Dicen que las camelias simbolizan el renacer o el nacimiento de algo nuevo, quizás por eso Josie prendió una de estas flores en el cuello de su camisa durante el último programa de 'MasterChef Celebrity'. Tras varias semanas consecutivas cayendo en el foso, ... el estilista pudo por fin saborear las mieles del éxito desde lo alto de su balconcito. El renacer del manchego en este talent culinario vino acompañado de un estilismo digno de delantal blanco, protagonizado por un «simple cárdigan» de paillettes, un abanico de plumas y un broche en forma de flor que llevaba el sello inconfundible de Mariana Barturen.
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«Fue un encargo personal de Josie. Quería un diseño muy Chanel», nos cuenta la sombrerera bilbaína, que también confeccionó a medida el sombrero y la pajarita inspirada en los Infanticos que el aspirante llevó hace tan solo dos semanas en este mismo programa. Coco Chanel nunca llegó a afirmar que la camelia fuera su flor favorita, pero tampoco hizo falta. Sin pretenderlo, se convirtió en el símbolo reconocible de la 'maison' que engloba todos sus valores en un puñado de pétalos. Cuenta una de las biografías que alimenta su leyenda que de niña quedó impresionada con la actuación de Sarah Bernhardt en 'La dama de las camelias'. Quizás, esta obra de Alejandro Dumas fue el detonante de esa fijación por una flor que aún hoy envuelve cada pieza y rincón de esta casa de moda francesa.
La de Josie es una camelia hecha en crepé de seda en blanco roto, con unos lacitos de grosgrén negros. «Esta flor es 100% Chanel y nosotros somos especialistas en confeccionarlas. Las hacemos de todo tipo, porque funcionan bien solas y en diferentes tamaños. Nos encanta hacer composiciones con ellas», aclara Barturen. Esta flor, también llamada rosa china, le debe su nombre a un jesuita, el Padre Camellus, que la trajo de Asia a Europa en el siglo XVIII. Aunque esté directamente relacionada con el imaginario de la moda femenina, en realidad fueron los hombres de principios del siglo XX quienes comenzaron a utilizarla a modo de adorno. Marcel Proust, por ejemplo, la llevaba en la solapa de su chaqueta de cheviot. Ahora es Josie quien le toma el relevo generacional, adaptando la camelia de Barturen a su particular forma de entender la moda. «Este modelo estaba hecho para que funcionara como un broche corbatero que se pone muy arriba para cerrar la camisa», remata la sombrerera.
Al igual que las flores de Chanel se siguen confeccionando de forma estrictamente artesanal en la histórica casa Lemarie de París, las de Mariana Barturen no dejan de tener una bonita historia detrás que merece ser contada. Esta bilbaína se formó en sombrerería y en confección de flores de seda, pero no con la intención de que fuera su profesión, sino como un extra a la carrera de Diseño Gráfico que cursaba en la Escuela de Arte Parsons de Nueva York. Ese profundo conocimiento de las estructuras en tres dimensiones, de las líneas, los volúmenes y los colores, unido a una afición por la costura que llevaba perfeccionando desde los 9 años, hizo que, tras más de un lustro viviendo al otro lado del charco, el curso natural de su vida le llevara a abrir su propio taller en pleno centro de Madrid. Allí, junto a su equipo, además de sombreros y tocados, también se especializaron en velos, zapatos, bolsos, guantería, vestidos de novia y, como no, en plumas y flores de seda.
Lleva casi 25 años de carrera profesional, pero fue hace 15 cuando su camino dio un nuevo giro. «Cuando volví de Nueva York colaboré mucho con Floresson, un importante taller madrileño de 1932 que confeccionaba flores de seda, algodón y plumistería. Cuando yo tenía producciones muy grandes me ayudaban a hacer flores. Fue un «win to win», porque yo también les enseñé a hacer cosas que, hasta entonces, no trabajaban, como, por ejemplo, el terciopelo». Pero llegó el día en el que el destino de las 15 personas que llevaban toda la vida trabajando allí se truncó y el taller tuvo que echar el cierre, dejando dentro un importante legado de la historia de la moda española del siglo XX. Movida por la pasión, Mariana decidió salvarlo del olvido y comprar su histórica maquinaria de los años 40, con la que grandes maestros como Balenciaga o Pertegaz habían hecho realidad muchos de sus diseños.
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Era un taller único en España y solo existían otros dos iguales en el mundo: Maison Legeron en París y el New York Custom Flowers de Nueva York. Los tres coincidían en tener una maquinaria de época, única e irrepetible, con bronces, cortantes y crosadores imposibles de conseguir hoy en día. «Las personas que esculpieron esos bronces eran auténticos artistas. Yo he llevado las piezas a escultores y joyeros y me han dicho que no se podían replicar porque ya no tienen orfebres que trabajen así. Son herramientas muy raras», apunta. Con un crédito debajo del brazo, Mariana desmontó el taller y lo trasladó a la planta baja de su propio atelier. Este nuevo espacio, situado a los pies de Príncipe de Vergara 56, comenzó a trabajar para las producciones de la bilbaína, pero también para otros clientes como Adolfo Domínguez, Purificación García, Ailanto, Palomo Spain, Zara, Uterqüe o El Corte Inglés, entre otros.
Ironías del destino, ahora es Barturen quien lucha por mantener a flote todo aquello que con tanto esfuerzo rescató. Desde hace dos años, las producciones han bajado muchísimo porque China se come gran parte del pastel. «Lo primero que empezaron a cerrar en España fueron los telares, aquí ya no se fabrica nada», lamenta. La situación se agravó con la llegada de una pandemia que ha arrasado con miles de negocios, llevándose por delante también las bodas y los eventos que sostienen los cimientos de empresas como la suya. Por eso, y en un alarde de sensatez, ha decidido replegar las velas de su barco y abandonar, por el momento, ese bajo en el que tanta ilusión había puesto. Ahora, la maquinaría de época subirá al primer piso para convivir en armonía con su propio taller. «Hay que hacerse chiquitito y pensar diferente», asegura.
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mariana barturen
Además, se ha embarcado en la misión de fomentar esta artesanía única en nuestro país y de hacer entender al mundo que son una parte fundamental dentro de la estructura creativa de un diseñador. Por eso, han hablado con universidades de moda para que les ayuden a dar a conocer su labor e imparten formaciones integrales en la que enseñan su interesantísimo «know-how» en los llamados 'Talleres de Flores'. «La gente tiene que entender que somos un taller único en España», apunta. Tan único es que ha llegado a toparse con flores sacadas de sus propios moldes en vestidos antiguos de Pertegaz que han llegado a su atelier o en las mismísimas obras de Balenciaga que se expusieron el año pasado en el Museo Thyssen, con motivo de la exposición 'Balenciaga y la pintura española'. «Había un traje del modisto que tenía una camelia. Estoy segura que se hizo en mi taller, porque esos bronces tienen una forma determinada. Además, conozco cómo trabajaban, porque una de aquellas oficialas está ahora en mi atelier. Sé que eran los míos y yo tengo el molde, ¡era idéntico!», recuerda. Por motivos de peso como estos, quiere impedir llegar a mayores y que su valiosa maquinaria acabe en manos extranjeras.
El viento no sopla a su favor, pero si Josie consiguió resurgir del foso, Mariana también confía en salir adelante con la mejor actitud, porque ellos, al igual que las camelias, nunca perderán sus hojas a pesar del temporal.
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