Plasencia acogió el pasado fin de semana una de las grandes bodas de este año, la de Álvaro Falcó e Isabelle Junot. Una celebración que ha ocupado cientos de titulares en los medios de comunicación y ha reunido a gran parte de la alta sociedad ... de nuestro país en el palacio de Mirabel, propiedad de la familia del novio. Él es hijo de Marta Chávarri y el marqués de Cubas, fallecido el pasado año durante la pandemia. Ella, es la benjamina de tres hermanas, fruto del matrimonio entre el célebre empresario Philippe Junot (el que fuera primer marido de Carolina de Mónaco y quien, años más tarde, tendría un affaire con la propia Marta Chávarri, madre del novio) y la exmodelo danesa Nina Wendelboe-Larsen, una de las mujeres más elegantes de este enlace gracias a un look de cuño bilbaíno.
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Es conocida popularmente con su apellido de casada, Nina Junot. Vive a caballo entre Nueva York y España, sobre todo en estos últimos meses en los que ha estado ultimando los preparativos junto a su hija. Su boda con el que fuera «el príncipe de la noche» fue uno de los acontecimientos de la vida social de los 80 y portada de la revista ¡Hola!, una historia que treinta años después se ha vuelto a repetir. Su juventud ha transitado entre Copenhague, París, Londres, Nueva York o Madrid, siempre haciendo escala en la noche marbellí o en las pistas de Sr. Moritz; sus hijos han estudiado en las escuelas más elitistas del mundo y entre sus amistades se encuentran aristócratas, herederos y artistas. Andy Warhol estuvo entre ellos. Un palmarés al alcance de unos pocos y un carácter labrado en las altas esferas internacionales. Quizás por eso muchas cábalas habían apostado que confiaría su look de invitada a un diseñador extranjero. Sin embargo, se fijó alguien tan nuestro como ese dúo inquebrantable que forman Alicia Rueda y Anita Ribbon.
No fue un estilismo más, era la madre de la novia, una de las protagonistas paralelas de una boda que ha colmado las páginas de sociedad. Una repercusión que ha vuelto a poner a Bilbao sobre el mapa, demostrando que nuestros diseñadores aún tienen mucho que decir. Alicia Rueda reconoce que para ella «fue una gran sorpresa» que a Nina Junot le apeteciera tanto llevar un vestido suyo. Quizás, haya tomado como referente uno de los recientes looks su hija Isabelle, que también confió en la diseñadora de Markina para asistir como invitada a un evento y vio en aquello un acierto seguro. Alicia se reunió con ella en Madrid, una prueba en la que todo fue rodado gracias a la buena predisposición de su conocida clienta. «Es una persona empática, cariñosa, muy estilosa y muy cercana. Lo facilitó todo muchísimo», apunta. Nina tenía claras dos premisas básicas: quería ir muy elegante, pero nada protagonista. Así, Alicia volvió a sacar su varita para encontrar su pieza clave.
Se decantaron finalmente por un vestido de corte años 50 y correcta largura 'midi'. Tenía una solapa asimétrica y un detalle lateral a modo de banda en tul, con hebilla de cristal y hombrera. «Es un vestido muy sencillo, pero muy favorecedor. Además, ese tono azul pato le sentaba fenomenal y era uno de sus favoritos», explica la creativa. En la nueva colección de invitada se puede encontrar este modelo, bautizado como 'Karli', en un tono azul Bilbao. Un diseño perfecto para su rol de madre de la novia, que alcanzó su máxima expresión gracias al trabajo complementario de Anita Ribbon. «Me hizo mucha ilusión que, sin conocer mi trabajo, Nina confiara plenamente en el criterio de Alicia, que le planteó el tema de coronar el look con un tocado mío».
Anita dice de ella que es la clienta perfecta, una mujer con las ideas claras que, sin embargo, se deja aconsejar por las manos expertas que le rodean. Los años de experiencia de nuestra sombrerera más reconocida han conseguido agudizar su ojo y su ingenio para dar con la pieza clave en tan solo un golpe de vista. Le ayudó el hecho de ver a la propia Nina con el vestido puesto durante la prueba para encajar los volúmenes del diseño con los que llevaría en el tocado. Tanto es así que acertó en la primera prueba y llevó el diseño que le propuso desde un principio.
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Anita tuvo en cuenta varias premisas como sus facciones, el tono de su piel y el color del vestido. También, el hecho de que Nina quisiera llevar la melena suelta y un tocado lucido, pero nada aparatoso. Se puso manos a la obra y elaboró de forma totalmente artesanal esa impresionante pieza de base hormada y forrada en terciopelo de seda, a tono exacto del vestido. Llevaba, además, un penacho de plumas en forma de flecha, también a tono, y un adorno de red que caía sore el rostro y le proporcionaba volumen hacia arriba. Cada elemento fue teñido minuciosamente a mano, «como se ha hecho toda la vida. Es un proceso muy bonito y divertido».
A fin de cuentas, este dúo creativo bilbaíno consiguió crear una balanza proporcionada entre el vestido y el tocado, resultando muy apropiado para una mujer, de por sí estilosa, que «estaba muy convencida de lo que llevaba». «Se casaba su hija, iba muy elegante y se la veía feliz», apunta, y eso es, a fin de cuentas, el objetivo último de cualquier diseñador.
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