No hay negocio más sujeto a los cambios turbulentos que la moda. Por algo las firmas, tanto consagradas como emergentes, viajan en una eterna montaña rusa: unas veces están muy arriba y otras abajo, casi tocando fondo. De las últimas hay grandes ejemplos: tras una ... calculada resurrección enhebrada por Alber Elbaz, Givenchy ha vuelto a caer en el desánimo. Otras marcas, en cambio, viven momentos de gloria. Pero ninguna ahora mismo como la británica Temperley London.
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La etiqueta favorita de las grandes celebridades internacionales se vende y también arrasa en Bilbao. Sus vestidos y faldas se agotan al poco de ponerlos a la venta. Vuelan de las estanterías de Veritas, la gran boutique del lujo propiedad de Isabel Fica. La empresaria lleva el negocio mano a mano con Ramón Armentia. «Muchas prendas se venden nada más recibirlas. Es tremendo», se felicita.
La enseña cuyos vestidos románticos cautivan a Kate Middleton, duquesa de Cambridge, causan sensación. De repente, parece que no existiera otra marca. Se convirtió también en la aliada de la reina Letizia en su reciente visita a Corea del Sur -sorprendió con un vestido midi de cuello redondeado y cuerpo entallado con enormes bordados florales en tonos fucsias y plagado de dibujos geométricos- y la de corazones, Isabel Preysler. La pareja del Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa acudió hace varias semanas a la celebración del 30 aniversario de Ferrero Rocher.
Fue una noche dulce para Preysler. La 'socialité' acaparó casi todo el protagonismo con un vestido confeccionado en plumeti de color negro y tul rematado con una pasamanería plisada en tonos dorados (un claro homenaje al mítico envoltorio de los bombones) en forma de 'v' a la altura del escote, volantes y mangas trasparentes de estilo bombachas. Un bombazo su Temperley London.
Los díseños enamoran. ¿Por qué? Cuentan que la marca de Alice Temperley es romántica, nostálgica y femenina. Los detalles de lentejuelas constituyen otro de los sellos de la casa. Los mismos por los que suspiran Milla Jovovich, Keira Knightle y Pippa Middleton. Entre las seguidoras españolas destacan las actrices Paula Echevarría y Blanca Suárez y la modelo Ariadne Artiles. Alice ha tenido ideas de bombero torero. De pequeña creaba vestidos con lámparas antiguas y soñaba ser como Ginger Rogers. Pero tiene un indudable olfato para el negocio y sacar partido de lo nuevo con reminiscencias algo retro. La creadora era consciente de que la gente andaba reclamando algo diferente.
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Veritas, una de las dos únicas tiendas que distribuyen esta marca en España, captó rápidamente el mensaje. El legendario comercio bilbaíno siempre ha mostrado una enorme capacidad visionaria para descubrir nuevas firmas. Le avalan los años. Fica introdujo en su momento marcas como Donna Karan y Narciso Rodríguez, sin olvidar que popularizó Giorgio Armani cuando la firma italiana era una absoluta desconocida. En un viaje a Londres surgió lo que Isabel define como un «flechazo». Un segundo a Nueva York terminó de confirmar el romance. «Me encantó aún más. Supe que Temperley London iba a funcionar. Es lo más de lo más», confiesa. «Me recorro todo. Hay que estar al día para ofrecer lo nuevo y no cansar. La gente no siempre quiere lo mismo. Hay que descubrir y es importante estar abierto a todo».
Así como hay etiquetas que necesitan un importante tiempo de maduración hasta ganarse la confianza de la clientela, la respuesta de la británica fue impresionante desde un principio. La explosión definitiva llegó el año pasado y ya no hay quien detenga este fenómeno. Ha sido clave el apoyo que ha encontrado entre las jóvenes y mujeres «con mucho estilo». También ha ayudado «bastante» la versatilidad de unas prendas «muy vestidas» pero que se descubren igualmente para momentos «informales y desenfadados. Quedan impresionantemente puestas y con un estilazo bárbaro», cuenta Fica.
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«Llevé un modelo a una boda y todo el mundo me preguntaba de quién era». Era, claro, de Temperley London. Su dueña estudió diseño en la escuela Central Saint Martins de Londres. Reconoce que empezó a hacer ropa para sacarse «un dinerito» mientras estudiaba. «No tenía formación, nunca había asistido a un desfile. Y ahora poseo una gran empresa que me controla. Si hubiera sabido lo dura y exigente que es la industria de la moda, me habría dedicado al interiorismo o la fotografía». Cuesta creerla viendo su descomunal éxito. Bilbao, con Veritas de por medio, es testigo del mismo.
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