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«Sonríe, que es gratis». Es la frase motivadora que el entrenador personal Edorta Los Arcos González, bilbaíno de 35 años, repite cada día al final de sus clases virtuales de actividad física. Se la dijo su padre en un momento importante de su vida ... y desde entonces se ha convertido en su sello personal, porque se la dedica a sus miles de alumnos para motivarles y darles ánimos cuando están agotados de hacer sentadillas. A este profesor de un conocido gimnasio de la villa se le ocurrió el pasado 16 de marzo impartir los entrenamientos a través de su perfil de Instagram para que sus amigos y conocidos no perdiesen la forma física durante el confinamiento. «En el primer directo me puse muy nervioso, como si fuese la primera clase que daba en mi vida», reconoce.
Aquel día sudaron con él 50 de sus 700 seguidores en esta red social, es decir, su círculo de amistades. Pero sus clases gustaron tanto que sus alumnos empezaron a recomendarlas en su entorno. Y así, gracias al boca a boca, Edorta se ha convertido desde el salón de su casa en el entrenador personal de miles de confinados vizcaínos. Porque a este apasionado del deporte, que lo practica desde que tiene «uso de razón», le ha bastado poco más de un mes para levantar del sofá a los 21.400 incondicionales que tiene ahora en Instagram. «No me esperaba este éxito para nada, estoy bastante abrumado, me había acostumbrado a dar clases para grupos grandes, pero no tanto», asegura Edorta, que hasta el momento era conocido en las redes por poner en forma a las parejas de algunos jugadores del Athletic.
En sus clases virtuales, propone ejercicios «que todo el mundo puede hacer» porque los plantea en tres niveles diferentes, en función del estado físico de cada persona. «Lo importante es que cada uno se mida y escuche su cuerpo. No obligo a nadie a que haga una repetición más, pero sí invito a ello. Mi objetivo es que quien tenía el hábito de hacer deporte lo mantenga y que quien no lo tenía, pueda adquirirlo», afirma. Edorta gusta porque resulta cercano y natural; y porque parece tener el poder de teletransportarse a las casas y saber en todo momento cómo realiza cada persona los entrenamientos. «¡No separes las rodillas!», suelta después de la quinta sentadilla. «¡No pongas los codos por delante!», grita tras varias flexiones, como si tuviese una ventana que le conecta con el resto de hogares.
No hacen falta pesas o mancuernas para entrenar con Edorta, sino cosas que todos tenemos en casa, como el palo de la escoba, una toalla, una mochila, un cojín o un par de botellas. Y no hay excusa para quienes andan liados con los críos o el 'teletrabajo', porque este entrenador personal no descansa ni los domingos, ya que sus sesiones en directo son diarias, a las once de la mañana. «Las dejo guardadas en mis historias de Instagram durante 24 horas para quienes no puedan seguirlas al momento», explica. Además, ofrece opciones para los alumnos que desean «hacer un doblete», ya que los martes y jueves también imparte una clase a las siete de la tarde para trabajar grupos musculares que no se han ejercitado en el entrenamiento matutino. Y, por si fuera poco, los miércoles y sábados a las doce del mediodía pone al personal a hacer pilates. «También estoy formado en este método, que quede claro que no soy solo un entrenador 'machaca'», bromea Edorta, que planifica cada domingo las clases de toda la semana.
Para este bilbaíno, tampoco es fácil hacer frente a esta situación de incertidumbre, él también tiene sus días malos, sus miedos y momentos de preocupación. Solo baja a la compra una vez por semana para proteger del virus a su mujer, Mónica -«la primera en apoyarme en todo esto»-, y a sus dos hijos pequeños, Ander y Paul, de tres y un año respectivamente. «Media hora antes de los directos mi salón está lleno de juguetes y mi mujer tiene que entretenerlos para que no interrumpan las clases», cuenta. Lo único que deja a la vista es un oso panda gigante que se ha convertido en su fiel compañero durante sus sesiones de entrenamiento.
Reconoce que todo su sacrificio se ve recompensando con los mensajes de agradecimiento que recibe a diario a través de su cuenta de Instagram. «Me llegan unos 80 o 100 cada día y algunos me emocionan mucho; como el de ese padre que entrena con su hija y que antes de la cuarentena apenas se veían, la señora que me cuenta que ha convertido el salón de su casa en una pequeña sala de gimnasio o los sanitarios que me dicen que llegan agotados, pero les ayudo a evadirse», menciona. Para todos ellos, ha creado un canal de Youtube, que ya cuenta con casi 2.000 suscriptores, donde va colgando sus clases. Una plataforma a la que podrá recurrir en un futuro, cuando quiera explicar a sus hijos que hubo un tiempo en el que él contribuyó a mejorar la salud física y mental de muchas personas que tuvieron que quedarse en casa por una pandemia. «¿Desaparecerás de Instagram cuando vuelva la normalidad?» «¡Qué va! Seguiré dando contenido y ayudando a la gente sí o sí». Porque cuando pase la tormenta, todavía hará falta escuchar aquello de que sonreír es gratis.
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