Jon y Maddi, dos jóvenes vascos contra la injusticia: «Vimos a un niño haciendo ropa 8 horas al día por solo dos dólares»

Maddi Bercianos y Jon Kareaga son dos jóvenes sensibilizados con la sostenibilidad y con la necesidad de luchar ante la amenaza mundial del 'fast fashion'. Actualmente se encuentran en Bangladesh con un único objetivo: construir un pequeño taller de producción textil que cumpla los mínimos sociales y económicos

Viernes, 28 de febrero 2020, 19:41

«Muchas personas, en lugares pequeños y haciendo cosas pequeñas podemos cambiar el mundo»: ese es el lema de Maddi Bercianos y Jon Kareaga, dos jóvenes emprendedores, fundadores de Bask Brand y comprometidos con la moda sostenible. Trabajan para construir un mundo más justo desde ... lo social y lo económico e invitan a «abrir nuestro armario y analizar si necesitamos comprar más para vestirnos». Con la idea de crear un consumo responsable y equilibrado siguiendo unos valores éticos, se han trasladado a Bangladesh, para construir un pequeño taller de costura social, en el epicentro de las súperproducciones del denominado 'fast fashion'.

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- ¿Cómo empezó esta aventura?

- Esto comenzó el año pasado, tras conseguir que el Departamento de Medio Ambiente de la Diputación Foral de Gipuzkoa nos financiase la posibilidad de grabar un documental para visibilizar cómo afecta la industria de la moda a las personas que habitan el planeta. Durante el viaje para grabar dichas escenas, visitamos países como China, India y Bangladesh. Y en el recorrido por este último país, nos impactó mucho la escena de un niño de 16 años trabajando más de ocho horas, por un sueldo de menos de dos dólares al día. Esto nos hizo replantearnos muchas cosas, entre otras: cómo dos jóvenes como nosotros, occidentales, habíamos tenido la posibilidad de viajar 10.000 kilómetros con una cámara, un teléfono y un ordenador, para situarnos frente a él y grabarlo. Tras analizar todas esas injusticias en el mismo metro cuadrado, reflexionamos si podíamos hacer algo para visibilizar y arreglar «eso» y a partir de ahí, hicimos una campaña 'crowdfounding' para abrir un taller de costura social en Dhaka, Bangladesh.

- ¿Cómo empezasteis a desarrollar la idea del taller social?

- Bangladesh es un país que básicamente se ha destruido por la propia industria de la moda, por el sistema en el que vivimos y por la forma de consumir que tenemos en occidente. Este proyecto comenzó con la idea de cambiar este paradigma. Nosotros somos occidentales y sentimos la responsabilidad de hacerlo y mejorar el planeta. Por eso, con el objetivo de utilizar la moda como herramienta de transformación social del país, y no de destrucción, hemos venido a Bangladesh.

- ¿Qué os habéis encontrado a vuestra llegada al país?

- No queremos hablar demasiado sobre lo que nos hemos encontrado porque nos queda mucho por descubrir y queremos mostrarlo en el documental que también estamos grabando. Pero es verdad que «esto» está bastante peor de lo que pensábamos. Incluso lo que nosotros creíamos que podía ser «sostenible» en el país, ahora mismo lo estamos poniendo en duda. Aunque esto no ha hecho nada más que comenzar para nosotros, la primera impresión es que los pasos que se están dando en la moda para evolucionar a una industria sostenible, aquí desde luego no se están cumpliendo.

- ¿Qué ha sido lo más duro que os habéis encontrado?

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- Volver aquí y ver lo destruido que está el país ha sido un golpe muy duro. Pero ver que lo que nosotros creíamos que podía ser bueno no lo es tanto, ha sido un golpe muy bajo. Desde la explosión en Rana Plaza el 24 de abril de 2013, aquí las cosas han cambiado lo mínimo; desde luego no lo suficiente tras vivir un desastre semejante.

- ¿Cuál es el objetivo real de este proyecto?

- Queremos terminar con el paradigma actual de la industria de la moda y aportar una solución radical, sostenible y transparente. Hablamos continuamente de sostenibilidad, pero vemos que no se están aportando soluciones reales al problema actual en países como Bangladesh. Básicamente queremos analizar el foco directamente y erradicarlo o aportar una posible solución para todo esto.

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- Pero, ¿cómo pensáis ejecutarlo? Entiendo que construir un taller social sostenible no es algo sencillo…

- Nos hemos sumado al movimiento 'Fashion Revolution' para entender mejor el problema. Pero somos conscientes de que la financiación que tenemos ahora es insuficiente y, por ello, queremos reunirnos con agentes clave del sector para crear un equipo fuerte aquí y ejecutar el proyecto con gente local. Nos hemos puesto en contacto con universidades, con personas interesadas de Bangladesh que quieren cambiar esta realidad. La verdad es que la respuesta ha sido positiva y eso quiere decir que la gente es consciente de que esta realidad destructiva tiene que cambiar hacia algo constructivo. La base de nuestro proyecto es crear un negocio social, no sólo económico.

- ¿Cuánto tiempo vais a estar en el país?

- En esta primera fase estaremos hasta el 26 de marzo y ahí valoraremos si las cosas van bien, cuánto tiempo más tenemos que estar o cuándo volver. Pero de momento, nuestra fecha tope es esa.

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- ¿Qué marcas os habéis encontrando fabricando allí de forma «poco correcta» o «poco ética»?

- Es muy difícil acusar a una gran empresa de que está produciendo aquí en condiciones incorrectas. Para construir una acusación de este tipo necesitaríamos una factura y poseer imágenes grabadas. Pero sí que hemos visto que empresas que se autoproclaman 'sostenibles', están desarrollando sus colecciones a través de unas prácticas muy alejadas de este concepto. Es decir: están trabajando con talleres que no cumplen los mínimos exigidos.

- Hablando de mínimos sociales y económicos… ¿Cuál es el salario real de una persona en Bangladesh?

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- Una persona que trabaja en el textil tiene un sueldo mínimo de 85 euros. Este salario lo actualizó el gobierno hace un año, pero no es suficiente. Según los cálculos establecidos, en este país, para que una familia de cuatro personas pueda vivir con unos «mínimos» reales, el salario debería situarse entre los 127 y los 192 euros. Al cambio son 12.000-18.000 takas. Pero, por ejemplo, la organización no gubernamental 'Asia Wage Floor', que es quien estudia qué salario de vida debe tener alguien que habita en Bangladesh, estima que incluso deberían cobrar unos 37.000 takas, 393,5 euros al cambio. La brecha todavía es mayor. Realmente al gobierno no le interesa que el salario mínimo sea más alto. De esta manera, las grandes marcas no se marchan a producir a otros lugares y siguen siendo el principal motor económico del país. Pero con esos 85 euros mensuales está claro, porque lo hemos visto con nuestros propios ojos, que la población no llega a los mínimos exigidos, vive en casas sin electricidad… eso es una realidad.

- Volviendo a vuestro taller social… ¿Cómo va a sobrevivir entre tanto «gran taller»?

- Evidentemente los grandes talleres tienen el monopolio del denominado «fast fashion», pero lo cierto es que tampoco existen alternativas sostenibles. Ahí sí que creemos que tenemos oportunidad de mercado. Hay mucha gente que se está dando cuenta que el vestir una prenda de estas grandes superficies está alejado de nuestros valores y a esa demanda real del mercado hay que responder.

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- ¿Para cuándo va a estar el pequeño taller social en marcha?

- Nos gustaría que para el 26 de marzo estuviera activo, pero obviamente no va a ser posible. Tendremos que volver para dar forma a los primeros pasos que hemos dado en este primer mes y medio. Eso sí, antes de irnos tendremos un acuerdo cerrado con un proveedor que está desarrollando las producciones correctamente, para que las marcas que dicen que están trabajando de forma sostenible, lo hagan pero de verdad, con alguien que hemos comprobado que hace las cosas correctamente.

- Jon, Maddi… mucha suerte. Nos volveremos a encontrar a finales de marzo…

- Gracias a vosotras. Gracias por visibilizar nuestro trabajo. ¡Hasta la próxima!

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