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Natalia enseña a coser a las nuevas generaciones en su taller de costura de Urduliz. Pedro urresti
Clases de costura para niños en un taller de Urduliz

Natalia, la vizcaína que enseña a coser a los niños en su taller de Urduliz

Esta getxotarra de 49 años imparte clases a niños y adultos en 'La hermana de Popeye', su acogedor estudio de costura

Jueves, 28 de abril 2022, 19:05

Cuando nuestras abuelas eran jóvenes, no había mujer que no supiera coser. Se aprendía en la escuela o se transmitía de madres a hijas. Conocimientos que eran 'cosa de mujeres', ya que en aquella no tan lejana época, en las familias humildes eran las que ... se encargaban del hogar y de la confección de las prendas de sus hijos y maridos. Con los años, la ropa pasó de hacerse a comprarse en las tiendas. Y pese a ello, nuestras madres prolongaron el hábito de ponerse frente a la máquina de coser. Eso sí, la mayoría lo hacían de forma puntual, para hacer algún apaño o por puro placer. Hoy, en rasgos generales, los jóvenes no sabemos, literalmente, coser ni siquiera un botón, ya que nuestra forma de consumir moda está marcada por la facilidad de acceso al 'prêt à porter' y a las cadenas de ropa 'low cost'. La transmisión de la costura de madres a hijos se está perdiendo, pero nunca morirá gracias a enamoradas por el mundillo como Natalia Provedo. Esta emprendedora getxotarra de 49 años enseña a coser a las nuevas generaciones en su estudio de costura, 'La hermana de Popeye', situado en Urduliz, en la calle Naparroa número 6.

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Pedro urresti

Natalia creció escuchando el traqueteo de la máquina de coser de su ama. «La gente le hacía encargos y ella bordaba los esbozos de las sábanas y toallas», cuenta. Pese a estar siempre en contacto con este apasionante mundo, en su niñez nunca se inició en la práctica. «Fíjate que siempre he sido habilidosa para muchas cosas, pero me daba respeto. Yo solo disfrutaba viendo a mi ama trabajar», recuerda. Se aficionó hace 15 años, cuando le entró el gusanillo y pidió a Olentzero una máquina de coser. Tras aprender todos los secretos de la costura a golpe de vídeos de Youtube y asistir a varios cursos, comenzó a coser «como una loca». «Mis amigas me decían que tenía que abrir un negocio porque se me daba bien. Por aquel entonces, solo cogía pequeños encargos en 'petit comité'», cuenta. Pero unos meses antes de que la pandemia se estableciera en nuestras vidas, su pasión creció. Natalia comenzó a vender artículos elaborados con sus propias manos a vecinos de Urduliz y alrededores. «Mis sudaderas y chaquetas vaqueras personalizadas fueron todo un éxito», asegura.

Chaqueta vaquera bordada por Natalia.

Los críos de sus amigas y los compañeros de clase de sus hijos disfrutaban viéndola coser e incluso también querían probar ellos. Y este interés de las nuevas generaciones la empujó a fundar su proyecto más personal: un estudio de costura. «Cuando venían a casa, terminaban pasando más tiempo conmigo que con mis hijos. Les preguntaba si querían coser y si me decían que sí les ponía sobre mi regazo para ayudarles», cuenta. De hecho, el traslado de su zona de trabajo, de una habitación de su piso de Urduliz a un camarote con acceso desde la calle, situado debajo de su casa, no impidió que estos niños la siguieran visitando. «Las madres venían a hacer sus encargos y los hijos salían de ahí encantados», recuerda. Tras años con el proyecto en mente, Natalia venció sus miedos para levantar la persiana del estudio de costura 'La hermana de Popeye' el 25 de mayo de 2021. El nombre del estudio no esconde grandes secretos: «Literalmente soy la hermana de Popeye. A mi hermano siempre le han conocido así. No me digas por qué...», cuenta entre carcajadas.

Los alumnos de Natalia durante una clase de costura. Pedro urresti

Un estudio de costura mágico

Adentrarse en este taller de costura significa sumergirse en un universo mágico de color rosa. Seis máquinas de coser en una gran mesa protagonizan el espacio. A mano izquierda, están situadas la mesa de cortar y los estantes con telas, una amplia variedad de bobinas de hilo y todos los materiales necesarios para crear. Junto al escaparate, se encuentran los costureros de los alumnos y ahí, al fondo del local, destaca el tesoro de su taller: la máquina de bordar de su madre. «No te puedes imaginar el cariño que la tengo», asegura. Este acogedor local, que no descuida ni el más mínimo detalle, recoge otro de los talentos de Natalia: la decoración. «La verdad es que le he puesto mucho mimo», añade.

Pedro urresti

A las tardes, imparte clases de costura creativa para niños a partir de 6 años. «Vienen una o dos veces a la semana, de lunes a jueves», precisa. En las sesiones, les explica y les guía para que puedan crear sus propios artículos: «Ya han hecho regalos para toda la familia». Una apasionante actividad que, como asegura Natalia, les enseña a ser pacientes y potencia su creatividad. «Para ellos ver cómo han convertido un trozo de tela en un artículo textil es increíble», añade. Durante esa hora y media, los pequeños cosen, cantan y hasta bailan. «Hacen lo que les da la gana y yo les dejo. Además les doy chuches, así que imagínate, ya me los he ganado a pulso. Se lo pasan pipa y yo con ellos. La verdad es que siempre he sido muy niñera», asegura. En menos de un año, han formado una pequeña y bonita familia. Natalia se siente muy orgullosa e ilusionada por haber despertado el interés de la costura en las nuevas generaciones. Quien sabe si de estas clases saldrán modistas de la altura de Alicia Rueda, Javier Barroeta o Eder Aurre. «Todos han pedido máquinas de coser en sus cumpleaños y me dicen que se quieren apuntar a 'Maestros de la Costura'. Yo les digo que quiero ir con ellos», bromea.

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Las alumnas de Natalia con sus costureros. Pedro urresti

Los adultos, a las mañanas

A pesar de que no era parte de la idea inicial, los adultos también han terminado rebasando las puertas de este taller de costura. «Se empezaron a interesar por las clases, así que les puse a las mañanas, cuando los niños están en el colegio», explica. Son aprendices que, por regla general, siempre han tenido inquietud por este mundo, pero que nunca han cosido ni un botón. «Te sorprenderías, en pocas semanas confeccionan maravillas», celebra. Entre sus alumnos, hay gente de todas las edades, desde los «veinte y pico» años hasta los 87, como Juli, que dejó de asistir hace unas semanas porque ya «tenía de todo», refiriéndose a la salud. Y a pesar de que el principal objetivo de los alumnos, vecinos de Urduliz y Sopela, es aprender a coser, algunos también ven las clases como «un club social». «Ha venido gente que acababa de llegar al pueblo y querían conocer personas nuevas», explica. Además de las clases de lunes a jueves, Natalia ofrece monográficos los fines de semana. «En tres horas pueden aprender los conocimientos básicos del uso de la máquina de coser y llevarse una bolsa hecha por ellos mismos», explica.

Una prenda personalizada y un turbante confeccionado por Natalia.

Entre clase y clase, Natalia sigue confeccionando los artículos de su propia firma, 'La Hermana de Popeye'. Entre su catálogo, destacan prendas personalizadas, como sudaderas o llaveros perfectos para felicitar a amatxu el Día de la Madre, o accesorios elaborados por ella misma, como bolsos y neceseres. «Adoro crear y customizar. Este bolso, por ejemplo, lo hice a partir de un cojín de Ikea. No paro de pensar en nuevos diseños», cuenta entusiasmada. Sus creaciones llenan el escaparate, que se lleva todas las miradas de los viandantes que pasan frente al estudio de costura. «La gente se para porque le gusta lo que hago y porque aquí, en Urduliz, no hay nada parecido. Las vecinas me dicen que da gusto bajar a la calle y ver un negocio así», asegura.

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Pero el escaparate que tiene mayor alcance es el de su cuenta de Instagram, donde comparte sus creaciones frente a casi mil 'followers'. Un perfil que le ha permitido vender sus artículos en diferentes ciudades españolas y hasta fuera de nuestras fronteras. «Un familiar de Venezuela me pidió una mascarilla y a pocos días de que le llegara, conocidos suyos me compraron nuevos diseños», cuenta.

Natalia considera que vivir de su pasión ya es todo un logro: «Me siento tan afortunada...». En el futuro, espera cambiarse de lonja o tirar el tabique para apropiarse de unos metros cuadrados del local de al lado. «Este se me está quedando un poco pequeño», indica. Pero Natalia no tiene grandes ambiciones, porque lo que le hace feliz es que sus alumnos repitan en los próximos años. Y así poder dedicarse «toda la vida» a la enseñanza de la costura, una práctica que no puede desaparecer.

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