Sus Navidades olían a hogar, a sofrito, a los callos que hacía su amama «que era una chef de primera». Eran cestas inmensas llenas de bombones, mesas repletas de gente y pisos antiguos de pasillos infinitos donde correteaban los niños. Aitana recuerda las Navidades de ... su infancia siempre en casa de sus aitites, los de Gernika y los de Bilbao, entre los que se repartían todas las comidas y cenas de esos días con una sola premisa: disfrutar de estar juntos.
Publicidad
Sus recuerdos con ojos de niña no dejan de ser los de cualquier pequeño en un mundo envuelto de magia, regalos y luces de colores. Nunca faltaban los disfraces, los gorros y los espumillones, tampoco algún que otro malogrado langostino que hacía el salto al vacío desde una enorme terraza. Cosas de niños convertidas en imágenes que, décadas después, siguen esbozando sonrisas.
De aquello han pasado unos años, aunque la finalista de MasterChef 7 sigue viviendo esta época «como una niña», con la misma ilusión que entonces. Un periodo que para muchos comienza en el puente de diciembre y que para ella llega algo antes: «cuando el turrón de Suchard empieza a aparecer en la zona dulce del supermercado». «La Navidad es un punto de referencia. Me gusta tanto que no dejo de pensar en ella durante todo el año», confiesa.
Su casa se vistió de fiesta una semana antes de lo previsto. Para finales de noviembre ya habían decorado cada rincón de su hogar, habían puesto un belén que crece cada año y el pequeño Lucas había podido coronar el árbol con una estrella que no se apagará hasta después de Reyes, porque «una casa sin luces no tiene la misma alegría».
«Alegría» y «familia». Dos conceptos que van de la mano en el imaginario navideño de Aitana y que ahora intenta transmitir a sus tres pequeños. No hay tiempo para nostalgias y menos con la llegada de Micaela, la risueña benjamina a la que #súperNico y Lucas le han cedido el trono. «Con los niños, esta época es alegría pura y dura. El tiempo te lo ocupan ellos pensando en comidas, regalos y cabalgatas», nos cuenta. Unas cabalgatas que a veces ven en Formigal, un pueblito del Pirineo aragonés donde Álvaro, su pareja, siempre ha recibido a los Reyes Magos. Sin embargo, «donde esté la de Bilbao que se quite cualquiera otra».
Publicidad
Ella es de Baltasar y de Olentzero, al que siempre recibe por la noche. De pedir salud antes que regalos materiales, aunque, puestos a escribir la carta a Sus Majestades de Oriente, nunca está de más un buen libro y, puestos a soñar, nada le haría más ilusión que un perrito para ampliar su bonita familia. En ella no hay cabida para el carbón, algo que ella sí recibió de niña. Tampoco para peleas de cuñados ni discusiones de política. «Somos como la tribu de los Brady», bromea, «en mi familia todos tenemos muy buen carácter».
En Nochebuena y Nochevieja el poteo está asegurado en García Rivero, primero con los padres y luego con los amigos. «Vamos con niños y lo que haga falta, pero es una tradición imprescindible». Una costumbre como la de mojar un currusco de pan con vino y guardarlo en un cajón hasta la próxima Navidad, algo que su abuela materna repite como un mantra cada 24 o 25 de diciembre en su casa de Gernika. «Al año siguiente está duro como una piedra, pero en perfecto estado. Es algo muy nuestro», asegura.
Publicidad
Siguiendo con las tradiciones, Aitana cree que nunca está de más llevar lencería roja para dar la bienvenida al Año Nuevo, aunque lo que realmente le importa es «acabarlo en paz con todo el mundo». Reconoce que se esmera algo más en preparar sus looks de Nochevieja y que siempre le tiró 'Ramonchu' para ver las Campanadas, que por algo es de la tierra. Cuando lo celebraba con sus aitites de Bilbao, la cuenta atrás les solía pillar entre el segundo plato y el postre, consecuencia de sus cenas copiosas y de la buena mano que gastan en cocina.
Aunque siempre eran bienvenidos los caracoles o las carrilleras ibéricas, las 12 uvas nunca fueron su fuerte. «No puedo con ellas, desde hace unos años siempre tomo 12 gajos de mandarina», explica. El roscón de Reyes también se le atraganta, a pesar de su pasión por el dulce y la repostería. Como recompensa, nunca faltan en su casa buenas dosis de cookies al horno y su exitosa tortilla de patata recién hecha, recetas que se entremezclan con el olor de los guisos, los sofritos y los recuerdos de aquellas cazuelas que hacían -y hacen- de su Navidad un sinónimo de hogar.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.