El camino de Julia Tamayo y Carlos Caballero se cruzó hace 13 años gracias a un amigo en común de Cádiz, la ciudad de origen de ella y a la que él llegó para jugar en el club de fútbol. Tras un bonito y prolongado ... romance, Carlos le pedía matrimonio a Julia en su piso de Madrid el Día de San Valentín del año pasado. «No me lo esperaba para nada porque no lo celebrábamos y él no era muy partidario de casarse, pero pasó. Volví de trabajar y me encontré la casa decorada con pétalos de rosas y velas, fue muy romántico. Cuando terminamos de cenar, se arrodilló y sacó el anillo», recuerda Julia emocionada. El enlace tuvo lugar el pasado 1 de julio en las bodegas González Byass de Tío Pepe, en Jerez. Un día de ensueño en el que la novia brilló con vestido y joyas bilbaínas.
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La hermana de Julia, Rebeca, que vive en Bilbao desde hace más de una década, logró, sin querer, que la vestimenta de Julia en su gran día estuviera vinculada a la villa. «Yo quería que viniera conmigo a la selección y a las pruebas del vestido, pero sabía que no iba a poder ir a Madrid cada dos por tres porque tiene dos peques. La única manera de salirme con la mía era elegir un creador de Bilbao, y así lo hice», cuenta Julia. Finalmente, se decantó por Alicia Rueda, diseñadora por la que sentía verdadera devoción. «La seguía por Instagram y me encantaba todo lo que hacía, pero la experiencia superó mis expectativas con creces. Desde el principio, hubo muy buena conexión. A pesar de que en nuestra primera cita no iba con las ideas muy claras, ella dibujó en un segundo el vestido que terminé llevando, era perfecto», confiesa. Se trata de un diseño con mangas farol, falda con cientos de plumas, escote delantero pronunciado y espalda de tul con bordado.
Las joyas de M de Paulet pusieron al 'look bridal' todavía más acento bilbaíno. «Me personalizaron unos pequeños pendientes con piedras naturales en color claro. A ellas también las seguía a través de las redes sociales y sabía que tenían su estudio en Bilbao, así que me parecieron la opción perfecta». Unos zapatos de tacón 'nude' con lazada dorada de la marca madrileña 'Just-Ene', creados para la ocasión, y una liga prestada y con un lazo azul, que le regaló su mejor amiga para cumplir la tradición, completaron su indumentaria el día de su boda.
Julia se despertó sorprendentemente tranquila en el hotel de la bodega. «Dormí en una habitación con mi madre y Carlos en otra», detalla. Los preparativos de la novia comenzaron a las once y media de la mañana, cuando Pepa Tajamos, 'make up artist' y una de sus mejores amigas, comenzó a maquillar su rostro: «Le pedí algo sutil, una sombra en color nácar y 'eyeliner'. No quería disfrazarme el día de mi boda». Después, Pedro, de la peluquería 'La Pelu DP & drolio', le recogió su larga melena castaña y ligeramente ondulada en una coleta baja. «No quise llevar el pelo suelto para que no restase protagonismo al vestido», cuenta.
Después de que sus mejores amigas le regalaran una pulsera para que luciese en su gran día y el brindis con cava con sus familiares más cercanos, su hermano Ismael le llevó en su todoterreno a la ceremonia, que tuvo lugar a las cinco y media de la tarde en el templete de la bodega. «Colocamos rosas blancas y velas en homenaje a la madre de Carlos, que falleció hace unos años», cuenta. Julia cruzó el pasillo frente a la atenta mirada de los 200 invitados al ritmo de una versión en castellano de la canción 'A Thousand Years', con un ramo de flores blancas entre sus manos y en compañía de uno de los hombres de su vida, su padre José Miguel. «Fue una boda breve y muy bonita, en la que el maestro de ceremonias repasó nuestra historia de amor. Después, nuestros mejores amigos nos dedicaron unas palabras preciosas. Carlos también leyó sus votos; yo no fui capaz porque estaba demasiado emocionada», recuerda.
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Tras el 'sí quiero de los novios', un espectáculo ecuestre y un baile flamenco sorprendieron a los asistentes: «Sin esperarlo, me sacaron a bailar con el caballo. Fue un momento precioso». El cóctel, que se prolongó durante dos horas y tuvo lugar en uno de los jardines de la bodega, estuvo ambientado por el grupo flamenco 'Spoticai'. Entonces, el catering 'La Buganvilia' ofreció a los asistentes, entre otros manjares, una amplia variedad de quesos, jamón y atún de Almadraba. «Fíjate que todo el mundo decía que estaba todo buenísimo, pero yo no fui capaz de pegar bocado por los nervios y la intensidad del momento», confiesa. Un banquete «rápido» en el salón 'Los Apóstoles' precidió la fiesta, que terminó a las seis de la mañana y en la que los recién casados demostraron sus dotes de baile con una animada coreografía.
Pese a que bailaron y cantaron hasta el amanecer, aún querían seguir celebrando el amor, así que hicieron una 'post boda' al día siguiente en el chiringuito Las Dunas de Rota. Una fiesta en toda regla con su propio 'dress code': ir vestido de blanco. «Bailamos al ritmo del saxo y de los timbales, y también lanzamos fuegos artificiales», cuenta. Ya como mujer y marido, a los pocos días del enlace, Carlos y Julia se embarcaron en su luna de miel: 20 días de ensueño por Bangkok y Bali.
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