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La disolución del género es una tendencia imparable. A lo largo de la historia, grandes diseñadores han apostado de una forma u otra por diluir esta barrera. Ya en los años 50, Coco Chanel mezclaba los términos masculino y femenino en el diccionario de la ... moda. La icónica modista francesa dejó un legado eterno que revolucionó la industria para siempre. Consiguió liberar a la mujer de algunos de los cánones impuestos de la época y logró incluir el pantalón en el vestuario femenino. Con el tiempo, los cambios fueron a más, y también tomaron la otra dirección. En los últimos años, el armario masculino ha dado un giro inexorable hacia prendas y cortes propios del género opuesto. Un pequeño ejemplo de ello: Gucci lanzaba el año pasado para ellos el vestido que llevabas de niña. Un cambio de paradigma que ya es evidente. Y pese a que todavía no son mayoría, algunos hombres, como el diseñador bilbaíno Aritz Larrabe, desafían los estereotipos vistiendo con faldas. «Tengo tres en el armario. Me las pongo porque me gusta su estética, es así de sencillo. Nunca he considero que las faldas sean 'solo para chicas', ¿por qué les tenemos que poner género a las prendas? Me parece ridículo y súper retrógrado», admite.
De hecho, este joven de 21 años y estudiante de diseño de moda en la escuela IED de Madrid — está a punto de graduarse —, comparte el 90% de su vestuario con su madre, Vania: «Usamos la misma talla, así que tenemos un doble armario». Y ya se ha convertido en todo un ritual: cuando Aritz regresa a Bilbao, se van juntos de compras por las tiendas de la villa. En este sentido, 'Bimba&Lola' es una de sus marcas favoritas. «Considero que ha sabido reinventarse muy bien», admite. Y no es pura casualidad que esta madre e hijo coincidan tanto en sus gustos: «Como considera que soy el más entendido de los dos, me suele pedir opinión. Y claro, como al final es mi criterio el que prevalece, las prendas de su armario también me encantan», cuenta. Por esta sencilla razón, de vez en cuando, Aritz se vuelve a la capital con un par de piezas del armario de su madre en la maleta. Además, también comparten una fuerte predilección por los bolsos exclusivos: Chanel, Yves Saint Laurent o Louis Vuitton son algunas de sus firmas de cabecera.
En verdad, Aritz no sabe de dónde le viene esta pasión por la moda, ya que su abuela materna es el único familiar que ha tenido una estrecha relación con esta industria. «Aunque ella cosía por pura necesidad. A mi padre le tejía jerséis de lana. Hacía uno y, como no había dinero para más, lo deshacía para elaborar otro con otra forma a partir del mismo tejido. Era una artista, hasta se hizo su propio vestido de novia», cuenta. Pero ella no fue la que le introdujo en este mundillo. De hecho, Aritz no necesitó a nadie para desarrollar su verdadera pasión. Todo surgió durante una tarde en la que estaba solo en su habitación, cuando tan solo tenía 14 años. «Estaba viendo vídeos en 'Youtube' tranquilamente y me apareció la recomendación de un desfile, no recuerdo si fue uno de Marc Jacobs o de Alexander McQueen. El caso es que me pareció apasionante cómo se utilizaban los colores, los volúmenes...», recuerda. Aquella colección le cautivó tanto que se vio en dos días todas las propuestas de las semanas de la moda más prestigiosas del mundo: desde Nueva York o París hasta Milán.
A partir de ese momento, este bilbaíno creativo por naturaleza siguió aprendiendo sobre moda de forma autodidacta, leyendo revistas especializadas y viendo documentales. «El sector pasó a ser mi mayor 'hobby', como quien hace tartas en su tiempo libre. Pero nunca pensé que pudiera dedicarme al mundillo profesionalmente. Un pensamiento que cambió a los 18 años, cuando tuve que elegir qué carrera estudiar», admite. Medicina siempre había sido su primera opción, hasta que se percató de que no se veía dedicándose al sector sanitario toda la vida. «No sentía esa vocación necesaria», admite. «¿Por qué no me pongo a crear moda?», se preguntó. Y así lo hizo.
'Horror vacui' (literalmente 'miedo al vacío'), así define su estilo a la hora de vestir. Y es que este bilbaíno ve la moda como una expresión artística y percibe sus looks como una 'performance' que crea «sobre la mesa», se pone y luego se quita. «En este sentido, he de decir que mis composiciones son muy ordenadas y tengo fijación por las proporciones. Por ejemplo, creo que un largo del pantalón te puede arruinar el estilismo», indica. Las tonalidades también adquieren importancia en sus combinaciones: «Digamos que me cuentan historias. Mis preferidas son la gama de morados, que me parecen muy interesantes, y el azul petróleo, que me trasmite mucha profundidad», apunta.
En su día a día, admite que se «atreve con todo». «Combino prendas que no tienen nada que ver e intento que cuadren», cuenta. Un proceso creativo que muchas veces le mantiene en vela hasta las 3 de la madrugada. «Empiezo probándome pantalones, faldas... y termino incluyendo a los looks artículos que no tienen nada que ver con la moda. Hace poco, le añadí a una vestimenta la almohadilla que nos ponemos en el cuello para viajar. Me pareció interesante, aunque finalmente no salí a la calle con ella. En otra ocasión, hice un broche con las anillas de las que se cuelgan las llaves», cuenta entre risas.
Este joven reconoce que se suma inconscientemente a las tendencias: «No tengo interés por ellas. Sé como funcionan, pero no están hechas para mí. Solo incorporo las que me gustan, como pueden ser los pantalones rectos o las prendas 'oversize'». Y tiene las ideas claras, sabe lo que nunca se pondría: unos pantalones vaqueros con un lavado claro y unas zapatillas Adidas Superstar. «Es irónico, pero te lo digo con el chándal puesto, el mismo que juré que nunca me iba a poner», admite entre risas. Por otro lado, no es amigo del 'animal print': «el de cebra lo puedo pasar, pero no soporto el de leopardo. La gente tiende a introducirlo en pequeñas dosis, pero para mí sigue sin funcionar», opina.
Las prendas de segunda mano son una constante en su armario. Eso sí, las incorpora de forma que no se aprecie su toque 'vintage': «Creo que es una manera de aportar al estilismo una mayor individualidad». Entre las piezas de otra época, siente una fuerte predilección por las americanas con hombreras. «Soy delgado, así que me dan cuerpo», cuenta. Unas piezas que, a su parecer, no se encuentran en las tiendas 'low cost' tradicionales. «Suelen estar mal confeccionadas», zanja. Y pese a que ya nos ha hablado sobre la pasión que comparte con su madre por los bolsos exclusivos, estos no son su accesorio más preciado. Sí lo es un colgante de la firma Céline, con su inicial, dorado y con relieve de bambú. «Creo que estaba destinado a que llegara a mí, cuando fui a comprarlo solo quedaban esa 'A' y una 'X' en todo el país. No me lo pensé dos veces y me hice con él. Desde entonces, no me lo quito», indica.
Los originales looks de este bilbaíno llaman la atención en la calle y también en las redes sociales. En Instagram, las fotos en las que muestra sus combinaciones superan los miles de 'me gusta' y sus fieles no hacen más que aumentar, por el momento, hasta llegar a los 25.100. Eso sí, esta no es su principal plataforma virtual: «Empecé a utilizar TikTok durante la cuarentena para compartir con otros usuarios mis conocimientos y opiniones sobre la moda, actualmente, estoy a punto de alcanzar los 175.500 'followers'. Hoy, también integro una agencia de representación».
Asegura que su camino profesional transcurre dentro de la industria de la moda. Pero aún no tiene claro cuál es el oficio que le gustaría desempeñar: «La verdad es que hay bastantes tareas que me llaman la atención, como es ser director de arte o estilista». Y no descarta, en un futuro, fundar su propia firma de moda. «Sería un punto medio entre Dior y Zara, donde ofreceré diseños inteligentes, es decir, que parezcan sencillos en la percha, pero que favorezcan», concreta. Por otro lado, no contempla dejar de lado su presencia en las redes sociales: «Creo que son una herramienta fundamental para dar a conocer mis proyectos. Si me siguen en Instagram o en TikTok, puede que se vean atraídos por mis diseños». Por el momento, las faldas seguirán formando parte de sus looks. Porque Aritz es un gran ejemplo de que «toda la ropa debería valer para todos»
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