En las bodas, ella es quien trabaja en la sombra, en un segundo plano, siguiendo de cerca los pasos de novios e invitados y supervisando que todo salga según lo planeado. Inés es uno de los tres pilares fundamentales de Marketing For Lemons, una ... conocida agencia de organización de bodas con sede en Bilbao que capitanea desde hace años junto a Tania y Nerea. Sin embargo, después de gestionar cientos de enlaces, algunos tan mediáticos como el de Gotzon Mantuliz y Patricia, a esta 'wedding planner' bilbaína le llegó el momento de emprender su propio camino hacia el otro lado de la barrera.
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Inés y Endika se casaron tras 10 años de relación y una inolvidable pedida de mano con vistas al mar. «Abrí la caja del anillo al revés, ¡casi se cae!», recuerda divertida. Fue en uno de los espigones de Suances, su «rinconcito especial», y ya con la sortija a salvo de la marea decidieron comenzar esta nueva etapa juntos. «Cuando las bodas son el centro de mi vida, mi trabajo y mi pasión, empezar a organizar la mía me dio tanta emoción como vértigo», reconoce la novia. Un vértigo que se fue disipando a medida que avanzaban los preparativos. Cualquiera podría pensar que una 'wedding planner' de su categoría estaría dispuesta a organizar su propia boda, pero decidió delegar esta tarea en Teresa, de Sra. Dreams, para disfrutar por primera vez de su rol de novia. «Tere hizo que todo estuviese perfecto y que todo fluyera como debía. No nos cansaremos de decir que la figura de una 'wedding planner' es vital para aportar calma, tranquilidad y mediar con los posibles contratiempos que puedan surgir».
Fue un otoño de 2017 en el que las bodas aún se celebraban entre besos, abrazos y decenas de familiares y amigos. Las distancias de seguridad y los límites de aforo eran una utopía, por lo que no tuvieron que renunciar al enlace de sus sueños ni a ninguno de sus casi 170 invitados. Fue un 25 de noviembre en el que el cielo no les concedió tregua, pero ni el frío ni la lluvia consiguieron aguar la fiesta. «Cuando estaba terminando el cóctel empezó a chispear y sacamos los paraguas. Los invitados se lo estaban pasando tan bien con la música en directo que les dio exactamente igual el temporal que se avecinaba», recuerda.
Inés puede presumir de haber trabajado con algunos de los mejores proveedores del sector y, gracias a ese bagaje profesional, tenía muy claras algunas de sus preferencias. Aunque ella es de Igorre y él de Barakaldo, encontraron en Burgos el lugar perfecto que encajaba con sus expectativas. Fue el Monasterio del Espino, en Santa Gadea del Cid, una joya arquitectónica que se ha convertido en un referente para las parejas del norte de España que deciden pasar por el altar. En su complejo alberga una imponente iglesia, requisito fundamental para Inés y Endika, que querían una ceremonia religiosa. También cuenta con un monumental claustro con patio acristalado donde se ubica el comedor principal y un total de 44 habitaciones, otra de las razones por la que eligieron este lugar tan especial. «Uno de mis grandes deseos era poder cenar la noche antes con todos nuestros hermanos, despertarme junto a ellos el día de la boda y, después, desayunar todos juntos para no perdernos ni un momento de emoción», nos cuenta Inés.
Acostumbrada a lidiar con los nervios de las novias, supo mantener a raya los suyos hasta el último momento. «Estaba muy tranquila, tenía la sensación de que no me casaba yo, que la cosa no iba conmigo». Todo, hasta que se vistió con el espectacular vestido de novia que le había confeccionado Alicia Rueda, momento en el que afloraron las mariposas en su estómago. Su relación con la diseñadora de Markina siempre había sido muy cercana, tenía la sensación de estar en casa. «Tantas veces sentada en el banco de su atelier acompañando a nuestras novias y ahora era yo la que se metía en esa montaña de telas para salir a su ventana ¡con mi vestido!». En esta parte, hay varios puntos que Inés también tenía perfectamente alineados en su cabeza: quería casarse con gorro, con una 'bomber' e incorporar pinceladas de color a su vestido. Tres premisas que las mágicas manos de Alicia supieron hacer realidad.
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En las últimas temporadas han proliferado las novias de otoño que deciden llevar prendas alejadas de los patrones más clásicos. Recordemos, por ejemplo, a Caroline Brasch, la 'influencer' que rompió la rigidez de su look nupcial con un abrigo de leopardo. Las 'bombers' son otro básico de fondo de armario que se instauraron en nuestro vestidor hace ya algunos años. Soldados y jugadores de béisbol han defendido esta chaqueta durante años y ahora nos muestran su cara más femenina a base de bordados, colores y transparencias. Se consolidaron en 'street-style', pero pocas veces lo habíamos visto en novias. Durante las pruebas de vestido, Alicia confeccionó un primer modelo de organza blanca, sobre el que bordó, una a una, las flores de un retal de tela que había comprado en una feria de París. El resultado fue un trabajo tan minucioso como magistral, y al resultado final nos remitimos.
Fue un vestido desmontable que evolucionaba conforme se iban sucediendo los distintos momentos de la celebración. Para la ceremonia religiosa, Inés llevó su 'bomber' con la capucha puesta, que le daba un punto romántico y misterioso, y una sobrefalda del mismo tejido que hacía las veces de cola. Para entrar en el comedor, decorado como si fuera un bosque gracias a Flores Elorz, que también se encargó de las flores de la iglesia, prescindió de su chaqueta. En el baile, tan solo se quedó con el vestido de crepé que llevaba por debajo y cambió sus salones burdeos de Salo por unas bailarinas planas de Bimba y Lola y un tocado con plumas negras de M de Paulet.
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Por su parte, Endika eligió un elegante tres piezas azul marino de Scalpers, y las damitas de honor fueron vestidas por Marta Ussía. El 'seating plan' estaba hecho con flores de Fiore y caligrafías de Bego Viñuela, de Caligrafía Bilbao, mientras que las minutas e invitaciones corrieron a cargo de Calma Estudio. Además, disfrutaron de una mesa de dulces de Martina de Zuricalday y regalaron a los invitados babuchas con borreguito contra el frío burgalés, aunque la música de Lander DJ también ayudó a caldear el ambiente. Y ese mismo cielo que amenazó el día con tormenta se vistió de gala por la noche, llenándose de luces y color con los fuegos artificiales que Tania, su inseparable compañera de fatigas y merecida receptora de su ramo de novia, le había preparado como sorpresa final, rematando un día redondo que Xabi Vide y Álvaro Santos supieron inmortalizar para siempre.
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