Casas en Bilbao, Suiza, Etiopía (familia bilbaína)
Entre Bilbao, Suiza y Etiopía: la familia de arquitectos que hace casas con alma por el mundoCasas en Bilbao, Suiza, Etiopía (familia bilbaína)
Entre Bilbao, Suiza y Etiopía: la familia de arquitectos que hace casas con alma por el mundoCuando cuatro mentes brillantes se encuentran y se asocian, el resultado solo puede ser aún más resplandeciente. Es lo que ocurre con i-architecture, un estudio de arquitectura, como bien dice su nombre, en el que trabajan codo con codo Jon y Miren Irigoyen, Eneko Domínguez de Vidaurreta y la navarra Amaia Guibert.
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Todos tienen menos de 40 años en un campo donde lo normal es triunfar pasados los 50. «A veces es un hándicap», reconocen. Pero en su caso, cualquier desconfianza se diluye cuando uno mira sus trabajos. Mallorca, Valencia, Suiza… Entre los más internacionales está un proyecto para la embajada del país helvético en Adís Abeba, Etiopía. Se presentaron al concurso con un proyecto sorprendente y elegante que ha recibido aplausos y premios.
2018 fue el año en que conformaron este equipo de galácticos, aunque con los pies muy en la tierra. Y nunca mejor dicho, porque la sede física decidieron establecerla «en casa», en Trapagaran. «Miren y yo crecimos en la Margen Izquierda», explica Jon. «Es una empresa familiar», dicen los dos hermanos y sus parejas. «Todo empezó en un chiringuito de Mallorca, cuando surgió la posibilidad de presentar el proyecto de la embajada», precisa Eneko. Aunque la imagen es idílica, detrás hay mucho trabajo y mucho valor: se asociaron en un momento en el que la crisis empezaba a desbaratar la economía y luego llegó la pandemia para rematarla.
Antes de todo esto, cada uno desarrolló sus carreras en solitario. Y Suiza es un país clave en su historia. A Jon lo seleccionaron para participar en el equipo que llevó a cabo el campus de la Escuela Hotelera de Lausana. Se trataba de un proyecto de 250 millones de euros. «Han sido años de lucha, presión y estrés», reconoce. Pero al final todo salió como esperaba y para él ha supuesto una experiencia extraordinaria. De hecho, se mudó a Suiza durante el tiempo que duró.
Amaia inició su práctica arquitectónica desarrollando desde la conceptualización hasta dirección de obra, bajo la óptica del rigor suizo. Por su parte, Miren se introdujo en el mundo profesional en Suiza y desarrolló sus primeros años laborales en Londres centrada en proyectos vinculados al ámbito de la educación.
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«Yo soy el único que no ha ido», ríe Eneko, que hizo las prácticas en Londres. Luego se quedó trabajando en el estudio de un profesor de la carrera. «Fue una gran experiencia porque en poco tiempo pude participar en un proyecto en redacción, en otro que ya se estaba construyendo y colaborar en un tercero que era más de urbanismo. Eso me dio una visión mucho más amplia de todo», admite. Sobre todo, porque «en la carrera se educa a la gente orientada para grandes proyectos y para revistas especializadas» y la realidad es que hay que hacer los pequeños antes. «El mejor proyecto siempre es un cliente satisfecho», coinciden los cuatro.
- ¿La vuelta a Bilbao no supone ponerse límites?
- Esta profesión obliga a no limitarse a lo local. Es transfronteriza, Y Bilbao es una ciudad conocida, internacional y bien comunicada.
Ahora, están trabajando en varios proyectos y cada uno en una punta: Mallorca, Valencia y Zierbena. «La ventaja es que como nos une esa relación familiar todo es más fácil», subrayan. Y hay una confianza difícilmente alcanzable con alguien de fuera de un círculo así. Hacen proyectos para el sector hotelero y hostelero: en Valencia están en plena construcción de unas residencias hoteleras y en Suiza, a la espera de que resuelvan el concurso para hacer un restaurante en un parque de Zürich.
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- ¿El concurso es una lotería en arquitectura?
- Pocos profesionales viven de ello. Pero te permiten soñar, incentivan nuestra parte creativa y, en términos generales, nos da más libertad.
También trabajan para particulares, con los que les gusta un trato directo. «Depositan su confianza en nosotros para contarnos sus sueños», explican. Y eso implica una «gran responsabilidad». La primera fase de su trabajo es «escucharlos» y desentrañar parte de su historia y de sus sueños para poder llegar a un producto final que satisfaga a las dos partes. Ahí hace falta también psicología: «Eso en la universidad no te lo dicen». «A veces hay que luchar contra la impaciencia», subrayan.
- ¿Los clientes tenemos prisa por ver resultados ya?
- Estamos muy pendientes de la foto final y de que empiecen los obreros a trabajar, pero contar con un buen proyecto disminuye mucho el número de problemas que se puedan presentar después.
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En Euskadi, a quien quiere hacerse o reformar una casa le pesa mucho el modelo de caserío tradicional. «Yo soy un enamorado de él», admite Jon. No hay, por tanto, 'efecto Guggenheim'» en este campo, pero sí una «sensibilidad mayor» por el trabajo bien hecho.
- ¿Cuál es su hogar ideal?
- La casa no casa, aquella que me permita habitar un espacio natural sin ser la protagonista -dice Jon.
Sus compañeros resoplan. «Es una pregunta complicada», admite Amaia. «El proyecto más difícil para un arquitecto es precisamente hacerse su casa porque no tienes límites», concluye Eneko.
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