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Lala es una mujer que puede presumir de ese estilo autóctono que llevan a gala los bilbaínos. Más que una forma de vestir, es un saber estar. Una sensibilidad hacia la moda de quien ha crecido entre comercios con campanita en la puerta, sastrerías paneladas en madera y mercerías que aún hoy siguen conservando su muestrario de blondas, encajes y botones nacarados en los escaparates. Algunos locales lamentan que se está perdiendo ese regusto sibarita de antaño, aunque siempre quedan románticos empeñados en no dejar morir el genuino estilo de Bilbao. Inés, la nieta de Lala, es una de ellas.
«Mi abuela siempre viste con vestidos, faldas y camisas», nos cuenta. Lala es elegante, pequeñita y recoleta. Una mujer de cabello castaño a la que le gustaba subir a Artxanda y pasear por una Gran Vía aún desconocedora del concepto 'low-cost'. Desde su casa, en plena arteria principal de la ciudad, cortaba patrones encima de la cama y les daba vida con su antigua máquina de coser sentada en el sofá de siempre. Cosía para su hija María, también alguna blusa para ella. Más tarde, lo haría para sus tres nietos. También hacía cortinas y mantelería. Y todo por afición, con los únicos conocimientos que le transmitió Aurea, una costurera con la que pasó largas tardes cosiendo al lado de la ventana. «Tenía un don», resuelve orgullosa Inés. A día de hoy sufre un Alzheimer avanzado, vive con su familia en Madrid y su nieta ha hilvanado con sus recuerdos un bonito homenaje en forma de proyecto vital.
Inés ha heredado de su abuela ese don por la costura, ese fundamento en el vestir. Ese gusto por las prendas de antes que se conservan intactas de generación en generación. «A día de hoy guardamos todas las piezas que nos hacía y siguen en perfecto estado», desvela. De esa idea surgió el germen de Lalacó. Lo que comenzó siendo su proyecto de final de carrera se ha acabado convirtiendo en una asentada firma de novias, invitadas y prêt-à-porter.
Inés Fernández de Córdoba estudió Diseño de Moda en el IED de Madrid y se especializó en Alta Costura y Sastrería. Tuvo la oportunidad de formarse en el atelier de Teresa Palazuelo, una de las grandes diseñadoras de nuestro país y artífice de uno de los vestidos de novia más mediáticos de los últimos tiempos: el de su sobrina Sofía Palazuelo en su boda con Fernando Fitz-James Stuart, nieto de la duquesa de Alba. «Aprendí maravillas de ella. En su atelier me di cuenta de lo mucho que me apasionaba este trabajo», explica.
Más tarde, comenzó por su cuenta haciendo vestidos de novia para sus amigas y trajes de invitada para otras conocidas. El boca a boca hizo el resto. Desde 2017 confecciona prendas únicas de forma totalmente artesanal en su atelier de la madrileña calle Oruro. «Cuidamos mucho la elección de los proveedores, las telas, los detalles. La clave está en que todo sea producto nacional y todo se haga en nuestro taller», detalla.
Sus piezas dan una nueva vida a los patrones clásicos, son de edición limitada y se pueden adaptar al gusto del cliente, como ocurre en su nueva colección 'prêt-à-porter' de camisas Liberty, inspiradas en las que Lala confeccionaba para ellos cuando eran niños. En este viaje al pasado, Inés rescata uno de los estampados clásicos por antonomasia, esas pequeñas flores con acento londinense que se exportaron al mundo desde Regent Street en la era del 'Arts & Crafts». Bilbao, que siempre ha bebido del estilo de la vecina Inglaterra, adoptó como suyo este coqueto estampado para plasmarlo en blusitas y vestidos de cuello bobo y nido abeja que durante décadas han colmado el vestidor de los más pequeños del norte. Como buena bilbaína, la abuela de Inés sentía especial predilección por este 'print'.
Esta joven diseñadora de 28 años ha contado con la ayuda de Beatriz Zaballa, fundadora de Las Bodas de Tatín, para dar forma a la editorial con la que ha dado a conocer sus nuevas creaciones. Una blusita sin mangas, con chorreras en el pecho y volante al cuello es su primera propuesta. Una pieza a la que ha bautizado con el nombre de su madre, 'María', puesto recrea una de las blusas que la abuela Lala le confeccionó cuando se marchó a vivir a Irlanda. La segunda opción es otra blusa, de media manga, ligeramente abullonada y con unos botones muy especiales que guarda en uno de los muchos botes de cristal que atesora en su taller. «Soy la loca de los botones», bromea. En este caso, lleva el nombre de 'Lala', el alma mater de la familia. «El patrón de esta prenda lo saqué de una de sus camisas», explica.
Pensando en un 'total look' para llevar en bautizos y comuniones, también ha ideado una elegante falda 'midi', cruzada y bien armada. Tiene una bonita caída y la gracia del movimiento del punto ligero en la que está confeccionada. Su peculiaridad es que es talla única, ya que al ser tipo pareo se puede adaptar a las distintas siluetas. ¿Su nombre? Pilar, en honor a su otra abuela.
Prendas versátiles, con una historia a sus espaldas, pensadas para reutilizar una y otra vez sin renunciar a la calidad. «Hacemos cualquiera de los modelos al gusto del cliente con la tela Liberty que elija», explica Inés. Esta colección, como cualquiera de sus creaciones, sigue el hilo de la tradición y está destinada a perdurar en el recuerdo de las futuras generaciones, tal y como ha perdurado en el tiempo el legado de la abuela Lala. «La gente se va dando cuenta de lo bonito que es hacer las cosas despacio», concluye.
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