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Dicen que hay tres factores capaces de fortalecer una relación: salir de Ikea sin discutir, hacer frente a una mudanza y sobrevivir a un confinamiento. Maitane y Néstor supieron capear juntos, al menos, los dos últimos puntos, de una forma tan constructiva y atípica que ... acabaron pidiéndose matrimonio a las puertas de las Navidades pasadas, en pijama y en la soledad de un salón prácticamente vacío. Fue el 11 de diciembre de 2020, el final de un año de inquietantes restricciones que nos hicieron recordar el valor de hacer hogar. El suyo estaba de obras, por lo que planearon temporalmente vivir en otro piso. Y en una de esas noches de cajas y embalajes, con su cena favorita y una botella de champán, retumbaron los ecos en las paredes desnudas de un sonoro 'sí quiero'. «Fue un momento perfecto, romántico, íntimo y muy nuestro», asegura la novia.
Por aquel entonces, estos eibarreses afincados en Iurreta llevaban un año saliendo juntos. Tiempo suficiente para saber que aquella chispa que surgió en distintos planes con amigos en común era un sentimiento mutuo. Fue una pedida en pleno año pandémico, algo que no amedrentó sus ansias de compromiso. Fijaron su boda para el día 4 de septiembre de 2021, «teniendo clarísimo que no se iba a cambiar la fecha, sino adecuar el enlace a la normativa del momento».
Nueve meses, incertidumbre mediante, para preparar una celebración que acabó siendo «un auténtico regalo». Llamémoslo azar, suerte o alineación de astros, pero aquellas semanas la situación respecto a la Covid-19 era favorable y los contagios estaban en cuotas mínimas. Que sus 176 invitados, de los 230 que tenían previstos, llevaran tiempo sin verse entre cuarentena y cuarentena también ayudó a envolver el ambiente de un halo especial.
Aquella mañana soleada de septiembre, la pareja puso el broche de oro a un verano atípico en la finca Bauskain, un caserío del siglo XV situado en el pueblo de Markina. Allí se celebró una ceremonia «emotiva, amena, preciosa y graciosa» gracias al equipo de Oficiantes de Vizcaya. Néstor esperaba en el altar convertido en un auténtico 'peaky blinder', con un tres piezas con chaleco de cuadros de Larrinaga, su tienda de referencia en Durango. Emocionado, presenció la entrada de Maitane, que llegaba «feliz y tranquila» con un look nupcial fiel a su esencia.
Amante de la moda, seguidora de las tendencias y poseedora de un estilo muy definido, siempre supo que buscaría un vestido de novia diferente, nada estridente, pero con detalles tan únicos que solo ella supiera defender. No quería nada clásico, ni regio, ni encorsetado, pero sí fresco y actual con el que pudiera sentirse «novia por un día». «Quería conseguir un look 'chic' que fuera como de portada de Vogue. Un diseño que envejeciera bien y que pasados los años no se viera como un disfraz».
Tan solo le hizo falta una primera visita al atelier de Paredero Quirós para que ordenaran las ideas que rondaban su mente. La diseñadora Olga Paredero dio con la tecla adecuada. «Fue llegar allí y en una hora tenía el vestido elegido. Después, fueron pocas pruebas y muy sencillas. No hubo cambio salvo los que hice el primer día. Olga me captó enseguida y me asesoró muy bien. Ha sido sencillísimo crear mi vestido de novia con ella», reconoce. El resultado fue un diseño de mikado Balenciaga y seda natural, con una preciosa capa de organza, también de seda natural, calada y bordada, que hacía las veces de cola y vestía el look. Una oda al 'menos es más' sencillamente cómodo «para poder bailar toda la noche», de ahí ese elegante corte 'midi' al que cada vez se apuntan más novias.
Los motivos calados que ahora ha llevado Maitane fueron una máxima muy recurrente en los diseños nupciales de la década de los 70, como el que eligió Margaux Hemingway, nieta del célebre Ernest Hemingway, en su boda con Erroll Wetson en 1975. Otra novia icónica de aquella época fue Carolina de Mónaco, que llevó un conjunto de blusa y falda de Christian Dior en su enlace con Philippe Junot en 1978. Prescindió de velo, pero lo acompaño con un original tocado con detalles florales que permanece inalterable en el tiempo como fuente de inspiración para novias y diseñadores. Cuarenta años después no puede resultar más actual. Por eso, fue un inmejorable punto de partida para idear el tocado que Anita Ribbon confeccionó para ella.
Haciendo un balance compensado entre la forma de su rostro, el tipo de vestido y los materiales que más le favorecían, la sombrerera vizcaína decidió crear de forma artesanal un modelo de perlas engarzadas sobre una diadema de oro, de tal manera que esta hilera de pequeñas esferas de nácar quedase en los laterales de la cabeza. En los últimos años, las perlas huyen del clasicismo en el que siempre han estado encasilladas y se han vuelto un imprescindible para refrescar las colecciones nupciales. Un complemento, en este caso, que mira al pasado, a medio camino entre el estilo bohemio de los 70 y el glamour del antiguo Hollywood, dando un giro magistral al resto del estilismo. «Es una obra de arte, tengo un recuerdo precioso de las pruebas con ella. Creó una auténtica joya». Para no restarle protagonismo, Peluquería Edurne de Eibar le hizo un sencillo recogido bajo y un maquillaje natural con efecto «buena cara».
Con los zapatos tuvo su primer flechazo. Un diseño espectacular de Salo Madrid que condicionó la largura del vestido para que luciesen en todo su esplendor. La alianza y el anillo de pedida eran de Suarez, mientras que los pendientes desmontables de perla y brillantes fueron un regalo de sus suegros. El ramo, una creación de Marsi Flowers. Conocen sus gustos y con ellos fue confianza ciega. Tanto es así que no supieron cómo habían decorado la finca hasta que llegaron a la ceremonia. «Fue una sorpresa», asegura.
Maitane y Néstor no tuvieron 'wedding planner'. «Confiamos en nuestra gente cercana, en los proveedores de siempre que nos conocen bien y en verdaderos profesionales que hicieron que ese día saliera de 10 y lo disfrutáramos tanto». Prueba de ello es el reportaje fotográfico que hizo Patricia, la persona que se encuentra tras el objetivo de Patricia With Love. Ella hace que las imágenes hablen por sí solas. «Estamos muy sorprendidos y agradecidos por los fotones y momentos que ha capturado. Es una percepción que estamos recibiendo tanto de nuestras familias como de muchos invitados», asegura. Mosu Studio, por su parte, se encargó de la videografía e hizo un montaje «que todavía no hemos conseguido ver sin llorar».
Para el catering confiaron en Amanda y Elena, del Catering Deluz, y la música corrió a cargo de su amigo Pancho, «la sensación de la boda», de un mariachi en el 'lunch' y de Sara, de Penny Lane Dj, «que animó la fiesta a más no poder». María, de Moapics, amiga de la novia desde la infancia, fue quien realizó las invitaciones, el seating plan y toda la papelería. «Hace verdaderas virguerías», hasta el punto que creó un logo basado en el mar y en la montaña que tiene un significado especial para ellos. Un diseño que quizás los acompañe para siempre porque, si hay algo que une a las parejas, aparte de confinamientos, obras y mudanzas, es tatuarse en la piel un día tan especial.
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