A Andrea Francés y a Mikel Villas tres años de noviazgo les sirvieron para darse cuenta de que querían pasar la vida juntos. Se conocieron gracias a una amiga de trabajo de Andrea y las playas del Cantábrico fueron testigo de su historia de amor. « ... Supe que era él desde el primer momento, se lo dije a mis amigas después de la primera cita. No me creyeron, pero no me equivoqué, tenía claro lo que buscaba en mi pareja y él lo tenía todo. Es muy buena persona, trabajador... ¡qué te voy a decir!», reconoce. Este ingeniero y surfista empedernido de Santurtzi le pidió matrimonio un día cualquiera al volver a casa de trabajar en un hospital veterinario de Bilbao. «Llegué agotada, abrí la puerta y allí me lo encontré, arrodillado con el anillo que tanto me gustaba», recuerda emocionada. El enlace de la pareja tuvo lugar el pasado 11 de diciembre en la parroquia de San Ignacio de Loyola de Algorta. «Había imaginado ahí mi boda desde que era niña», asegura. Lo que no pudo prever fue el nefasto temporal que les acompañó durante la jornada. Un inesperado giro de guion que provocó que Andrea tuviera que lucir en su gran día una capa con capucha inspirada en 'La Bella y la Bestia'.
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Cristina Triana, fundadora y diseñadora de Triana By C, la firma vizcaína que regenta junto a su hermana, fue la artífice del vestido de novia. «Nos conocemos desde que éramos pequeñas. Las dos estudiamos en el Colegio Irlandesas de Leioa», cuenta Andrea. De hecho, para el día de su boda esta alegre y dicharachera prometida recurrió, como muchas tantas veces, al saber hacer de esta creadora: «Yo soy muy desastre, en las celebraciones siempre veía que la de al lado iba espectacular y yo no, hasta que empecé a confiar mis estilismos a Cristina. Ahora, cuando me llegan las invitaciones se las envío directamente y me elige la ropa de su tienda de Rodríguez Arias. El día de mi boda no iba a ser menos, no me lo pensé dos veces». Andrea optó por un vestido discreto y elegante confeccionado en crepé de seda. «Antes de ver el resultado por primera vez, me avisó de que era lo que había imaginado, un diseño clásico del que a la larga no me pudiera arrepentir», recuerda. Cristina acertó de lleno: «Confiaba en ella con los ojos cerrados y no me decepcionó, creo que solo cambiamos los botones».
La gran protagonista del 'look bridal' fue una imponente capa con capucha que protegió a la vizcaína del frío y de la lluvia. «Mi madre insistió en que iba a coger un resfriado si no llevaba un abrigo, así que llamé a Cris y le dije que teníamos que hacer algo», cuenta. En concreto, Andrea pidió a su amiga que crease una capa con capucha como la que La Bella luce en una escena en la que aparece en la nieve. Un complemento en tendencia que forma parte de las elecciones de las novias más estilosas. Elaborada en tejido Chanel, contaba con una lazada de terciopelo burdeos, a juego de sus uñas, el invernal ramo de flores (obra de la floristería bilbaína Elorz) y los trajes de los pajes. «Incluir este accesorio fue un acierto, estaba guapísima», asegura Cristina Triana.
Andrea se despertó el día de su boda en su casa de Las Arenas junto a su hermana y sobrina pequeña en una jornada muy desapacible. «No es que cayeran cuatro gotas, es que eso era el diluvio universal. Pero bueno, respiré, acepté que no se podía hacer nada y cambié el chip. Me propuse disfrutar de mi boda a pesar de todo», reconoce. En primer lugar, la novia se puso en manos de Eva, estilista de la peluquería de Getxo La Boheme. La profesional tuvo que cambiar ligeramente sus planes debido a la lluvia. «Iba a llevar una coleta despeinada, pero me recomendó que fuera pulida», cuenta Andrea. Después, la 'make up artist', Alba Herrera, acicaló su rostro : «Le hice un maquillaje natural, ya que quería sentirse ella misma el día de su boda, con los pómulos marcados y los labios granates». Y, por último, Cristina Triana le puso el maravilloso vestido que había diseñado para ella.
Ibai, el marido de su mejor amiga, Nora, la llevó en su Audi a la iglesia. Del brazo de su padre, Vicente, y bajo un moderno paraguas transparente que habían comprado para la ocasión, Andrea llegó al altar. «Ver a todos los invitados reunidos y a Mikel a lo lejos fue muy emotivo», recuerda. Se trató de una ceremonia amena oficiada por un cura que tuvieron que buscar a última hora. «Como ahora vivo en Las Arenas, no me correspondía la parroquia y el cura lo teníamos que llevar nosotros. Nos enteramos a cuatro meses de la boda, eso sí que fue un drama. Menos mal que mi hermana mediana, que vive en Pozuelo, tiene una vecina de Neguri majísima y encantadora. El hermano de su marido era cura y fue quien nos casó. ¡Menos mal!», cuenta. Durante la misa sucedió uno de los momentos más emotivos. Aquel que Andrea siempre guardará en su retina: las palabras que leyeron sus sobrinos, Alejandro y Celia. «Quise darles protagonismo, llevaban ensayando desde verano los pobres. ¡Lo hicieron muy bien!», cuenta entre risas. Finalmente, Andrea y Mikel se dieron el 'sí quiero' frente a 130 invitados, un número reducido a raíz de la pandemia. «Íbamos a ser 180, pero aquel fin de semana sacaron el pasaporte Covid, muchos amigos nuestros no se habían podido vacunar y no pudieron venir».
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La lluvia, que no cesó de caer durante todo el día, propició que la sesión fotográfica de los recién casados y hasta el cóctel, que se iba a celebrar en una terraza 'chill out', tuvieran lugar en el interior del Palacio Oriol de Santurtzi. «Una de las razones principales por las que nos decantamos por aquella localización fue porque nos ofrecían la opción de que tanto nosotros como los invitados nos alojáramos ahí la noche de la boda», explica. Al final, el reportaje de fotos se desarrolló en un «bosque ficticio» que preparó con esmero el equipo de la floristería Elorz y el convite se celebró en el 'hall' del palacio. Durante el banquete ofrecieron deliciosos platos como un tartar de atún o merluza, y la merienda corrió a cargo de la pastelería Zuricalday, que instaló un córner. «Sus bollos de mantequilla siempre han sido la debilidad de las amigas que me visitan», cuenta. Andrea vivió uno de los momentos más especiales cuando le entregó un ramo a Pili, su niñera «de toda la vida»: «Nos emocionamos muchísimo. Todas mis amigas la conocen, hemos crecido con ella».
Los recién casados y sus invitados bailaron y rieron al ritmo de la música de Exel Eventos hasta las once de la noche. Dicen que después de la tormenta siempre sale el sol. Y, al día siguiente, brilló con intensidad. «Me pareció una broma de mal gusto», recuerda Andrea entre risas. La pareja aún no se ha ido de viaje de novios por la situación sanitaria. «Queremos esperar a que todo pase», aseguran. Eso sí, pronto organizarán una escapada a una de aquellas playas francesas en las que nació su historia de amor.
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