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Cancún, destino paradisíaco de playas con arena blanca y agua cristalina en el corazón del Caribe. Una localización privilegiada que goza de un aluvión de turistas cada año y que cobra especial relevancia en la historia de amor de Janire Sánchez y Mario Domínguez. Los ... caminos de esta bilbaína, de 27 años, y este madrileño, de 40, se cruzaron en un avión que partió de Madrid con destino a la ciudad mexicana. «Trabajamos en la misma empresa. Yo soy azafata de vuelo y él es director turístico. Creo que el destino quería que nos encontráramos», admite Janire. Se alojaban en el mismo hotel y empezaron a conocerse durante la semana que pasaron trabajando en Cancún. Ya de vuelta a Madrid, ciudad en la que ambos residen, sus encuentros se siguieron produciendo. «Me fue atrapando, de repente no podía parar de pensar en él», recuerda Janire.
Tras dos años de noviazgo, decidieron casarse y así comenzar una nueva fase en su vida en común: «Me lo pidió el 3 de abril del 2019 en Playa del Carmen, en Cancún, donde nos conocimos y empezó nuestra historia de amor. En cuanto a la pregunta, no tuve dudas, le contesté un 'sí' rotundo». En un principio, la boda se iba a celebrar en junio del 2020 en la Parroquia de San Vicente Mártir de Abando, en el corazón de la villa, pero la pandemia truncó sus planes. «La ubicación fue la misma, pero la tuvimos que aplazar un año hasta el pasado 29 de mayo. Parecía que nunca iba a llegar», admite Janire.
Poco a poco, la boda con la que Janire fantaseaba desde pequeñita se fue haciendo realidad. «Me fui a Madrid a trabajar muy joven, pero si algo tenía claro era que quería casarme en Bilbao, en mi entorno, y en la parroquia en la que tuvo lugar la ceremonia. Me parece preciosa por dentro y por fuera», admite. Desde que conoce el trabajo de Alicia Rueda, hace años, también sabía que ella iba a ser la artífice del traje de su boda. «Se lo decía a mi madre convencidísima», recuerda. Y así ha sucedido. El 6 de mayo de 2019, la joven se adentraba por primera vez en el atelier de la diseñadora marquinesa. «Fue como un sueño hecho realidad», admite. Y eso que la magia que es capaz de hacer Alicia con un lápiz entre sus manos sobre un papel en blanco no había comenzado. Aunque no tardó demasiado, unos minutos después, la diseñadora empezó a dibujar los primeros trazos del vestido de sus sueños. «Le conté la idea que tenía en mente. Cuando vi el boceto, me quedé sin habla, era justo lo que me imaginaba. Lo clavó», cuenta.
Janire pasó los siguientes meses a caballo entre Madrid y Bilbao. «Intentábamos cuadrar agendas para concretar las 8 pruebas que hicimos durante el proceso. La verdad es que nos amoldamos muy bien», reconoce. En aquellas citas con la diseñadora, la prometida fue descubriendo los detalles de su vestido. «Siempre me sorprendía. Todo iba cogiendo forma», admite. Pero de manera inesperada, el proceso de diseño se alargó durante un año a raíz de la Covid-19. «Aún así, en todo este tiempo no varié ni un detalle. Aunque he de decir que solo lo vi una vez completamente terminado, el martes de la misma semana de la boda», cuenta. Janire brilló con luz propia en su gran día con un look nupcial blanco impoluto, compuesto por un vestido en crepé, con líneas sencillas, manga francesa y espalda descubierta, que combinó con un abrigo de seda 'crop top' sin delantera con una cola de 1,80 metros. De esta manera, el vestido creaba el llamado «efecto sorpresa»: «No hubo un segundo vestido, solo que me puse el abrigo durante la ceremonia. Después me lo quité para darle un toque desenfadado».
El estilismo de Janire fue un alegato a favor de la elegancia y la sencillez. Unos grandes pendientes de acetato nacarado creados por la firma Grace Bridal Industries para la ocasión le ponían el broche final al look 'bridal'. Un complemento que creaba vínculos entre la novia y su madre, Ana: «Los modelos guardan similitud porque queríamos estar conectadas en un día tan especial para las dos, así que los encargamos a medida». Por otro lado, apostó por unos zapatos de tacón en color azul bebé de la tienda madrileña UniqueShoes, de los que se enamoró a primera vista. «Mi intención era encargar un calzado a medida, pero cuando les indiqué el modelo que quería, me comunicaron que ya no estaba disponible y que solo les quedaba un par en mi número. Me los enseñaron y me gustaron tanto que me los llevé. Además, la tonalidad era la misma que el chaleco que iba a llevar Mario y los hombres más cercanos. Eran perfectos», admite.
El año de espera llegaba a su fin. «Aquella noche dormí mejor que nunca porque todo el trabajo ya estaba hecho», confiesa. El ritual de belleza previo a la ceremonia comenzó a primera hora de la mañana en la casa en la que Janire pasó toda su infancia. Se puso en manos de la estilista Silvia Echevarría, que moldeó su larga melena rubia con unas ondas al agua. Más tarde, la 'makeup artist' eligió para Janire un look 'beauty' muy natural: labios en color nude y ojos discretos. «Apenas me maquillo, así que quería que el novio me reconociera cuando entrara por la puerta de la iglesia», bromea. Tras hacer un brindis con champán con su familia, un Citroën antiguo les llevó a la Parroquia de San Vicente Mártir de Abando.
A las 12.45 horas, la novia hizo su entrada de la mano de su padre, Juan Andrés, con un ramo de flores de eucaliptos y hortensias blancas, de Flores Elorzde, y visiblemente emocionada. Caminó hacia su futuro marido al son de 'Gabriel´s Oboe', una versión interpretada por un cuarteto de cuerda. «Siempre supe que iba a sonar esa canción en mi boda», cuenta. Mientras caminaba por el pasillo hacia el altar, Janire se esforzó en grabar en su mente cada detalle, cada invitado. Al final del recorrido, le esperaba impaciente Mario, con un chaqué elaborado por Bahman Tailors y con gemelos que heredó de su padre fallecido — «fue el único que nos faltó aquel día»—. Y cuando se dio la vuelta y la vio vestida de blanco, «se vino abajo». «Nunca le había visto llorar», indica Janire.
Una vez que pronunciaron el 'sí quiero' y se convirtieron en marido y mujer, los protagonistas y los 49 invitados que presenciaron la unión, pusieron rumbo a la bodega Astobiza, en Álava. Unas instalaciones en sintonía con la naturaleza, decoradas de la mano de Flores Elorz. «Aunque nosotros intentamos aportar nuestro granito de arena. Mario, por ejemplo, elaboró la decoración de la entrada», cuenta. Un violín eléctrico puso banda sonora al baile de los novios y a un convite típico vasco. «Ofrecimos txakoli, gildas y chuletas a la brasa. Claro, nosotros estamos acostumbrados a esto, pero a la mayoría de los invitados, que eran de fuera del País Vasco, les pareció algo alucinante», precisa.
Tuvieron que limitar la lista de invitados a más de la mitad, a raíz de la crisis del coronavirus. Lo que originó que la celebración de la boda fuera más íntima de lo que nunca hubieran imaginado. «Al final, fue algo positivo porque estuvimos en familia, todos hablábamos con todos. Si tuviéramos que volver a casarnos, lo haríamos igual», admite. El asistente más especial, sin duda alguna, fue el abuelo de Janire, Miguel. «Me decía que si podía asistir a mi boda se podía morir tranquilo. Para mí que estuviera acompañándome aquel día significó mucho. ¡Bailó el que más a sus 87 años!», cuenta Janire.
A las 22.00 horas la velada tocó a su fin y todos volvieron a Bilbao. Y cuando parecía que no iba a haber más sorpresas, Guillermo Bárcenas, el cantante de Taburete, y los demás integrantes del grupo les esperaban en el exterior del Hotel Ercilla, donde se alojaban los novios aquella noche. «La aerolínea en la que trabajamos está vinculada a la banda. Una vez hicieron un concierto en un avión en el que yo estaba trabajando como azafata», explica Janire. Algunos de los invitados y los recién casados alargaron un poco más la fiesta al ritmo de los temas más sonados del grupo musical. «Muchos nos preguntaron si eso estaba contratado. Les contestábamos que no, que simplemente tenían concierto en Bilbao al día siguiente, se enteraron de que nos habíamos casado, cogieron las guitarras y vinieron a felicitarnos», añade Janire.
Janire admite que todavía está en «una nube» tras su boda: «tengo resaca emocional». Y reconoce que, por el momento, aquel 29 de mayo del 2021 ha pasado a ser el día más feliz de su vida. «El día de nuestra boda ha superado todas mis expectativas. Mario y yo hemos dado un paso más en nuestra relación, ahora somos marido y mujer, pero, por lo demás, nada ha cambiado», reconoce sonriente. Ahora, esta pareja de recién casados descansa unos días en la segunda vivienda de la familia de Janire, en Noja. «Queremos recargar las pilas». Después de pasar sus últimos años en aviones, tiene gracia que no vayan a subirse en uno para llegar al destino de su luna de miel. «Estamos planeando coger el coche y recorrernos España entera», revelan. Y cuando todo pase, esperan poder hacer un safari por Kenya para celebrar el amor que encontraron en aquel avión Madrid-Cancún. La casualidad más bonita de sus vidas.
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