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En el escenario del Palacio Euskalduna, con Ainara (de fuscia), Nagore (de beige) e Iratxe (de verde). Mireya López

Desfile síndrome de Down en Bilbao

Mi primera vez como modelo de pasarela: aprendiendo de las mejores

Este jueves participé en el desfile de la Fundación síndrome de Down, en el Palacio Euskalduna, una experiencia inolvidable. Así lo viví

Jueves, 23 de marzo 2023

El pasado miércoles recibí la llamada. «Virginia, queremos contar contigo para un evento muy especial. Nos gustaría que desfiles...», me propuso Borja Elorza, de la agencia Cid FCA!comunicación. «¿¿Desfi qué?? Borja, por favor, no me asustes», le respondí sorprendida. Cuando me contó que se ... estaba refiriendo al desfile benéfico de la Fundación Síndrome de Down, que volvía a celebrarse después de tres años de parón por el covid, no me lo pensé. «Qué ilusión, muchas gracias por pensar en mí...» Lo que no sabía entonces es que se convertiría en una experiencia que guardo para siempre en mi corazón.

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Mireya López

Borja me dijo que Olga Zulueta, directora creativa de BilbaoCentro, se pondría en contacto conmigo para indicarme cuál era la tienda que me iba a vestir para la ocasión. Antes de colgar, Olga ya me había escrito: «Cuando quieras probarte la ropa, me dices». El sábado me presenté con mi perro en la tienda Eiie, en el número 14 de Gregorio de la Revilla, para que me prestasen el modelito. «Hemos pensado que tú lleves este conjunto 'casual' en color verde para que destaques», me sugirió Rosa, dependienta de la tienda. Mi perro se portó fatal, no paró de saltar. De hecho, rompió su correa, que me costó un dineral. Él y yo nos entendemos enseguida, así que interpreté que con su llamada de atención perruna pretendía decirme que no se me ocurriese ponerme ese 'outfit', que nada de destacar, que fuese vestida igual que mis compis de pasarela. Y le hice caso, claro. El chubasquero rojo ya se lo había pedido Leire, el verde lo quería Iratxe, el rosa le gustaba a Ainara... así que reservé el azul.

Entre bambalinas, con mis compis Iratxe, Nagore y Ainara.

Este jueves llegó el momento estelar. Fui en taxi y llegué casi dos horas antes de que empezase el desfile. «Estoy de los nervios, que tenemos que salir al escenario», le dije al taxista. «Bueno mujer, tú tranquila. Si te caes, pues te ríes un poco y te levantas». Fuera del Palacio Euskalduna ya había un montón de gente esperando para entrar. Una chica con un identificativo de la Fundación Síndrome de Down me dijo que podía ir pasando con un grupito de chicas, miembros del colectivo. «Tu camerino es el 35, en el segundo piso», me indicó. «Ay madre, camerino y todo, como las artistas», pensé. Y me cuesta no emocionarme al recordar lo que vivimos mientras nos preparábamos para salir.

Josune (vestida de azul eléctrico y con unas margaritas en la cintura) posa sonriente con sus amigas en el camerino. Fueron vestidas de la tienda Galería 8360.

«¡Hola simpática!», me saludó Josune. Tiene síndrome de Down y trata a la gente con una dulzura maravillosa. Después de su cariñoso recibimiento, me acompañó de la mano a la sala de maquillaje y peluquería. Allí estaban ya otras compañeras poniéndose guapísimas, que si unas trenzas, que si un poco de sombra en los ojos... Después de la sesión de belleza, volvimos al camerino. Y me fijé en que había un burro con nuestra ropa colgada y con nuestro nombre en cada percha, como las auténticas 'top models'. Entonces, empecé a conocer a las chicas con las que iba a desfilar. Primero, a Leire. «¿Me darás la mano cuando salgamos al escenario? ¡Qué me da mucha vergüenza», le dije. En ese momento, desconocía que estaba ante una modelo con muchas tablas. «Bueno, la verdad es que yo prefiero salir a mi aire, ya llevo demasiados años haciéndolo. Además, luego con la música me animo la que más», me respondió.

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Algunas modelos pasaron por maquillaje y peluquería para ponerse más divinas todavía.

Después, conocí a Iratxe. Fue muy tímida al principio, no estaba para muchas conversaciones. Pero cuando fui a probarme el chubasquero apareció por detrás y me ayudó a ponérmelo. Lo que le pasaba a Iratxe es que le hacían daño sus playeras nuevas. «Me duelen los dedos», se quejaba. Quería pintarse las uñas, pero no teníamos ningún esmalte a mano, así que decidimos llevarlas al natural. Eso sí, para manicura chula la que lució Ainara, en color fucsia, súper 'fashion', a juego de su chubasquero y de un maquillaje de fantasía que le había hecho su ama para la ocasión. Conjuntaba a la perfección con su camiseta negra con flores y detalles dorados con la palabra 'Nice' en el centro.

Con Ainara, posando tan sonrientes en el camerino.

A la última compi que conocí fue a Nagore, que llevaba en el pelo unas ondas súper favorecedoras que le habían hecho en la pelu. Me contó que ya tenía el ritmo metido en el cuerpo, que había venido en el coche bailando y escuchando a un Dj. Por cierto, en el camerino teníamos hasta catering: agua y galletitas saladas para reponer fuerzas, que las esperas se hacen largas. Ser artista tiene sus sacrificios. Para artista, eso sí, mi compi Leire, qué grande. «Yo quiero ir vestida de diseñador, me habían dicho que me iban a hacer una prenda para mí. ¿Y me encuentro un chubasquero? No cuela». Al final, la convencimos de que su chubasquero rojo combinaba con sus gafas, un acierto total. Y le dejé mi pintalabios rojo para darle un toque más glamuroso al look.

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Leire, que ya ha participado en varios desfiles, desmostró su soltura sobre el escenario. Mireya López

Una vez estábamos todas listas, bajamos juntas al 'backstage'. Ya en el ascensor, empezamos a ponernos nerviosas. Menos mal que la actriz Sol Magunagoikoetxea, con la que compartimos camerino, nos explicó su truco para relajarse antes de salir a escena: «Coged aire por la nariz y echadlo por la boca. Así, mirad». Entre bambalinas, los chavales aprovecharon para saludarse, abrazarse y flipar con los modelitos que llevaba cada uno. También hubo algún pase de modelos improvisado. Muchas fotos, risas y un poquillo de nervios. Salir al escenario del Palacio Euskalduna impresiona.

Abrazos para calmar los nervios antes de salir al escenario.

Pendientes de mis compis, estuvieron en todo momento Paloma y Marta, trabajadoras de la Fundación Síndrome de Down. No hay gesto o detalle que se les pasase. A cada rato calmaban sus nervios, escuchaban sus necesidades y les repetían lo guapísimas que estaban. Cuando realicé el trabajo de fin de máster con personas con síndrome de Down no dudaron en abrirme las puertas de su agrupación, pero ayer pude vivir de cerca la magnífica labor que hacen. Gracias.

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Leire lo dio todo en el escenario, demostrando que es una auténtica artista. Mireya López

Entre bambalinas, le pregunté a mi compi Nagore, que estaba bastante acalorada con tanto foco, cuál era el secreto para salir al escenario sin pasar vergüenza. «Pues nada, desfilar normal y disfrutar a tope», me aconsejó. Y así, entre una cosa y otra, llegó el puesto número 9, nuestro turno. Iratxe me prometió que saldríamos de la mano, pero justo antes de salir se lo pensó mejor. «Yo, en realidad, prefiero ir sola». Eso sí, me regaló un súper abrazo para tranquilizarme antes de comernos el escenario. Bueno, en realidad, comérselo se lo comió Leire, que ya sabía yo que tenía madera de artista. Menuda coreografía se curró y encima sin preparla.

Nagore no me soltó de la mano. Mireya López

Olga nos hizo un gesto para que entrásemos ya, que tenían que salir el resto de participantes. Pero estaba el público tan entregado y nos aplaudían tanto, que daban ganas de quedarse allí un rato más. «¿Qué tal lo he hecho?», le escribí a mi madre que no quiso perderse mi debut artístico. «Hija, no sé lo que me pones, que me he puesto las lentillas de lejos y no te leo». De hecho, todas las fotos que me sacó salieron borrosas. No necesitaré verlas para recordar una de las experiencias más bonitas que me ha brindado esta profesión. De Leire, Ainara, Nagore e Iratxe he aprendido que la vida no va de filtros, ni de poses, ni de desfilar con aires, sino de ser una misma. Sentir y hacer, así de fácil para ellas, qué pena que los demás nos compliquemos tanto. Y, sobre todo, me han enseñado que la esencia de la vida es la sencillez, la autenticidad, lo espontáneo. Solo quedan 365 días para el desfile del año que viene. Ojalá volver a ir de vuestra mano.

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