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Parejas que inmortalizan su amor, 'influencers' que buscan la foto perfecta, modelos posando para editoriales o 'shootings' de firmas que beben de la magia de esas casitas de colores. El pintoresco barrio de Irala se ha convertido en un punto turístico de la ciudad, sobre ... todo, para aquellos que buscan conocer la otra cara de la villa fuera de la archiconocida arteria del Guggenheim. Sus callejuelas empinadas hablan de aquel Bilbao novecentista que creció en la margen izquierda, de un lugar que floreció en la ladera de un monte para acoger a los obreros y que, a siglo pasado, se ha acabado convirtiendo en un escenario que respira moda.
«Hoy ha sido un día de 'shooting' en el 'Notting Hill bilbaíno'», publicaba la firma 2d Bilbao en su Instagram hace algo más de una semana. El símil con uno de los barrios más icónicos de Londres no es casualidad. Surge de forma automática al ver el sorprendente parecido con su arquitectura de estilo inglés, con fachadas de pórtico y jardines comunitarios escondidos tras sus muros de colores. Las emprendedoras que están detrás de este sello autóctono especializado en accesorios anunciaron novedades con un vídeo donde se veían esas famosas hileras de casitas que se reparten entre las calles Baiona, Kirikiño y Zuberoa.
Ni el chaparrón pudo empañar la campaña que ideó para 2d Bilbao la experta en marketing y comunicación Elena Guerra. «Para una firma de moda como esta es importante poner en valor la proximidad. Es una marca que lleva el orgulloso bilbaíno en su propio nombre», explica. Ella es una de las mentes creativas del botxo que se ha dejado embaucar por el torbellino de color de las fachadas de Iralabarri. «Buscar una localización en su propia ciudad por la que otras marcas nacionales y extranjeras suspirarían era de recibo», apunta.
La 'influencer' Carmen Gimeno descubrió «hace bastantes años este precioso barrio», situado a tan solo 10 minutos del centro de Bilbao y escoltado por el parque de Ezkurtze. «Me enamoré de inmediato de sus casas tan vistosas, con ese estilo plenamente londinense y esa combinación de colores tan llamativa», reconoce. Y es que si alguien domina el arte de combinar colores es ella, a juzgar por las fotografías que comparte con su cada vez más creciente público de Instagram. Lo suyo es una explosión vitalista de tonos vibrantes en unos estilismos que han encontrado en Irala su telón de fondo ideal. «Me encantan esas calles tan pintorescas y coloridas que resultan perfectas como escenario para mis fotos», puntualiza.
La curiosa estética de Irala tampoco ha pasado desapercibida para el afilado objetivo de Leire Cavia. A esta joven fotógrafa bilbaína también le cautivó su gran parecido con el barrio británico y comenzó a maquinar nuevos retos siguiendo su olfato creativo. «Cuando ideo cualquier sesión, lo primero que hago es elegir la localización. Es un punto de partida muy importante: me tiene que llamar la atención, inspirar y producirme belleza visual. Este barrio tenía todos los ingredientes y un bonito contraste: me recordaba a Londres, aunque es algo muy nuestro».
Este proyecto surgió tras la primera ola de la pandemia, después de muchos meses de encierro, con el único objetivo de despertar con sus fotos del letargo gris en el que se habían sumido las ciudades durante el confinamiento. Cavia quería retratar un Bilbao alegre, lleno de vida, bajo el título 'Colours of Bilbao'. Irremediablemente, Irala era su lugar. «Quería transmitir una visión optimista a través de la moda», explica, «y poner una inyección de positivismo al futuro». Para ello, buscó la perfecta sinergia entre las tonalidades de las prendas que llevaron sus modelos y las fachadas de colores de los edificios. «Su indumentaria se camuflaba en las paredes».
Esto que vemos ahora como un barrio vanguardista fue el auténtico sueño del industrial panadero Juan José Irala quien, allá por 1908, levantó esta pequeña urbe dentro de la gran ciudad gracias a su visión empresarial y su mente visionaria. Fue durante aquella época de cambios, modernización y desarrollo económico que se vivió a principios del siglo XX y que transformó por completo el entramado de la ciudad. Trabajador infatigable, decidió cambiar la obsoleta panadería que regentaba en la calle San Francisco por un novedoso proyecto industrial y urbanístico a las afueras de Bilbao.
Nació así la Compañía de Molinería y Panificación (Harino Panadera), a la vez que brotaba un auténtico barrio de viviendas destinado a los propios trabajadores de su fábrica. Una nueva orden que pretendía proporcionar una salida barata a la necesidad de vivienda, incrementada por la inmigración del desarrollo industrial. Esta obra se fraguó así bajo el paraguas del movimiento higienista, para erradicar la insalubridad de las viviendas y mejorar la calidad de vida de sus trabajadores, contrariamente a lo que solía ocurrir en los centros urbanos densamente poblados.
Iralabarri, basado en un modelo anglosajón de periferia, acabó convirtiéndose en un conjunto de chalets y viviendas adosadas con jardines y patios particulares y todo tipo de servicios externos como campo de fútbol, escuelas, economato… Todo ello con un carácter social, filantrópico y educativo que facilitó la vida de los trabajadores y que reflejaba el férreo carácter ético y religioso que guio la vida de su fundador.
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