La boda de Rubén y Jorge en Amorebieta: su guiño estilístico al mar Caribe y al Cantábrico

La moda unió los caminos de Rubén Sánchez y Jorge Brochero. Este vizcaíno de 36 años y este venezolano de 41, respectivamente, se conocieron cuando trabajaban en la tienda Massimo Dutti de Bilbao. «Yo era el encargado de Jorge y he de reconocer que al principio nos detestábamos», admite Rubén entre risas. Pero con los meses pasaron de no soportarse a enamorarse. «En realidad, Jorge me engañó porque yo lo había dejado recientemente con mi expareja y no quería saber nada de novios, pero finalmente me terminó cautivando. No lo pude evitar», recuerda. Tras dos años de intenso amor, Rubén le pedía matrimonio a Jorge en París: «Me arrodillé y en vez de sacar un anillo le ofrecí un colgante con un lauburu de plata que mi abuela me regaló cuando era pequeño». Dos años después de aquella pedida, estos jóvenes, fundadores de las conocidas tiendas vizcaínas de moda Uoma, se dieron el 'sí quiero' el pasado 30 de julio en Amorebieta. «Hemos esperado todo este tiempo por la pandemia y porque queríamos que la madre de Jorge, que vive en Caracas, pudiera estar presente», precisa. Para su gran día, estos novios quisieron hacer un guiño estilístico al Caribe y al Cantábrico, los mares que les han visto crecer.

Rompiendo tradiciones y tentando a la temida mala suerte en el matrimonio, Rubén y Jorge decidieron juntos sus looks para su boda. Las primeras opciones, algo sobrias, pronto pasaron a un segundo plano cuando la pareja descubrió la firma de trajes inglesa Isaac Dewhirst, que ofrece sus diseños en un amplio abanico de colores. La paleta cromática era infinita, pero ganó el vínculo emocional. «A Jorge le dio al ojo el turquesa Caribe, el mar que baña Venezuela, su país de origen. Después de saber su decisión, yo decidí ir con un traje en azul Cantábrico», explica. Ambos aportaron a su estilismo un toque informal al decantarse por camisetas básicas: la de Jorge blanca y la de Rubén naranja.

Y rompieron de nuevo con lo establecido al despertarse juntos el día de su boda en su casa de Amorebieta. «Mira que mi madre me lo repitió varias veces, pero nos parecía absurdo dormir separados esa noche», cuentan. Ambos comenzaron este día tan especial visitando el cementerio en el que descansan los aitites de Rubén. «Quise llevarles flores porque para mí han sido mis segundos padres. Era mi manera de quitarme la espinita porque no estuvieran presentes en la boda», cuenta. Después, la pareja se vistió con los originales trajes que eligieron para la ocasión y se dirigieron al ayuntamiento de Amorebieta para decirse el 'sí quiero' frente a sus familiares más cercanos. «Durante toda la ceremonia, Jorge no paró de llorar, la verdad es que fueron momentos muy especiales», recuerda Rubén.

La gran celebración de la boda aún tendrá que esperar hasta otoño. «Queremos organizar una fiesta por todo lo alto para invitar a todos nuestros amigos», avanzan. Eso sí, los novios disfrutaron de un banquete íntimo en compañía de ocho familiares cercanos en el emblemático Café Iruña de Abando. «No era nuestra primera opción, pero cuando en el otro restaurante nos dijeron que no era posible, pensamos enseguida en este local tan típico de Bilbao», cuentan.

Tras unas horas de sobremesa, donde charlaron, rieron «a carcajada limpia» y tomaron alguna copa que otra, los recién casados decidieron pasar el resto del día en solitario. «Dimos una vuelta y pasamos la noche en un hotel de Bilbao», cuentan. De esta manera, Rubén y Jorge pusieron el broche de oro a uno de los días más especiales de sus vidas. «La sensación que se siente es maravillosa. Entre nosotros no ha cambiado nada, pero creo que era un paso que debíamos dar, por nosotros, por nuestro amor y por toda la sangre que se ha derramado para que hoy en día las parejas heterosexuales podamos casarnos», concluyen antes de poner rumbo este domingo a su luna de miel por la costa italiana.

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