por su confianza y por su manera de ver la vida tan positivamente. Les mandamos un abrazo enorme de esos que tanto le gustan a nuestra Ley y les decimos que llegará, que lo daremos todo y disfrutaremos juntos de un día mágico». Ese día mágico, si todo va bien, será el 28 de agosto de 2021.
Leyre es de Bilbao, Bastian de Portugalete, y se conocieron hace poco más de cuatro años gracias al tópico del 'amigo en común'. No fue un amor a primera vista, pero su relación avanzó con pasos firmes hasta convertirse en pareja y mejores amigos. Juntos han recorrido media Europa y han descubierto que son grandes compañeros de viaje. Su última parada la habían planeado en compañía de unos familiares y amigos que nunca llegaron a recibir formalmente su invitación de boda. «Las queríamos dar en mano y, al final, nos hemos quedado con ellas», admite ella. En su lugar, enviaron con un día de antelación y vía Whatsapp una nueva cita, instándoles a sintonizar la frecuencia modulada.
Algo nerviosos y con su banda sonora favorita de fondo, comenzaron su particular ceremonia. Escucharon atentos las bonitas palabras de Feli, la madre de Leyre, que aseguró que «recordaría este momento en la radio como una anécdota preciosa». La abuela de Bastian rememoró la alegría que sintió cuando se enteró que se casaban, y su padre, además, agradeció entre risas que le dieran un año más de margen para terminar la barbacoa que les estaba preparando de regalo.
El gran Andrés Aberasturi ejerció de maestro de ceremonias: «Estamos aquí para unir radiofónicamente a Leyre y a Bastian. Si alguno de los presentes tiene algún inconveniente para que esta boda se celebre que hable ahora o ca…». No pudo terminar la frase, Eva le interrumpió porque tenía algo que objetar. Y no era otra cosa que reclamar su lugar en este enlace. Ella había sido contratada por esta pareja para ejercer el papel que el periodista estaba desempeñando ahora. Y es que desde 2017, trabaja como oficiante de bodas, una figura aún poco extendida en nuestro país que se encarga de dirigir la ceremonia. Pese a todo, cedió al locutor los dominios de su micrófono y le invitó a continuar donde lo había dejado.
Comenzó el escrutinio y Bastian aceptó a Leyre a pesar de «sus cuartos de hora de locura», de «ocupar todos los armarios con decenas de infusiones» y de «dejar tantos rizos por el suelo que ni el robot es capaz de recoger». Leyre hizo lo propio y tomó a Bastian como compañero de vida, pese a su excesiva tranquilidad y «su afán por poner pegas a todo».
Y así, radiofónicamente y ante miles de radioyentes como testigos de excepción, Leyre y Bastian se convirtieron en marido y mujer.
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