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Hay quien dice que «hay que saber vestirse por los pies», una expresión que Sofía Arribas ha aplicado, literalmente, en el día de su boda. Todo comenzó con un par de sandalias, unos tacones infinitos que anularon su razón desde que los vio ... en uno de esos portales web de aspecto elitista y tipografía 'sans serif' que invitan a navegar en una moda de otro nivel. Fue hace un par de meses, los compró como una inversión y los guardó con el recelo de quien escolta una pieza de coleccionista difícil de conseguir. Tenía la ilusión de una niña con zapatos nuevos cuando llegaron a sus manos. Sabía que sobre esos 12 centímetros bailaría uno de los días más bonitos de su vida.
No es mujer de caprichos, pero sí es de las que valora una buena obra: de moda, de arte, de literatura… De lo que sea, siempre que aúne calidad, ética, estética y, si es posible, una buena historia detrás. Y esos zapatos lo reunían todo, aunque la historia, en este caso, la ha escrito ella.
Con un par de datos y un simple golpe de vista, Sofía es capaz de dar vida a los vestidos que rondan la imaginación de todas las novias que acuden a su atelier, sin embargo, no tenía clara la radiografía completa de su propio vestido. Fue a raíz de ese par de sandalias cuando empezó a moldear el resto de su look nupcial. Como buena arquitecta, sabe de la importancia de construir sobre una buena base. Y como buena diseñadora, sabe que un par de zapatos pueden arruinar el mejor de los vestidos o culminarlos con gracia para alcanzar la gloria. Ese modelo-joya de Casadei tenía todas las papeletas para decantar la balanza hacia el lado del éxito.
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Una esperada foto desveló el primero de los dos secretos que guardaba la novia. Un vestido 'mini' con capa confeccionado en piqué de seda reafirmaba que en las bodas civiles siempre hay cabida para un puntito más de fantasía. La bilbaína se convirtió aquella tarde en una de sus 'Sophies', una novia con 'allure' francés encarnada por la persona que mejor puede defender la esencia de una firma que lleva 10 años rodando sobre el guion del minimalismo. Con esa instantánea, en la que aparecía apoyada en el balconcito de su atelier, descubríamos también el tocado de Toussette con el que coronaba el look y las sandalias 'snake-print' con las que caminó hacia el salón árabe del consistorio escoltada por sus amigas. Previo brindis con ellas, que no falte. «Comimos juntas en un libanés, nos reunimos después en el atelier y luego, como tuvimos que esperar a que acabase la boda anterior, nos fuimos a una terraza de punta en blanco a tomar algo».
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Aquel viernes por la tarde, Sofía se pasaba al otro lado de la barrera para convertirse en protagonista de un fin de semana redondo. Ha sido «la fiesta del Kleenex», un enlace sin protocolo. La reunión de sus 60 intocables y dos pequeños rubios alrededor de una mesa en la que suena 'Flying free' antes del postre. Una boda en la que los proveedores eran amigos y en la que «lloró hasta el fotógrafo hipster». «En la que lo mismo te marcabas un baile con el Tom Jones de Zaragoza por Raphael, que enseñabas la liga a golpe de flequillo por Rafaella Carrá con el recién estrenado marido. Sin orden, pero con todo el sentido», escribía Sofía en sus redes sociales.
Sofía no quiso regalos de boda. «Ya tengo mi casa amueblada», ironiza. En su lugar, prefirió que sus mejores amigas invirtieran en ellas, en zapatos buenos que pudieran llevar a su boda y recordar aquel día cada vez que se los volvieran a poner. Camaradería en estado puro. «Tengo claro que la suerte que manejo tendiéndolos cerca es de otro planeta», recalca.
Los zapatos han tenido una relevancia especial en este enlace, pero también han sido los protagonistas de un pequeño contratiempo cuando la diseñadora se encontraba en pleno proceso de confección de su segundo vestido nupcial. Para este look, pensado para la celebración del sábado, había pedido por internet unas sandalias de Aquazzura. La expectativa era recibir uno de esos maravillosos diseños de la casa italiana en la talla 39, la realidad es que le llegó en una 35 sin demasiado margen de maniobra. «Llamé a mi amiga Marta, sabía que ella me ayudaría a encontrarlos, pero estaban agotadísimos. En su lugar, encontró otros Aquazzura que no tenían nada que ver con los anteriores, aunque también eran preciosos. Me los regaló. Todo un detalle, a pesar de haber colapsado el algoritmo de su Instagram con la búsqueda», sonríe.
Tampoco tenía ramo y se dio cuenta el día anterior a la boda. Pero eso es otra historia que Izaskun, de Flowers and Co., solucionó rápidamente. Con ramo o sin ramo, con zapatos o sin ellos, consiguió que esas 72 horas fueran las más bonitas de su vida. «Porque casarme con el hombre de mi vida de la mano de los rubios jaleados por esta cuadrilla es algo absolutamente insuperable», explicaba. Encontrar la horma de tu zapato debe ser exactamente esto.
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