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La historia de Aitana y Álvaro encuentra en la gastronomía su mejor hilo narrativo, reafirmando aquello de que algunas de las mejores cosas de la vida suceden alrededor de una mesa y en la mejor compañía. La de esta pareja de bilbaínos comenzó en torno ... a la barra de un bar, un lugar también apto para que pasen cosas maravillosas más allá de llevarse un buen bocado al gaznate. Fue en el Marakay de Rodríguez Arias «un jueves tonto de pintxo pote». Entre jamón, alegrías y zuritos, lo suyo fue un flechazo de libro en aquella tarde de mayo. Comenzaron a salir pasado un mes, en ese 2014 que cambiaría el rumbo sus vidas para siempre. Ocho años, tres hijos y una pandemia después, acaban de contraer matrimonio en un enclave único de Gordexola.
«Fue todo muy rápido y muy bonito. Nos quedamos embarazados muy pronto y ya no tuvimos tiempo para casarnos, pero teníamos esa ilusión pendiente», nos cuenta la novia. Primero llegó Nico, un luchador con el que celebran la vida a pie de restaurante cada vez que el temporal se torna favorable, y después Lucas, su particular terremoto de nobleza. Y cuando Álvaro tenía el anillo preparado para hincar rodilla llegó MasterChef, el 'talent show' culinario por el que el podólogo bilbaíno tuvo que relegar sus planes de boda. Aitana resultó ser cuarta finalista en este concurso gracias a una buena mano entre fogones heredada de familia, comenzando así a ser conocida para el gran público. Hasta tal punto que una foto con un admirador estuvo a punto de desbaratar la segunda intentona de pedida de matrimonio de Álvaro.
Fue durante una escapada al spa donostiarra de La Perla. Tras disfrutar de un día de relax escoltados por La Concha fueron a pasear a los astilleros de Murueta, «un lugar muy especial para nosotros». Ante esas impresionantes vistas y con el anillo a punto de ver la luz, el alcalde de la zona los reconoció y se acercó a saludar. «El pobre Álvaro salió en la foto con la mano en el bolsillo sujetando la caja para que no se cayera al agua», recuerda. Pero el «sí quiero» no se hizo esperar y se fueron a Baserri Maitea a celebrar la buena noticia. Fijaron la fecha de su boda para un abril de 2020, cuando nada hacía presagiar que una insólita pandemia mundial truncaría sus planes. A tan solo un mes vista, el estado de alarma les obligó a cancelar su esperado enlace hasta nueva orden. Pero el confinamiento no logró quitarles ni un minuto de ilusión y lo que iban a ser unos meses de encierro se convirtieron en dos años de 'stand by', en los que han tenido tiempo de hacer una 'no-boda' por Zoom y de dar la bienvenida al mundo a Micaela, la benjamina de la familia.
El vestido de novia que le habían hecho a medida en Paredero Quirós no supuso ningún problema, ya que pronto recuperó la figura del embarazo y no hubo que hacer ninguna modificación. Siempre tuvo claro el carácter atemporal del diseño con el que caminaría hacia el altar: sencillo, discreto, elegante, «que lo vea dentro de 15 años y me siga encantando». Natalia, una de las profesionales que trabaja en el atelier, pilló al vuelo su idea e hicieron realidad un espectacular vestido de novia confeccionado en seda natural con una preciosa caída. Tenía silueta minimalista, hombreras ligeramente pronunciadas, un cinturón con perlitas de nácar, botones forrados en puños y espalda y una larga cola desmontable para adaptarlo a los diferentes momentos de la celebración.
El peinado también puede focalizar la atención y potenciar el look nupcial como si fuera el mejor de los accesorios. Por eso, Aitana eligió una trenza clásica muy acorde a su estilo, pero la actualizó entrelazando en ella el velo y provocando ese efecto 'wow' que causa furor entre novias e invitadas. Fue obra del estilista Elisa Campano, de Littas Beauty, que también se encargó del maquillaje. Eligió, además, unos pendientes de perlas y oro blanco, ese «algo prestado» que perteneció a su amama y con el que simbólicamente la tuvo presente. «Fue un honor llevarlos». Aparte, llevó las tres joyas de Suarez que le regaló Álvaro: un anillo y un collar que le dio cuando nacieron sus dos primeros hijos y el solitario de pedida.
Los zapatos estaban hechos a medida por Customeus Bilbao, mientras que el ramo fue obra de Raquel Arana, la florista a los mandos de Floreta, que ideó un diseño con flor preservada en tonos grises, verdes y granates con pinceladas en rosa claro, «muy natural y silvestre». Una composición de hortensias, flor de arroz, papaver, brezo y eucalipto cinerea unidas por un lazo granate. Arana también formó parte esencial de una original decoración que giró, cómo no, alrededor de la gastronomía.
El Komentu Maitea de Gordexola se vistió de fiesta el sábado 7 de mayo para recibir a 230 invitados venidos de todas las partes del globo: desde México a Inglaterra, de África a Australia… Forasteros y bilbaínos por el mundo reunidos en el corazón verde de Bizkaia para celebrar el amor. «Ver a toda la gente que quieres junta es impagable. Fue espectacular», recuerdan. El sol brilló fuerte en un día que amenazaba tormenta, haciendo que el enlace se pudiera celebrar sin sobresaltos en el jardín. Ante un centenario olivo, Álvaro, que defendió un impecable chaqué de Sastrería Jajoan, esperó a su futura esposa.
Pasadas las 13.30 horas hizo su entrada Aitana del brazo de su padre. Ese instante, el ambiente, las personas, la música y los nervios a flor de piel fueron los detonantes para que los novios se fundieran en un mar de lágrimas en cuanto cruzaron sus miradas. Fue una emotiva ceremonia moldeada con el cariño de amigos y familiares, haciendo que todo pasara «demasiado rápido». Una vez convertidos en marido y mujer se dio paso la celebración y a una fiesta posterior en la que todos quisieron robar minutos al tiempo para que no acabara nunca. Hasta los más mayores. «Mi abuela, a sus 91 años, aguantó hasta el final bailando 'Flying Free'», recuerda divertida.
Santaolalla Foto Alternativa y Antón Uribe fueron los encargados de dar testimonio gráfico de la velada, capturando en imágenes y vídeo respectivamente los mejores momentos de la jornada. Sin embargo, los novios prescindieron de 'wedding planner', aunque dejaron la batuta de la organización a Pat, íntima amiga de Aitana. «Se debería dedicar a ello, no sabes el gusto que tiene. Me ha ayudado en todo». Con ella idearon el 'seating plan', simulando cestas de picnic, y los meseros, pintados en platos con guiños culinarios de la pareja. Esta temática gastronómica se trasladó a mesa, donde Raquel Arana volvió a entrar en acción.
La florista sustituyó los tradicionales centros florales por bodegones hechos con frutas, verduras, cereales y pasta que, al término de la boda, decidieron dejar en el comedor social de San Nicolás de Algorta para su total aprovechamiento. «Un buen ejemplo de sostenibilidad y reaprovechamiento de la comida, además de una idea muy solidaria», escribía el responsable del proyecto. Las servilletas a cuadros, que muchos se anudaron al cuello como símbolo de fiesta, estaban impresas con la frase 'Pleased to meet you', tan importante para los novios que, incluso, la llevan tatuada en la piel.
Aitana y Álvaro han pasado en cuestión de semanas por una montaña rusa de emociones, de la ilusión de los preparativos a los nervios previos, de la felicidad extrema de la boda a la añoranza por lo fugaz de un día que recordarán para siempre. «Lo volvería a repetir todos los días de mi vida», asegura ella. Un enlace cocinado a fuego lento que se ha hecho esperar dos años, pero que ha superado con creces cualquier expectativa. Como dijo uno de sus invitados: «que seáis tan felices como la felicidad que generáis a vuestro alrededor».
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