Las claves de una florista de Artaza para hacer una corona de Navidad paso a paso

A su paso por el número 10 de Joaquín Achúcarro, en Artaza, se encuentra su taller, escoltado por jarrones, maceteros y cestos llenos de color y vida. En su interior, que cuenta también con almacén, aguardan todo tipo de flores y plantas entre las que Raquel reconoce ser feliz. Tras quince largos años como informática, esta vizcaína decidió, por convicción, cambiar el rumbo de su vida. Un año sabático después, y fascinada por todo lo que entraña la organización y decoración de bodas, emprendió su nueva y satisfactoria andadura abriendo su propio negocio. Pero Floreta no es una floristería al uso, es un lugar donde ver, oler y aprender. Y es que, aparte de engalanar con sus creaciones todo tipo de bodas y eventos, decidió compartir sus conocimientos y su espacio de trabajo con todo aquel que quisiera aprender las bondades del arte floral.

Sus cursos de coronas navideñas, que comienzan cada año desde finales de noviembre hasta bien entrado diciembre, son un éxito sin precedentes. «Salen todas encantadas, es que no queda una corona fea». Aunque ha tenido grupos más numerosos, en tiempos de Covid prefiere no jugársela: tan solo admite 4 personas por clase, siendo todos ellos convivientes o allegados para garantizar así la máxima seguridad. A ellos les enseña el tipo de utensilios que tienen que usar y les facilita los distintos tipos de ramas, flores y adornos para que consigan sus propias – y espectaculares – coronas de adviento. Unas directrices que ahora ha querido compartir con Bizkaia Dmoda.

Como las imágenes hablan por sí solas, y para ir entrando en materia, no te pierdas esta galería de imágenes donde se muestran al detalle todas las coronas hechas por Raquel Arana y algunas de sus alumnas.

A pesar de que ahora es habitual colgar las coronas navideñas en puertas, paredes y ventanas, en sus inicios se idearon para ponerlas sobre una superficie plana. Para encontrar su origen debemos remontarnos a la tradición pagana del norte de Europa, en la que se acostumbraba a hacer un círculo con ramas y hojas que representaba el renacer de la naturaleza después del invierno y el ciclo circular de las estaciones. Según este rito, también se tenían que colocar varias velas con las que se homenajeaba al dios del sol para que iluminara esos días oscuros y fríos.

Los cristianos que evangelizaron más tarde gran cantidad de estos pueblos paganos, adaptaron el rito de la corona para explicar la fe cristiana y el significado de la Navidad. En su caso, las ramas y las hojas simbolizan la naturaleza y la luz representa el origen y fuente de vida. Suelen ponerse cuatro velas, una por cada semana de adviento previa al día de Navidad.