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Bolsas de tela y láminas (Zorrozaurre)
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Bolsas de tela y láminas (Zorrozaurre)
Las bolsas de tela y láminas con mensaje que conquistan las redes desde Zorrozaurre«Quien tiene magia no necesita trucos». Esta es una de las frases con las que la bilbaína Eneritz Duñabeitia (43 años) completó una de sus ilustraciones. Fue durante la pandemia. Ese momento oscuro en los que todos buscábamos la luz allá donde hubiera una rendija. Ella la encontró en su salón y con una tableta antigua que apenas usaba. Se sentó un día con la intención de evadirse de la mayor pesadilla que hemos vivido en los últimos años y explotó en colores.
Han pasado ya tres años de aquello y ahí sigue. «Es mi recreo», se sincera esta artista amateur tremendamente tímida y que se resiste a las fotos -«yo no soy lo importante», dice simpática-. Se trata de un universo alegre, lleno de flores, alas de mariposas, rostros de niños y ancianos y mensajes reivindicativos que cada vez tiene más seguidores. Duñabeitia no termina de creérselo. Recibe pedidos desde diferentes puntos de la geografía española y todavía le sorprende cuando le escriben.
Cuando se sentó el primer día a dibujar sus láminas jamás pensó que le ocurriría algo semejante. «Lo hice para evadirme un poco. Trabajo en un centro de día con personas dependientes y el confinamiento fue una época muy dura», revela. Durante aquella semanas, diseñó algunos modelos que le dio por subir a Instagram. Poco después recibió un mensaje y luego otro y otro interesándose por su trabajo.
«Flipaba al verlos», dice. Le hacía ilusión que se interesaran por lo que hacía, pero también le sorprendía. En esos mails, además, había encargos. La gente quería sus láminas. «Al principio dudé en venderlas, pero luego pensé: '¿Y por qué no?». Se lanzó. «Nos atrevemos muy poco para lo corta que es la vida», dice en una de sus láminas.
- ¿Llegaron muy pronto esos pedidos?
- La verdad es que sí. Fue llegar y besar el santo. Tan rápido que ni siquiera tenía una impresora. Me tuve que compra una, muy normal, de tinta.
El primer envío que hizo fuera de Euskadi «¡fue a Sevilla!». «Me sorprendió porque muchos de mis mensajes son en euskera», admite. Las primeras navidades, las de 2020, fueron la confirmación de que sus collages digitales y sus carteles tenían mucho mercado. Arrasó también con las bolsas de tela en las que imprime sus dibujos y que dan un toque especial a quien lo lleva. Ella le quita importancia: «Como estábamos confinados y tampoco podíamos movernos mucho...».
Pero en esta historia, la parte comercial tiene menos peso que la personal. A Duñabeitia su proyecto de láminas le aporta más de lo que ella cree que da. «Por el tipo de trabajo que tengo, necesito silencio en mi tiempo libre». Y diseñar es una actividad que se lo da: se concentra y es «su momento». Lo saben hasta sus hijos, Peio y Joanes, de 10 y 7 años. Cuando la ven en su rincón del salón tratan de no molestarla: «Ama está trabajando».
También le ayudan. «Tengo que darle las gracias a mi pareja y a ellos», ríe. En la temporada alta de pedidos: ella los ejecuta, Egoitz, lo empaqueta y los niños dan los últimos toques. Los ánimos corren por cuenta de su ama y su amuna, sus más fieles seguidoras. Esos días, su casa deja de estar ordenada y se convierte en una especie de almacén. Pero no se plantea tener una tienda física porque no es el espíritu de lo que hace y porque no es su trabajo principal.
Tampoco tiene horarios: se pone cuando puede o necesita. Sea la hora que sea. Y la inspiración le llega siempre «trasteando y viendo el trabajo de otros». Pero sin copiar, ojo, «cada uno con su estilo», matiza. «Hay mucho talento en internet y te abre muchas posibilidades. Yo, por ejemplo, no sabía que la técnica del collage era tan amplia».
Siente debilidad por la gente mayor, por eso, en sus láminas, hay muchos retratos de ancianos. También de niños. Y de mujeres: el feminismo es recurrente en sus historias y en sus lemas. Sus mensajes son cortos, pero directos: «No se trata de entender, se trata de sentir», «nortasuna», «I am a woman not a womb», «inor ez da ilegala»...
Duñabeitia no rehúye el compromiso. También porque los números, tan valiosos en este mundo en el que se mueve (las redes sociales), están en segundo plano para ella. «No creo en ellos, no me definen». Prefiere los comentarios a los 'me gustas'. «Son gasolina», dice. La que impulsa ese motor de magia sin trucos que lleva dentro.
Eneritz Duñabeitia vive en uno de las zonas más auténticas de Bilbao, en Zorrozaurre. La isla es desde hace ya muchos años sinónimo de cultura alternativa y de creatividad. Sus naves, antaño sedes de empresas desaparecidas, se han ido transformando en centros culturales, teatros, rocódromos... Todo ello se retroalimenta y da lugar a un ambiente muy peculiar y enriquecedor.
Otro aspecto fundamental es el sentimiento de barrio de sus vecinos: son pocos, se conocen y se ayudan en lo que pueden. «A mí ha animado a seguir creando y me han apoyado un montón», confirma la artista. De hecho, le siguen haciendo muchos encargos y mucha gente lleva bolsos con sus diseños.
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