Artem (tzomaniy) baila por Bilbao
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Artem (tzomaniy) baila por Bilbao
Artem, el joven ucraniano que baila por las calles de Bilbao y cautiva en TikTokArtem Zubchuk tenía 15 años cuando empezó a bailar en su país, Ucrania. Ensayaba a conciencia en su escuela de danza para ganar competiciones de bailes de salón. Y aunque se llevó varios trofeos, él solo quería disfrutar. También sobresalía en Matemáticas, Física y Química. ... Solía competir en las Olimpiadas entre estudiantes de otros colegios. «Yo podía haber elegido el otro camino para tener un trabajo fijo y un futuro estable, pero escogí el que me sale del corazón. Al principio no veía la salida, fue muy duro, pero quise dar el paso aún teniendo miedo porque creo que en la vida hay que hacer lo que a uno le gusta», defiende este joven de 20 años.
Su madre quería que fuese ingeniero, como uno de sus cinco hermanos, pero ya va aceptando los deseos de su hijo. «Me llamaba cada día para decirme lo tonto que soy por haber elegido la danza, insiste en que me ponga a estudiar, que esto no es estable... pero ahora que estoy consiguiendo cosas está más tranquila». Artem ha convertido las calles de Bilbao en su gran pista de baile. Sus pasos son su energía, su reclamo y su fortaleza. Simbolizan el esfuerzo, la superación y el anhelo de vivir bailando. «Pase lo que pase, me quiero quedar aquí. A veces la lluvia nos impide salir a bailar, pero he cogido mucho cariño a la ciudad. Y, sobre todo, a la gente, que es muy generosa y acogedora».
También se mueve con soltura en las redes sociales. Supera el millón de seguidores en TikTok, donde un vídeo en el que baila bachata con su amiga Jenia en la plaza Unamuno ya ha cautivado a más de 50 millones de personas. «Les dije a mis compañeras en broma que iba a ganar 100 euros con el vídeo, que grabamos en cinco minutos, nos salió a la primera y ya me han pagado 500». Además, tiene una legión de fans en Youtube, más de 39.000; y supera los 6.000 en Instagram. Pese a su éxito repentino, mantiene los pies en el suelo. Solo los levanta para bailar.
En el verano de 2019, Artem dejó su país para venirse a Bilbao con su hermano Max, tres años mayor. «Nos sorprendió muchísimo la Aste Nagusia, el ambientazo que había en la calle. Y también nos impresionaron las fiestas de los pueblos», recuerda. Como desconocían el idioma y aún no tenían amigos, cada noche se dirigían al metro y seguían a la muchedumbre. «Nos bajábamos donde se bajaba la gente. Y muchas veces sí que pillábamos alguna fiesta». Y allí mismo, en plena calle, se ponían a bailar: «Hacíamos pequeñas acrobacias, improvisábamos, sacábamos a varias personas... se formaban corros muy grandes».
Después de cursar el Bachillerato en el Instituto Bertendona, Artem se matriculó en Dantzerti, la Escuela Superior de Arte Dramático y Danza de Euskadi. «Estuve yendo un año, pero lo dejé para explorar otras salidas». Él y su hermano conocieron a un bailarín africano que les propuso entrenar en la cooperativa Koop SF 34 del barrio de San Francisco. Lo que no imaginó Artem es que acabaría convirtiéndose en el profesor de salsa y bachata en este espacio de coworking. «Yo no tenía ni idea de estos estilos, así que aprendí a la vez que mis alumnos, pero viendo en casa vídeos de Youtube. Y gracias a esta oportunidad empecé a ganar dinero con la danza», cuenta.
Porque Artem y su hermano Max no se atrevían a pedir dinero por bailar en la calle. Solo llevaban su altavoz, ni siquiera un gorra para poner en el suelo. «Un día se acercó una señora y nos dio un euro. '¿Y esto por qué?' le pregunté. 'Porque bailas muy bien', me dijo». Con el tiempo, pusieron la gorra. «Pero no la pasábamos, porque no queríamos comprometer a la gente». Hoy dejan un pequeño maletín y siempre hacen una reverencia después de cada baile en agradecimiento al público.
Artem y Max ya no bailan solos. Se han sumado Jenia, de 19 años, e Iryna, de 38. Ambas llegaron a Bilbao huyendo de la guerra en Ucrania. «No bailaban, pero como no encontraban trabajo, les ofrecí hacer actuaciones juntos». Todo el dinero que ganan lo invierten en su pasión. «En hacer carteles para repartirlos, en los vestidos... y queremos comprar una pantalla digital para poner detrás de nuestros espectáculos». Ahora buscan profesores de danzas vascas para aprender a bailarlas. Y quieren alquilar un local en Deusto «para poder entrenar ocho horas diarias, ofrecer 'shows' con bailarines y en un futuro montar ahí una discoteca». A Artem no hay quien le pare. Le observan de cerca su padre y otros dos hermanos, además de Max, que también han venido a vivir a Bilbao. En la distancia, siguen cada uno de sus pasos su madre, refugiada en Israel; y otros dos hermanos que continúan en Ucrania. «La danza es un idioma que todos entendemos. Amo bailar y espero seguir haciéndolo toda mi vida».
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