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El armario de la casa de Itziar Barrutieta en Loiu está lleno de bolsos y zapatos. Tiene debilidad por ambos, pero si se le pregunta por el más especial, lo tiene claro. Lo saca de la balda, lo mira con cariño y lo enseña. «Está ... hecho polvo», reconoce. Se trata de una especie de 'satchel' en cuero marrón, muy gastado, pero con mucha historia. «Era de mi ama y fue el primer bolso que logré heredar de ella», ríe.
Sin embargo, ahora, los que más luce son los suyos, los que ella misma diseña bajo el nombre Tietalo. Le brillan los ojos cuando cuenta su aventura. Hace seis años, falleció su madre de cáncer, y antes de irse le dio el mejor consejo de su vida: «Haz lo que te haga feliz. Sé valiente y pruébalo». Aquello supuso un punto de inflexión. La pandemia y la muerte de su padre, le dieron el empujón definitivo. Este 2022 ha sido un viaje continuo en el que ha logrado por fin que su sueño se haga realidad... y con éxito. Está feliz, aunque también siente cierto vértigo.
Barrutieta reconoce que por fin está haciendo lo que siente, después de una vida en la que se ha dejado llevar: «He cumplido con lo que se esperaba de mí, incluso por encima de lo que yo quería». Para empezar, eligió una carrera que no se ajustaba a su personalidad. «Soy muy creativa, pero opté por estudiar Derecho en Deusto», admite. Le costó mucho sacarse el título porque en su mente no paraban de revolotear ideas para bolsos, vestidos... lo que fuera.
Por eso, también estuvo trabajando de bailarina en una discoteca. «Ojo, que me ponía el despertador para ir, no estaba de fiesta», dice. Sin embargo, el espectáculo no estaba solo cuando se subía al podio. Estaba en el propio 'backstage'. «¡Ay, Itziar, si vieran lo que haces aquí!», le decía su jefa. Entre bambalinas se montaba los trajes con lo que tuviera. «Los 'cosía' con cualquier cosa: grapas, celo, lo que fuera». Con la magia de sus manos convertía una esterilla en un maravilloso traje de marciana. Así calmaba su hambre creativa y seguía hacia adelante.
Durante muchos años ha trabajado en el mundo de la consultoría. «No he estado a disgusto», reconoce. Y, además, gracias a él pudo dar forma a sus primeros bolsos de piel. «Les pedía los retales a los dueños de la empresa Callahan, de La Rioja». Cada vez que iba a la fábrica, volvía cargada con fardos a los que daba forma en casa y luego repartía entre sus conocidos. «Los cosía a mano, que es muy duro. Aunque en la fábrica me ofrecieron ayudarme y a veces se los llevaba para que los remataran».
Aquellas pieles eran de zapatos, que poco tienen que ver con las que ahora encuentra en Marrakech, más finas, flexibles «y con un tacto...». Se las proporciona Youssef, un artesano local que tuvo un 'flechazo' profesional con ella la primera vez que la vio en el mercado. Vio un bolso que le encantó por el material y al preguntar por el precio él le dio uno muy bajo. Ella le pidió hacer unas modificaciones -«bueno, se lo cambié entero»- y él se lo llevó en horas a su hotel. Aquello fue el inicio de una gran amistad, aunque no fuera Casablanca. Su amiga Alazne Lomana la animó y la ayudó para que fuera así. «Es el otro pilar de la marca», reconoce.
Los bolsos de Tietalo están hechos con materia prima de calidad. Son minimalistas, pero tiene detalles especiales. Y suelen ser de un tamaño XL, «como a mí me gustan», subraya Barrutieta. También tiene otros de tamaño más pequeño, pero lo que se le resiste son las mochilas: «Será que no me gustan demasiado», ríe. La pieza más barata está ahora mismo en unos 80 euros y la más cara por 200. «Pero son complementos especiales, es lo que hace diferente un look». Lo que lo viste. Un vaquero, una camiseta básica y un diseño de Barrutieta, y ya pareces otra cosa. Además, son diseños exclusivos: «No hay más de dos o tres unidades por modelo».
«Youseff es el único que vende pieles de estilo italiano, que son más finas, en Marrakech». Cuando el covid cambió las prioridades de Barrutieta, se cogió un vuelo hacia allí de nuevo y pusieron en marcha la marca, que en un principio se iba a llamar Dear Me, «toda una declaración de intenciones». Barrutieta compra las pieles y Youseff convierte sus diseños en realidad con sus artesanos. Ni el idioma ha supuesto una barrera: ella habla inglés, pero él no, solo francés. Ahora tienen a un intermediario que les hace las veces de traductor en su grupo de WhatsApp.
«Mis diseños no tienen nada que ver con los de él. A mí me gustan lo sencillo y a él no», admite. Pero se entienden a la perfección. En verano arrasó en el mercado de Las Dalias de Ibiza, una plaza difícil donde las haya. «Mi amiga Ruth tiene un puesto allí, pero este año no podía montar su tienda», así que ni corta ni perezosa le pidió que se lo dejara. Fueron meses de mucho trabajo y muchos vuelos. Alguna semana incluso se llevó a su hijo, Asier. «Se puso a vender carteritas para entretenerse». Y se quedó con todo el mundo. Ese talento está claro que lo ha heredado de su madre.
En septiembre y ante los buenos resultados en Ibiza, Barrutieta ha decidido dedicarse al 100% a sus bolsos. «Me doy dos años», señala. Alazne no ha podido hacer el salto con ella, dice, pero su apoyo sigue como el primer día. Este noviembre ha recogido un nuevo cargamento de piezas que van directas a la venta en mercadillos de artesanas y diseñadoras. Es temporada alta y su agenda está repleta de eventos... Y de encargos: «En Ibiza la mayoría de los compradores eran extranjeros. Algunos me han escrito ahora para pedirme otros modelos. Tengo clientes de Holanda y Francia», admite divertida.
- ¿Ya está maquinando nuevos diseños?
- Por supuesto, pero lo que tengo en mente a corto plazo es una colección cápsula de vestidos...
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