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Nerea Notario recibió de pequeña clases de pintura en la mítica academia Unzalu de Santutxu, como muchos otros niños del barrio. Aquellas tardes al salir del colegio descubrió que pintar le hacía feliz. Esta joven de 29 años estudió en Maristas y después se licenció ... en Derecho Económico en Deusto. Al terminar la carrera, se mudó a Madrid para cursar dos másteres relacionados con su profesión. No volvió a coger los pinceles, pero no abandonó su vena creativa. «Si hago un regalo tiene que salir de mis manos, y también me gusta crear joyitas de cerámica», cuenta. Hasta que un virus nos encerró en casa y Nerea encontró una «vía de escape» en aquella pasión que creía olvidada. Y volvió a pintar. Y redescubrió esa sensación de la infancia de estar haciendo lo que le gusta.
Durante el confinamiento, empezó a realizar dibujos con acuarelas en un cuaderno, pero un día decidió comprarse un lienzo. Y así es como fue terminando un cuadro tras otro hasta que ya casi no le entraban en casa. «Entonces, mis padres me animaron a que me crease un perfil en Instagram para darme a conocer y quizá poder venderlos», cuenta. Se creó la cuenta, 'Ilunnpauxa', para mostrar al mundo su talento. «El nombre tiene su historia. 'Ilu' por ilusión, doble 'n' por las iniciales de mi nombre y apellido; y 'pauxa' por mi palabra favorita en euskera: 'pinpilinpauxa' (mariposa)», explica. Se le ocurrió seguir en esta red social cuentas de varios bares que albergan exposiciones por si sonaba la flauta. Y sonó. «'Queremos expo en Kantine️', me escribió Alu, dueño de este bar del Muelle de Ripa. Y me hizo mogollón de ilusión, estoy feliz de la vida», asegura. Desde el 14 de octubre, sus creaciones visten de colores las paredes de este local con encanto situado en el número 1 de la calle Príncipe. «Ayer vendí un cuadro a una chica, lo empaqueté bonito y fui a conocerla, me apetecía ponerle cara», cuenta emocionada.
Nerea trabaja hasta las seis de la tarde como abogada laboralista en una asesoría de la plaza Jado. Como es «una loca del deporte», cuando termina la jornada se enfunda las mallas y sale a correr. «Suelto adrenalina, pero sigo pensando en las demandas que voy a tener que hacer al día siguiente o los clientes que voy a recibir. Solo pintando consigo desconectar del todo y estar en el presente». Hoy su centro creativo está justo al lado de la academia Unzalu, en un piso que comparte con su pareja. Después de cenar, se pone a pintar. Es su momento. Le acompaña siempre la música. Izaro, Leiza, Izal... le motivan en el proceso. «A veces me empeño en acabar un cuadro y me dan las cuatro de la madrugada...», reconoce.
La mayoría de sus pinturas están protagonizadas por «mujeres empoderadas, con carácter y personalidad». Encuentra la inspiración en revistas de moda y fotografía e incluso en Instagram. «Veo chicas que me gustan y me las imagino fusionando diferentes colores, cambiándoles los pendientes, añadiéndoles un gorro...» Ha empezado a sumar a su colección los retratos masculinos. «El otro día dibujé a Alu para agradecerle el gesto que ha tenido conmigo dejándome exponer en su bar». Dice que es una pintora «vocacional» y «autodidacta», que no sigue una técnica concreta, sino su propio instinto. «Igual ve mis cuadros un profesional y encuentra fallos, pero a mí me gusta que tengan mucho colorido, que sean potentes».
La exposición de pintura de Nerea Notario se puede visitar en el bar Kantine, en el número 1 de la calle Príncipe, frente al Muelle de Ripa.
Nerea tarda una semana aproximadamente en pintar cada lienzo, que vende desde 150 euros hasta 300, en función del tamaño. La bata blanca que se llenaba de manchas de pintura al salir del colegio ha dejado paso a un delantal en color verde kaki que le recuerda la importancia de seguir haciendo lo que le gusta. «Me pondré en contacto con algún otro bar para ver si puedo exponer los cuadros. Ojalá dedicarme en el futuro solo a pintar, pero lo veo utópico. Yo soy feliz si le gustan a la gente y si no me los comprasen, pues seguiría pintando igualmente». Y ahí estaría su fan número 1 para verlo de cerca. «Cuando presenté la exposición, mi aita escribió a todos sus amigos para que pasasen por el bar a tomarse una cerveza».
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