Ana Antolín, la mujer que derrocha estilo en Bilbao con camisas de su hijo y sin tacones

A sus 53 años, esta vasca apasionada de la moda se viste como siente, sin importarle las miradas de los demás; y demuestra en su perfil de Instagram, 'Anantolinfifty', que la elegancia no depende del dinero ni de la juventud

Martes, 24 de noviembre 2020

Ana Antolín fantaseaba de niña entre la ropa de cama. Se las ingeniaba para que las sábanas ejercieran de vestido, las mantas de chaquetones y las cuerdas de saltar que tenía en su habitación le servían de cinturón. Una vez que ya estaba lista, arrastraba ... la parafernalia por el pasillo hasta ponerse frente al espejo más cercano. «Verme con aquel vestuario me rechiflaba, ¡me creía la reina del Shabat!», exclama entre carcajadas. Vestir a las Nancys y a las muñecas recortables que le compraba su padre los domingos después de ir a la iglesia eran dos de sus perdiciones. «Fíjate, era tan feliz con unos simples trozos de papel», recuerda. La moda le apasiona desde la infancia y a sus 53 años todavía se pregunta de dónde le viene esta «vena creativa». «Mis padres siempre han sido muy austeros con la moda», confiesa. Así que ella considera que tiene un don innato para trasladar las tendencias a su estilo personal. «A mis dos hermanas también les gusta y son muy coquetas, pero no tanto como a mí. No lo puedo explicar, es mi pasión», añade.

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Nació en San Sebastián, e indica orgullosa que tiene ADN bilbaíno en la sangre. «Mi abuela y mi aita nacieron en la villa. Solo que después, cuando mi padre era joven, se marchó a trabajar a la capital guipuzcoana y mis hermanas y yo nacimos allí», explica. Tras haber vivido una temporada en el sur, se puede decir que el destino le ha traído hasta Bilbao, donde reside con su familia, su marido Ángel -su novio de toda la vida- y sus dos hijos, de 21 y 16 años; y espera «de corazón» poder quedarse aquí el resto de su vida. «Es una gran ciudad, estoy muy contenta. Además, me siento muy afortunada por vivir a cien kilómetros de mi madre y de mis hermanas, que se encuentran en San Sebastián», cuenta. Esta mujer sensible y de trato fácil estudió Relaciones Públicas y trabajó muchos años como comercial. Más tarde, consiguió plaza para trabajar en Osakidetza y ejerció de administrativa, hasta que lo tuvo que dejar, ya que se trasladó a vivir a Córdoba. Hoy en día no trabaja «fuera de casa». «Lo he decidido así y creo que ha sido un acierto. Estoy volcada en ayudar a mis hijos en todo lo que puedo», cuenta.

Ángel

Pero sus quehaceres le permiten disfrutar cada día de sus «mil pasiones». «He trabajado mucho a lo largo de mi vida y ahora me he propuesto hacer las cosas que tenía pendientes», añade. De hecho, no para quieta. «Soy una persona de hábitos, me gusta llevar una vida ordenada, muy saludable y cumplir con mis rutinas», añade. El deporte forma parte de su vida, lo que le permite mantenerse bien física y mentalmente. «Hay días en los que salgo de casa a andar con el cable cruzado y vuelvo súper optimista. Me pongo el reloj con el que cuento los kilómetros y hago caminatas a todo gas, como digo yo», declara entre risas. Unos largos paseos que combina con sesiones de pilates en máquina. «Una cosa es hacer el cardio y otra trabajar la musculatura. Es algo muy importante para las mujeres de mi edad que tienen la menopausia», cuenta. Además, el yoga le brinda uno de sus momentos preferidos del día: se despierta cuando todavía no ha amanecido, coge su esterilla y comienza a estirar. «Luego me pongo un desayuno súper rico y me lo tomo en silencio, cuando todo el mundo está dormido», confiesa. Después, aún le queda tiempo para leer, pintar y hasta restaurar muebles.

Ángel

Ana cada día disfruta más de la moda. «Para mí es una forma de expresión, mis vestimentas hablan de mí y de mi personalidad», cuenta. A sus 53 años, confía en sí misma y tiene la seguridad suficiente para vestise fiel a su estilo, sin importarle el qué dirán. «He llegado a una edad en la que me da igual lo que opinen los demás sobre mí, así que me pongo lo que realmente me apetece», asegura. Le parece la «bomba» mezclar prendas actuales con otras 'vintage', que tienen incluso más de 20 años. «Tengo ropa de la que no me quiero deshacer nunca», declara. También combina en el mismo look texturas, como la lana con el satén, y colores arriesgados, como el rosa con el fucsia. «¿Y por qué no? Todo es posible en la moda», zanja. Y en sus estilismos, Ana no duda en echar mano del armario de su hijo. «Me presta las camisas. Usamos la misma talla y me encanta como quedan. Cuando voy de compras siempre me paso por la zona de hombre y encuentro cositas. Eso sí, luego las llevo a mi terreno y las hago femeninas con algún accesorio», declara.

Para ella, las redes sociales son una fuente de inspiración. «Miro aquí y allá. Aunque no quiero engañar a nadie, no soy una entendida en moda, ni sigo las tendencias a rajatabla», confiesa. Solo introduce en su armario aquellas piezas que le gustan y le favorecen. «Es cierto que con los años me siento menos favorecida con algunas prendas, pero he comprendido que la moda no tiene edad», indica. Y con el objetivo de demostrar que las mujeres mayores de 50 años no son «invisibles» en este mundo, se abrió el pasado verano un perfil de Instagram, que ya supera los 10.000 seguidores, con quienes comparte sus looks dos o tres veces a la semana. «En realidad, surgió de forma casual. Me cambiaba mucho la foto de WhatsApp y mis amigas me escribían ansiosas porque querían ver la siguiente. Una de ellas me recomendó que me hiciera una cuenta de Instagram. Así que le pedí a mi hijo que me abriera una, porque yo no tenía ni idea de cómo funcionaba», cuenta. Hoy se ha convertido en icono de moda y está «encantada» de poder inspirar a otras mujeres. Su marido, Ángel, el amor de su vida - llevan más de 20 años felizmente casados- es la persona que está detrás de cada instantánea. «Le gusta mucho la fotografía», añade. Y ella con el tiempo se ha acostumbrado a posar frente al objetivo: «Antes me daba mucha vergüenza, pero poco a poco me voy soltando».

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Ángel

«No hace falta invertir mucho dinero en moda para vestir bien»

La pandemia le ha impedido descubrir todavía demasiadas tiendas locales de la villa. Pero hasta ahora, se queda con la boutique Minimil y sus prendas minimalistas con estilo vasco. «Además, siempre intento adquirir ropa confeccionada lo más cerca posible de casa», admite. Y cuando compra, Ana es fiel a un principio: «no hace falta invertir mucho dinero en moda para vestir bien, sino tener estilo y gusto para mezclar las prendas».. En concreto, ella adquiere piezas de firmas y comercios 'low cost', que mezcla con otras más exclusivas, como los bolsos que le regalan sus familiares en alguna celebración especial o los que consigue en rebajas. «Eso sí, optar por un buen calzado para mí siempre es fundamental, al andar de un lado para otro tengo que ir cómoda. Huyo de los tacones, solo los dejo para los eventos especiales, como no sé andar con ellos...», explica sonriente.

Admite que tiene los armarios de casa «invadidos» por sus 'trapitos'. «Le di a mi hijo una televisión a cambio de que me dejase un hueco en su armario«, confiesa entre risas.En su vestidor, no pueden faltar los vaqueros, que tiene de todos los estilos: desde los campana, que estilizan la figura, hasta los 'baggy'. «Nunca pensé que iba a abandonar los pitillo, pero lo hice. Me lo dicen hace un año y no me lo creo», cuenta. No tiene un estilo definido, se viste en función de lo que vaya a hacer ese día o del ánimo con el que se levante. Por eso, cuando esta de bajón, intenta incluir en su vestimenta prendas de color. «Eso sí, este otoño no me quito los trajes de dos piezas de tartán, las zapatillas converse y las botas militares, que me parecen súper cañeras», añade. Y suele completar sus looks con una boina Elosegui. «Las tengo de todos los colores. Aportan a la vestimenta una aire afrancesado que me vuelve loca», declara.

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Mientras muchos se concienciaron durante la cuarentena sobre una forma de consumir más responsable, Ana lleva años siendo consciente de que menos no siempre es más. Busca gangas de segunda mano por Internet con el fin de alargar su vida y hace limpieza de armario de vez en cuando.Las prendas que no utiliza o las que no necesita, las dona a Cáritas para que otras personas las puedan lucir. «Esto me hace sentir bien», concluye.

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