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A escasos metros del convento de Larrea de Amorebieta, se encuentra una casona de arquitectura ecléctica fundada a principios del siglo XX. Una construcción de madera y hormigón con balaustre torneado que ensalza en su entramado el patriotismo vasco. Y es que este edificio, ... situado en el número 5 de Luis Urrengoetxea, fue la casa del que fuera el primer alcalde nacionalista de Zornotza entre los años 1914 y 1917, y quien, además, ahora da nombre a la calle. Un edificio protegido por su singular belleza, que escolta a la que, quizás, sea la farmacia más antigua de este municipio vizcaíno. Un hecho que reafirma el letrero, característico de las boticas de antaño, que aún da la bienvenida en su entrada, permaneciendo impasible al paso del tiempo y al ritmo de los constantes cambios que han sucedido ahí dentro. «Nunca lo he querido quitar. Es un cartel con mucha solera e historia», nos confirma Diego Sarasketa, farmacéutico y propietario de este singular establecimiento.
Bilbaíno de nacimiento, eibarrés de corazón y donostiarra de adopción durante muchos años. Sarasketa se licenció en Farmacia por la UPV/EHU y compró su propio 'centro de operaciones' en la localidad zornotzarra hace 12 años, con la vista puesta en un futuro donde las farmacias se convertirían en algo más que un lugar donde dispensar medicamentos. Su visión comercial supone un soplo de aire fresco dentro de una industria, a veces, encorsetada, en la que la interacción con el cliente quedaba marcada por la distancia invisible de una bata blanca. Su objetivo se ha hecho factible gracias a su potencial humano, resumido en un polifacético equipo de 13 personas que reman en una misma dirección: la de ofrecer bienestar en el más amplio sentido de la palabra y la de poner en valor su pasión por las cosas bien hechas. «Siempre hablo en plural, es nuestra farmacia, porque sin ellos nada sería posible. Todos estamos embebidos en los mismos valores», puntualiza.
Farmacia Sarasketa es un espacio diáfano con antiguas vigas de madera vistas, suelo hidráulico en la entrada y una iluminación con un punto teatral estratégicamente colocada. Es una conexión entre tradición y modernidad, donde los albarelos han cedido el paso a novedosos productos de alta calidad cuidadosamente seleccionados. Un hilo musical envolvente invita al cliente a tener una agradable experiencia de compra. Incluso, flota en el ambiente un perfume característico que suma puntos al concepto corporativo. Y es que son esos pequeños detalles los que marcan grandes diferencias dentro del comercio minorista. La segunda planta, fruto de una ampliación, se utiliza para almacenamiento, administración, formaciones, talleres o tratamientos dermoestéticos. También ofrecen servicios de nutrición deportiva u ortopedia, y tienen un patio de hierba artificial para disfrutar de una zona de esparcimiento, donde, además, se celebran charlas y eventos. «Somos una farmacia con los pies totalmente fuera del tiesto. Cuidar cada detalle es nuestro valor añadido», explica.
Al fondo, tras el mostrador, siempre hay un rostro amable que se intuye, incluso, a través de las mascarillas que los acompañan desde hace un año. «Estas circunstancias han sobrepasado los límites que conocíamos. Llevamos desde marzo trabajando sin descanso, pero hay que estar ahí cuando se necesita y este es un momento en el que hay que dar lo mejor de cada uno. Con pequeños gestos individuales podemos conseguir un gran acto colectivo», reconoce. La salud se ha puesto en el centro de la conversación mundial y este farmacéutico aboga por «coger ese testigo», consciente de la responsabilidad social que conlleva.
dIEGO SARASKETA, FARMACÉUTICO
Esta filosofía profesional también rige la vida de Diego Sarasketa. Amante de los deportes 'outdoor', lo mismo le ves haciendo un Ironman que cabalgando las olas del Cantábrico. Apasionado del ciclismo, del 'skate', del esquí, de la natación en aguas abiertas, del golf o del 'running', parece que no hay disciplina individual que se le resista. Ser deportista, al igual que ser farmacéutico, es una larga carrera de fondo. «Se comparten los mismos valores: el bienestar, el cuidado del cuerpo, la mente, la alimentación y la superación para ser tu mejor versión». Esta forma de ver la vida también le ha hecho reponerse de los zarpazos del destino y salir reforzado de ellos. «Siempre digo que esta vida es la de verdad, no es un entrenamiento. Por eso, intento transmitir positivismo».
Antes de la coronacrisis, que nos ha permitido estrechar lazos con esos profesionales que siempre están en primera línea de batalla, los farmacéuticos ya se habían posicionado como los nuevos prescriptores de una vida saludable gracias al auge de las redes sociales, desplazando los consejos de 'celebrities' e 'influencers' sobre los que siempre ha planeado la alargada sombra de la publicidad encubierta. Sarasketa se mueve con soltura en el plano 2.0: creó la tienda online de la farmacia hace ya 11 años, tiene un canal de Youtube y dos perfiles muy activos en Instagram, uno personal y otro profesional. Nos confirma que en todas estas plataformas podemos encontrar «contenido cuidado y de calidad, con valores asociados a la vida saludable, al deporte y al buen rollo».
Se siente cómodo delante de la cámara, donde siempre aparece con su peculiar bata blanca. «Llevo un modelo de manga corta, se ha convertido ya en una seña de identidad». Sus compañeros también se desmarcan con unos cuidados uniformes creados cada temporada por Berta, una experta en moda que forma parte de la plantilla. «Se puede ser riguroso y estar acorde a los tiempos. Ya que vemos cosas tristes, al menos que sea en un entorno agradable», señala el farmacéutico.
La moda y el cuidado de la imagen es otro de esos valores añadidos que hacen especial a Farmacia Sarasketa, y así como Diego se desenvuelve casi como un 'microinfluencer' delante de sus propios objetivos, también lo hace ante las cámaras ajenas. Le une una gran amistad desde hace muchos años con Carlos Castillo, director creativo de la firma masculina MAN 1924. «Hace tiempo me llamó para el primer 'shooting' que hizo y yo acepté encantado. Cuando fui a su tienda de Madrid, fue un shock ver vi mi foto en 2x2 colgada en la pared», recuerda entre risas. De esa primera incursión como modelo aficionado, vinieron muchas más a los mandos de este diseñador madrileño de corazón bilbaíno. «Hemos sacado fotos muy bonitas en Deusto, en la Torre Iberdrola, en la playa de Laredo, en un caserío en Dima…», recuerda. Hizo su última sesión el pasado mes de noviembre, al lado del mar y entre tablas de surf, para la campaña 'Made to leisure' de la firma. Con este recorrido, seguro que no será la última.
Al igual que en la farmacia y en la vida, su fondo de armario también se rige por la calidad. Sarasketa compra poco pero bueno, y hace uso de esos básicos de toda la vida que nunca fallan. «Casi siempre voy igual vestido, ahí no te equivocas», explica. Huye de las tendencias a favor de un buen par de zapatillas, unas botas Panamá, jerséis de lana, chalecos acolchados, camisas y camisetas, a poder ser de algodón de alto gramaje. ¿Pantalones? Es asiduo a los 'cargo' y a los 'Tommy' de MAN 1924, firma a la que no solo presta su imagen, sino que nutre su vestidor con piezas atemporales. «Me identifico mucho con Carlos, también en la forma de entender la moda. Me encanta su ropa y cómo hace las cosas». A pesar de que esta marca es un referente en americanas, Sarasketa opina que no le resultan demasiado efectivas para su día a día. Le verás vistiendo en una paleta de tonos neutros, azules marino o khakis, salvo en los calcetines, que siempre los lleva altos, de cashmere y a todo color. «Es el toque para no fallar», bromea. Porque en la moda como en cualquier ámbito de la vida, son esas pequeñas pinceladas las que marcan las grandes diferencias. Y de eso, en Farmacia Sarasketa saben un rato.
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