El amor no se suspende. Si acaso, se pospone. El 2021 ha sido el año de las bodas, de aquellas que debieron celebrarse antes y de las que tuvieron lugar en la fecha prevista, pero con el temor de los novios a restricciones, rebrotes o ... cuarentenas. En la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la pandemia. Muchas parejas vizcaínas se han dado el 'sí, quiero' en los últimos meses, con menos invitados y fiesta nocturna, pero con más ganas que nunca de celebrar el amor. En su momento, compartieron su gran día con Bizkaia Dmoda y hoy queremos recordar algunas de las bodas más especiales. Desde la íntima celebración de Amaia en un acantilado de San Juan de Gaztelugatxe hasta la boda de ensueño de una modelo bilbaína en una isla francesa o el enlace navideño de Oilda y Jesús con Papá Noel como invitado. Aquí una selección de las novias que más nos han inspirado este 2021, que son aquellas que fueron fieles a sí mismas, respetando su estilo diario y reflejando su propia personalidad:
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El cumpleaños de Oilda Alzola marcaba en su casa el inicio de la Navidad. Desde que era pequeña, su hogar se llenaba cada 19 de noviembre del espíritu navideño que siempre le ha transmitido su madre: «Ponía todos los adornos para mi cumple y los quitaba en enero lo más tarde posible». Un entusiasmo por esta festividad que hoy Oilda también comparte con su progenitora. Tanto que el pasado 27 de noviembre dio el 'sí, quiero' a Jesús Mora en una boda ambientada en la Navidad y con Papá Noel como invitado. Las niñas de arras fueron, sin duda, la otra sensación del enlace, ya que arrastraron hasta el altar un pequeño trineo de madera. «Para mí las bodas de verano son todas iguales, no tienen ningún encanto. Dicen que la mía ha marcado un antes y un después, que así no se ven muchas», bromea esta empresaria de 32 años, que regenta un centro estético en Barcelona, donde vive con su pareja.
Se casaron en la parroquia de San Ignacio de Loyola de Algorta y celebraron el banquete en Caserío Olagorta, lugar que su 'wedding planner', Gonzalo Santamaría, decoró al detalle para trasladar el espíritu navideño de la novia. Árboles de Navidad, guirnaldas de luces, flores de Pascua blancas... y hasta una bola roja con el nombre de cada comensal como obsequio crearon la atmósfera típica de estas fechas. Uno de los momentos más especiales llegó en el cóctel, cuando Oilda apareció del brazo de Papá Noel. Las sorpresas se sucedieron una tras otra hasta pasar a la discoteca, donde aparecieron un DJ, un robot LED de dos metros de altura y un violinista con su violín eléctrico para montar «un auténtico fiestón» que puso a bailar a todos los invitados. Oilda, que lució tres diseños de Jesús Peiro, «disfrutó muchísimo» de un enlace que preparó con mucha antelación. Porque el covid-19 aplazó sus planes y esta pareja tuvo que esperar un año completo, con sus 365 días y su siguiente Navidad, para celebrar la boda invernal que siempre soñaron. Eso sí, la espera mereció la pena y hasta la nieve que hizo acto de presencia en su gran día contribuyó a crear la estampa navideña perfecta.
Eran tan solo dos jóvenes de Erasmus cuando se conocieron en uno de esos edificios de piedra tallada y portales 'Art Nouveau' que hacen pintoresco el barrio de Le Marais de París. Ese cumpleaños, esa fiesta con amigos parisinos en el distrito 3, unió para siempre a esta vitoriana y este alemán que, desde entonces, nunca han vuelto a separarse. Mariel y Wolfgang llevan casi una década creciendo juntos y esquivando kilómetros. Sortearon la distancia que separaba sus casas fijando su residencia en Múnich, tierra natal del novio y ciudad de la que ella se enamoró.
Ellos también tuvieron que aplazar su boda por la pandemia, pero finalmente pudieron sellar su compromiso el pasado 14 de agosto en el Caserío Olagorta. La diseñadora Alicia Rueda creó para Mariel el vestido de encaje, escote en 'v' y mangas ligeramente abullonadas con el que siempre soñó. Completó el look nupcial con unas sandalias plateadas de Dolce & Gabbana, unos pendientes de la firma M de Paulet y un ramo compuesto por rosas de David Austin creado por Flowers & Co. La celebración se inició con una entrada en el banquete por todo lo alto. «Los alemanes no habían visto nunca el ambientazo que se crea cuando entran los novios y sus caras lo decían todo. Fue brutal», recuerda Mariel. 'Just the two of us', canción que los novios no pararon de escuchar durante la pandemia, abrió el baile. «Para no haber ensayado no nos salió ni tan mal». El resto se resume en una velada inolvidable. Una fiesta que, como apuntó Hemingway, «siempre acompañará a todo aquel que en su juventud haya vivido en París».
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Miren García y Jon Fuertes se conocieron en la adolescencia. Ambos veraneaban en Noja y sus cuadrillas solían coincidir en Las Calas. Pero su bonita historia de amor no comenzó hasta el año 2013. «Durante muchos años le perdí la pista, pero nos reencontramos en fiestas de Santurtzi», contó a Bizkaia Dmoda esta zallense de 35 años. Después de ocho años juntos, Jon, getxotarra de la misma edad, le pedía matrimonio a Miren el 31 de diciembre de 2018 en Disneyland. Tenían previsto casarse el año pasado, pero el covid-19 aplazó sus planes hasta el pasado 28 de agosto.
Miren lució un vestido con silueta clásica, escote bañera y espalda descubierta inspirado en el estilo de Hollywood de los años cincuenta y firmado por el diseñador vizcaíno Eder Aurre. Completó el look nupcial con una sobrefalda de pliegues de dos metros y medio de largo que se quitó al final del día para bailar cómodamente. Jon y Miren se dieron el 'sí, quiero' en la finca cántabra 'La Huerta de Cubas', donde se celebró la ceremonia y el convite, ante la atenta mirada de los 120 invitados. Tras el cóctel, los recién casados y sus familiares y amigos comieron y bailaron hasta las dos de la madrugada al ritmo del grupo musical 'Gou Music'. «Mi objetivo es que la gente disfrutara; y creo que lo cumplimos», aseguró Miren aún emocionada.
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Virginia e Ignacio tan solo eran dos adolescentes que veraneaban en Pedernales cuando se conocieron. Dos jóvenes de 15 y 16 años que comenzaron a salir en la misma cuadrilla y a descubrir juntos las primeras noches de verano en este municipio costero próximo a Bermeo. Por aquel entonces, ninguno de los dos podía imaginar que unos años después comenzarían una vida juntos que los llevaría hasta el altar. Se casaron el pasado 23 de octubre en la emblemática Capilla Gótica de la Universidad de Deusto por tradición familiar. Una vez convertidos en marido y mujer, un pasillo de palos de hockey en honor al novio, que es jugador, los escoltó hacia el Jeep que los llevaría al Palacio de San Joseren, en Getxo, donde se celebró el banquete y la fiesta.
Aunque es ingeniera de profesión, esta bilbaína tiene un afilado sentido estético y un gusto por la moda heredado de su madre. Por eso, se convirtió en una novia inolvidable con un delicado y minimalista diseño confeccionado en el atelier de Javier Barroeta. «La joya de este vestido es el corte al bies en un raso doble», explicó a Bizkaia Dmoda Maite Quintana, encargada y diseñadora de Atelier Barroeta. La manga larga y el cuello redondo cortado a caja fueron otros de los requisitos imprescindibles de este diseño. Un enorme lazo en la espalda al que dieron forma de flor transformó totalmente el look sin perder esa esencia de líneas depuradas que lo hicieron único. Una novia inolvidable que se ha convertido en la confirmación de que «menos siempre es más».
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El Puente de los Suspiros de Venecia se convirtió aquel 16 de octubre de 2018 en el excepcional telón de fondo de su pedida de mano. Peio se arrodilló para pedir matrimonio sobre la góndola a la mujer de su vida, Azucena Ordoñez. «Yo estaba de pie con unos taconazos de 12 centímentros. No sé cómo no acabamos los dos en el agua», bromeaba ella con Bizkaia Dmoda. Y con su consecuente llorera, se convirtió «en la mujer más feliz del mundo». Como otras tantas parejas, los planes de boda de Azucena y Peio se vieron trastocados a causa de la pandemia. Y, en el caso de esta gallartina, por partida doble. Desde hace cinco años, ella es la mano derecha de la diseñadora Alicia Rueda, «su pin», su compañera, su amiga. Ella es quien ha atendido y asesorado a cientos de mujeres para encontrar su vestido de novia ideal y fue ella quien sacó fuerzas de flaqueza en los momentos más duros para seguir manteniendo a flote la ilusión de sus clientas. También la suya propia.
Finalmente, Azucena y Peio pudieron casarse el pasado 31 de julio en el Palacio de Ubieta. Como no podía ser de otra forma, Alicia Rueda creó para ella un diseño que flotaba al caminar e hizo ligero su paso hacia el altar. «Una nube» etérea confeccionada a partir de «la tela más bonita del mundo», con delicadas flores superposicionadas una a una en la cola. Por debajo, «una organza para darle peso y que se moviera mejor». Se complementaba con un cuerpo de doble escote en gasa y corte en la cintura. Una pequeña botonadura trasera y sus nombres y fechas bordadas en azul remataban el vestido.
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Si la ceremonia fue emotiva, la palabra que define la celebración posterior fue «divertida»: «Somos los novios disfrutones». Tanto, que sorprendieron al personal a ritmo de batucada y con cambio de look incluido. «Cuando nos vieron aparecer la gente alucinó». Esta vez, eligió un diseño más festivo y cómodo para bailar sin parar, creado también por la diseñadora de Markina. Un modelo de manga larga, escote barco, espalda descubierta con escote lágrima, bajo 'midi' por delante y largo por detrás. Estaba confeccionado en tul bordado con dibujo de flores de pedrería y otro tul de estrellas que casaba como un todo. Una segunda obra de arte que combinó con unas sandalias plateadas de Miu Miu, regalo de Alicia Rueda y Anita Ribbon. Y así, entre bailes, sonrisas, lágrimas y dos vestidos de ensueño, Azucena dio el 'sí, quiero' a su pareja, su confidente, el amor de su vida y, lo curioso de todo, su amigo desde hacía muchos años. «Un día surgió y desde entonces no nos hemos separado».
Alazne Bilbao nunca pensó que conocería al amor de su vida, Thibaut Mathieu, gracias a una celestina muy particular: su propia madre. «Él alquiló la casa de mi hermana y conoció a toda la familia antes que a mí. Un año después, mi madre le dio mi contacto, porque le parecía una persona interesante», recuerda entre risas esta bilbaína de 31 años. Comenzaron a hablar por mensajes y, finalmente, se conocieron en Barcelona, donde residía Thibaut, francés con raíces alemanas de 40 años. Por aquel entonces, Alazne, que trabajaba como modelo internacional, vivía entre Los Ángeles, Bilbao y el resto del mundo. Les separaban miles de kilómetros, pero aprovechó la coyuntura de uno de sus vuelos para tener su primera cita en la ciudad condal.
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Tras cinco años de noviazgo, se casaron el pasado 21 de agosto en Oleron, isla francesa situada en la costa atlántica y lugar de veraneo de la familia de Thibaut. Para la boda civil, de carácter íntimo, Alazne optó por un vestido blanco 'mini' de sarga de algodón y encaje diseñado por Charlotte Mathieu, una de las hermanas de Thibaut. Completó la indumentaria con un chaleco y unas sandalias trenzadas del mismo color. Para la ceremonia religiosa, eligió un vestido blanco de satén, corte sirena y cola de la firma Dovita. El convite tuvo lugar en una finca palaciega en la que se hospedaban los novios y los invitados. Allí ofrecieron un catering que fusionó la comida francesa y la española, no faltaron las típicas ostras de la zona, pero tampoco el jamón y las gildas del norte. La protagonista de la velada, con permiso de la novia, fue la abuela de Thibaut, de 90 años, que disfrutó como la que más hasta pasada la medianoche.
Jone Ortiz podía haber pronunciado el 'Yes, I do' a miles de kilómetros de su tierra, pero la vida le llevó a dar el 'sí, quiero' a un chico de Zaratamo. Cuando esta bilbaína tenía nueve años, se trasladó a vivir a Estados Unidos, en concreto al estado de Michigan, con sus padres y su hermana. Tras graduarse en Administración y Dirección de Empresas en una universidad americana, esta joven de 28 años, que cada verano volvía a Bilbao «para ver a sus aitites», decidió regresar a Euskadi para cursar un Master en Auditoría de Cuentas en la Universidad de Deusto. Fue durante las prácticas en la empresa Ernst & Young (EY) cuando conoció a Xabier Ruiz De la Illa, quien cinco años después se convertiría en su marido.
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Jone y Xabi se casaron el pasado 28 de agosto en el Monasterio del Espino, en el pueblo burgalés Santa Gadea del Cid. Una joya arquitectónica que cuenta con una imponente iglesia, donde celebraron la ceremonia, y un monumental claustro con patio acristalado, donde tuvo lugar el banquete con sus 140 invitados. Jone lució un vestido de corte clásico, de la firma nupcial vizcaína Sophie et Voilà, de manga larga, con hombreras, espalda abierta y una sobrefalda para poder «quitarse la cola durante la fiesta». La celebración se prolongó hasta pasada la medianoche y continuó al día siguiente, ya que los novios quisieron agasajar a sus invitados con una comida en El Granero de San Francisco, un idílico entorno rodeado de naturaleza que pertenece al Monasterio del Espino. La parte más amarga llegó la semana siguiente, cuando Jone tuvo que despedirse de sus padres y su hermana, que tenían que volverse a Estados Unidos. «Aún estando tan lejos siempre les siento tan cerca...», escribió en sus redes sociales junto a unas fotografías de su boda en las que ellos eran los protagonistas.
Ni dos castástrofes consecutivas pudieron con la ilusión de Sonji e Iker por contraer matrimonio, tras tres largos años posponiendo su enlace. Ella es caribeña, él bilbaíno, y se conocieron en 2011 en la Universidad de Puerto Rico. Iker estudiaba allí de intercambio y su nexo de unión llegó gracias a un amigo de Idaho que tenían en común. El amor y el trabajo hicieron que esta profesora de inglés se trasladase a vivir a Bilbao en 2014, para prometerse tiempo más tarde bajo la Torre Eiffel.
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La primera vez tenían previsto casarse al otro lado del Atlántico en 2018, pero el huracán María devastó Dominica, las Islas Vírgenes de los Estados Unidos y Puerto Rico, lugar de origen de Sonji. La siguiente fecha que fijaron para contraer matrimonio fue el 29 de mayo de 2021 y también tuvo que ser postergada debido a la crisis de la covid-19. Por suerte, pudieron convertirse en marido y mujer unos días después, el pasado 11 de junio, coincidiendo, además, con el cumpleaños de Sonji. El marco elegido en esta ocasión fue el salón árabe del Ayuntamiento de Bilbao, una ceremonia íntima que tan solo contó con 15 invitados de los 120 que tenían previsto asistir. Sonji optó por un diseño de Silvia Navarro, confeccionado en doble crepé blanco empolvado, con flecos en la falda, pronunciado escote en la espalda y sutil escote delantero enmarcado por un tul invisible. Tras la ceremonia, se trasladaron al restaurante Nido de Bilbao para disfrutar de una cena y una celebración en 'petit comité'. A la tercera fue la vencida y pudieron celebrar un amor a prueba de fronteras, huracanes y pandemias. Y, además, en el mejor momento de sus vidas: «vamos a ser aitatxus, nuestra mayor ilusión», aseguraron a Bizkaia Dmoda.
Los caminos de Janire Sánchez, bilbaína de 27 años, y Mario Domínguez, madrileño de 40, se cruzaron en un avión que partió de Madrid con destino a Cancún. «Yo soy azafata de vuelo y él es director turístico en la misma empresa. Creo que el destino quería que nos encontráramos», contó Janire a Bizkaia Dmoda. Sellaron su compromiso el 29 de mayo en la Parroquia de San Vicente Mártir de Abando. Janire lució un vestido en crepé de Alicia Rueda, con líneas sencillas, manga francesa y espalda descubierta, que combinó con un abrigo de seda 'crop top' sin delantera con una cola de 1,80 metros. Un diseño elegante y sobrio que completó con unos zapatos de tacón en color azul bebé, de la tienda madrileña UniqueShoes, y un ramo de eucaliptos y hortensias blancas, de Flores Elorz. Después de la ceremonia, agasajaron a sus 49 invitados con un convite típico vasco en la bodega Astobiza, en Álava. Pese a que su amor surgió en aquel avión Madrid-Cancún, en su luna de miel prefirieron coger el coche para recorrerse España.
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Amaia y Aitor tan solo eran dos adolescentes que veraneaban en Bakio cuando se conocieron. Dos jóvenes de 15 años que comenzaron juntos a descubrir el surf y la vida dentro de la misma cuadrilla de amigos. Se casaron el 30 de julio de 2020 con el Cantábrico de protagonista y San Juan de Gaztelugatxe como telón de fondo. Aquel recóndito bosque de pinos al lado del acantilado fue el lugar al que llegaron los únicos 12 invitados que presenciaron su unión. Después de esta sencilla ceremonia, con el sonido de una guitarra, sin grandes alardes y huyendo de la pompa de las grandes celebraciones, pusieron rumbo al restaurante Zintziri de Bakio, donde celebraron el cóctel junto a sus amigos y el resto de familiares.
Amaia nunca quiso ser una novia convencional. Por eso, buscó un diseño todoterreno sin grandes artificios que pudiera reutilizar una vez pasada la boda. Un vestido de lino de la colección SS19 de Roberto Verino fue la opción que mejor encajó con su estilo sencillo y fresco. Un diseño que combinó con un velo de la firma catalana L´Arca y unas sandalias de tacón sensato, aptas para bailar hasta que las restricciones lo permitieron.
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Días más tarde y en la playa de siempre, esta joven vizcaína celebró con sus amigas una post-boda surfera muy especial. Amaia comenzó a practicar surf con 14 años, una afición que le acompaña desde entonces y que se ha convertido en una forma de vida. Por eso, sus amigas esperaron pacientes a su llegada a la playa de Bakio para disfrutar juntas de una sesión de surf días después del 'sí quiero'. La ilusión de Amaia era surfear con una corona de flores, como en la tradición hawaiana, así que la fotógrafa Marta Etxebarria, encargada también de inmortalizar su boda, elaboró para ella una corona con unas preciosas dalias en distintos tonos de rosa que ella misma cultiva en el campo. Y que «resistió de cine» el envite de las olas.
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