Una boda en Getxo marcada por la elegancia y mucho rock and roll 

Ania y Jaime contrajeron matrimonio en octubre en la Iglesia de San Ignacio de Getxo. El banquete lo ofrecieron a sus 130 invitados, en el Palacio San Joseren de Las Arenas, un lugar que reunía la privacidad que ellos buscaban para poder disfrutar de una celebración tan especial.  

Ania pasó la víspera con su hermana en el Hotel Embarcadero, y a primera hora de la mañana se acercaron su ama y la peluquera, que también se encargó del maquillaje. «Es una amiga de la familia. Yo prefería ir sencilla y por eso quería alguien que conociera mi estilo», reconoce Ania. 

Llegó a la iglesia un poco más tarde de la hora fijada, como marca la tradición, acompañada por su aita, que conducía un todoterreno descapotable decorado con flores para la ocasión. «Nuestros dos padres estuvieron emocionadísimos todo el enlace, no paraban de llorar», afirma la novia. En la ceremonia, leyeron la hermana de Ania, amigos de la pareja y primos… De éstos últimos tiene unos cuántos, ya que su ama son once hermanos y su aita seis. A la salida, fueron homenajeados con un aurresku y unos dantzaris, regalo de la hermana de Ania.  

Esta novia tenía muy claro que uno de los días más especiales de su vida seguiría siendo fiel a su estilo, sencillo y elegante. Escogió para la ocasión un vestido de Paredero Quirós, la firma vasca que destaca por vestir a novias estilosas, cuidando hasta el último detalle. «Después de visitar varios atelieres, cuando entré en Paredero Quirós supe que yo salía de allí con el vestido que me iba a emocionar», afirma la getxotarra. Y así fue. De corte clásico, destaca la elección de la tela de crepe, de seda natural con base en raso, que hace que la caída de la tela sea espectacular y encaje perfectamente en la figura estilizada de la novia. El fajín de la cintura y la hilera de botones en la espalda aportan un aire sofisticado que hace el diseño más especial. «Quería lucir escote en la espalda, pero en Bilbao en octubre no te la puedes jugar, así que llevé uno, pero no muy pronunciado», cuenta Ania desde su casa en la playa de Arrigunaga. Esta novia tenía las ideas muy claras para ese día, llevar velo era una de ellas. En cuanto lo vio, se enamoró. Era de tul con flores bordadas en hilo de algodón en color natural y escondía la sencilla trenza que llevaba la novia para recoger su melena. Para los zapatos, optó por la firma española Roldán.  

El ramo tiene una importancia especial en este enlace. Una de las tías de la novia fue propietaria de una floristería y elaboró para la ocasión dos modelos. El 'oficial' era de rosas rojas y se utilizó en la ceremonia y en las fotos. El segundo ramo, de confección más informal, era el que se que iba a lanzar a las invitadas, pero Ania se lo entregó muy emocionada a su hermana.  

El buen tiempo permitió que los invitados pudieran disfrutar de un cóctel en los jardines del palacio. Jamón ibérico con picos y salmorejo, tosta de foie con compota de higos, taco de salmón con eneldo, brocheta de pulpo con crema de patata ahumada y arroz cremoso de txipis e idiazabal fueron algunos de los entrantes. Cada mesa tenía un título de una canción, teniendo en cuenta los posibles gustos de quienes se iban a sentar. Como platos principales, disfrutaron de merluza al horno sobre pisto de verduras y puré de piquillo asado y carrillera de ternera en su salsa. Y para acabar, los novios optaron por poner en el mismo plato sus postres preferidos, pastelito de tres chocolates en sopa de mango y brick de crema con crujiente de almendra.  

Tras el ágape empezó la fiesta y, como no podía ser de otra manera, la música en directo fue la gran protagonista. Contrataron a 'Los Jinetes', el mismo grupo que tocó en la 'jam session' del Puerto Deportivo cuando se conocieron. Lo forman Dani Merino, Alfredo Niharra, Juan Uribe, Iñigo Gil y Danel Marín. «Después de que tocarán durante un rato, salió Jaime. Él entona super bien y yo para nada me puedo comparar, pero cómo no iba a salir a cantar el día de mi boda! Fue muy divertido», recuerda Ania entre risas.  

Cuando todavía no habían recuperado el aliento de tantas emociones, los recién casados pusieron rumbo a Kenia y luego a Zanzíbar, en Tanzania. Ania, desde que era pequeña, había querido hacer un safari, y la fotografía es una de sus aficiones, así que la luna de miel fue una gran oportunidad para aunar sus pasiones. «Lo hicimos solos con un guía, Steve, que era encantador y sabía muchísimo de animales, por lo que nos ayudó a entender muy bien todo lo que veíamos. Teníamos que madrugar mucho. De hecho, había días que hacíamos casi ocho horas en el todoterreno, pero merecía la pena totalmente», reconoce Ania entusiasmada. Viajaron a los Parques Nacionales de Masai Mara, Ambolseli y al Lago Naivasha. 

 

En Zanzíbar, además de sus maravillosas playas, a la joven pareja también le interesó su historia, ya que durante los años 30 fue la cuna de la esclavitud. «Visitamos el Museo de la Esclavitud que nos mostró un pasado muy conmovedor. Los propios abuelos del guía que nos acompañó vivieron en sus carnes la esclavitud y nos impresionó muchísimo», recuerda la getxotarra.  

Ahora, tras la vuelta a la realidad, quieren un poco de tranquilidad. Después de los preparativos del enlace y del viaje, están un poco exhaustos, aunque no van a tener mucho tiempo para descansar, ya que el año se les presenta con muchas bodas y casi todas fuera: en México, Las Azores, Italia…