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El bailarín de Bermeo que hace sombreros
Julen, el bailarín de Bermeo que crea los sombreros más originalesLa danza le buscó. Y le encontró por casualidad. «Entonces tenía 19 años, que es tarde para entrar en este mundo. Yo jugaba a fútbol y nunca imaginé que acabaría bailando». Julen Atela empezó practicando hip hop, pero no se estrenó en las calles, a golpe de saltos y acrobacias, sino directamente como profesor es una escuela de danza de Bilbao. «Yo no sabía ni contar los compases o para qué servía el espejo que tenía delante, pero descubrí una disciplina que me atrapó». Tanto que se mudó a Barcelona, donde ha vivido 16 años, para impartir clases en diferentes academias. «Hice un curso con el bailarín y coreógrafo donostiarra Sergio Nguema y gracias a él me animé a probar suerte», recuerda este bermeano de 36 años que se autodefine como un artista «disciplinado y exigente» consigo mismo.
En Barcelona se sintió arropado por el resto de bailarines y enseguida se hizo un hueco. «Me acogieron muy bien y comencé una carrera ascendente. Los fines de semana viajaba por toda España a dar cursos, hacía de juez en campeonatos de baile...». Fue conociendo nuevos estilos y, sobre todo, encontrando el suyo propio. «Justo antes de la pandemia, dejé de dar clases en las escuelas porque no creía en esa metodología. Yo no quería que los alumnos viniesen una hora a aprenderse una coreografía, sino que entendiesen su cuerpo, conociesen sus puntos fuertes y reflejasen su propia esencia». De hecho, escribió su propio proyecto de enseñanza sobre su interpretación de la danza y lo trasladó a las aulas: «Fue increíble ver en cada alumno quién es realmente, porque no tiene sentido que si fuera de clase tenemos cada uno nuestra personalidad, dentro queramos tener todos la del profesor».
Julen hizo de los sombreros su seña de identidad, siempre bailaba con uno puesto, así que un día hablando con su mejor amigo en casa pensó que quizá podía dedicarse a hacer él mismo este complemento. «En plena pandemia, el mundo de la danza se vio muy afectado, así que mi amigo Ferrán me planteó que me dedicase a confeccionar sombreros. Me pareció una idea un poco loca, porque yo no sabía crearlos ni tampoco quién podía introducirme en el arte de la sombrería artesanal». Pero entonces conoció a un artesano de Ibiza que le ayudó a iniciarse en este oficio: «Me dijo que no solía impartir cursos, pero sintió que yo amaba los sombreros realmente y me dio la oportunidad».
En su taller de Berango, concibe diseños únicos y muy originales que realiza por encargo. «Lo primero que hago es una entrevista al cliente para conocer sus gustos, aficiones, estilo de vida... no hay dos piezas iguales». Bajo su firma, Kuack Hats, con más de 18.000 seguidores en Instagram, lanza piezas con mucho carácter que incluyen detalles sorprendentes que celebran la individualidad «en una sociedad uniformada en la que pocos se atreven a marcar la diferencia». «La gente piensa que un sombrero solo puede ser negro o gris, pero puedo hacer realidad casi cualquier idea. Lo mismo añado plumas, flores secas o piedras con plata que cerillas quemadas, agujeros de bala, púas de guitarra o cuerdas de esparto», cuenta Julen, que lleva un sombrero hecho por él con los bordes quemados. «Ese aspecto antiguo representa a alguien que ha pasado por mucho y sigue adelante», dice este artista multidisciplinar que pronto va a publicar un libro de poesía.
En sus imaginativas creaciones, que cuestan entre 400 y 500 euros, refleja su gusto por el juego y, muchas veces, incluyen el factor sorpresa. «El 80% de mi clientela es de fuera de España. He hecho envíos a Alemania, Holanda, Reino Unido, Francia, Estados Unidos... El otro día me encargó un sombrero una chica bilbaína y se quedó alucinada al ver que había incluido un par de detalles en honor a sus dos hijos». Además, sus piezas únicas han vestido las cabezas de famosos como los cantantes Jimmy Barnatán o el venezolano Luis Fernando Borjas, ganador del Latin Grammy 2023. Y ahora acaba de recibir un encargo muy especial: «La mujer de Henry Méndez me ha pedido uno para él, quiere regalárselo en su cumpleaños». Julen defiende desde su pequeño taller de Berango un oficio artesanal que está desapareciendo y, además, lo hace con una pasión que es para quitarse el sombrero. «El éxito para mí es despertarme pensando que hago lo que me apasiona. Cada diseño esconde una historia y unas emociones. Y tanto en la danza como en la vida, la esencia siempre es lo que nos diferencia».
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