Ainhoa, artista bilbaína
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Ainhoa, artista bilbaína
Ainhoa, la artista bilbaína que retrata Euskadi y su gente en cuadros que llegan hasta AustraliaAinhoa Montánchez pinta desde que era una niña tímida y curiosa que se entretenía dibujando en las servilletas de los bares y vendiendo sus manualidades en las plazas que encontraba durante sus viajes de verano. Aunque no existe un gen artístico, esta bilbaína de 31 años está convencida de que su vena creativa está unida a la de su aitite Alberto, a quien no llegó a conocer, pero que también amaba dibujar. «Era inventor y publicista y, según dicen mis aitas, una persona muy carismática, como los protagonistas de mis cuadros», cuenta Ainhoa mientras busca en su móvil una foto de su aitite.
Con ocho años, pidió a sus padres que le inscribiesen a la academia de dibujo y pintura Iñaki Arce de Deusto, donde aprendió a pintar al óleo. No olvida su primer cuadro. «Pinté un caserío vasco para mi tío, que estaba hospitalizado y no tenía vistas desde su habitación. Lo puse en su ventana para que pudiese contemplar nuestras montañas y hacer más bonitos sus últimos días», recuerda. Entonces empezó a pintar paisajes típicos de Euskadi y lugares especiales para su familia, como el Café Bar Bilbao, donde se conocieron sus abuelos.
Pese a que nunca ha abandonado su faceta artística, estudió Publicidad y Relaciones Públicas en la UPV/EHU y, al finalizar la carrera, se mudó a Barcelona para cursar un máster. Allí aparcó su pasión durante un tiempo, pero enseguida empezó a extrañar la pintura: «Me llevé mi caballete desde Bilbao para pintar en casa». En plena pandemia, mientras trabajaba para Grupo Planeta, despegó su aventura con el arte. Comenzó a pintar retratos de personas carismáticas y en actitud tranquila y relajada que veía por la calle. En una sociedad que obliga a estar pendiente del afuera, Ainhoa se fija en personas que disfrutan de su soledad, que valoran el silencio y están inmersas en su mundo interior. «Me fijo en alguien que está comiéndose tranquilamente unas pipas en un banco, leyendo un libro en un parque, contemplando un edificio... o en aquel chico que estaba jugando al solitario en un bar. Creo que los momentos más sencillos son los que más disfrutamos y que en esas escenas cotidianas está la verdadera alegría de vivir».
Ainhoa no puede repasar su trayectoria sin mencionar a la artista Patricia Cancelo, a quien conoció en una visita a su taller de Barcelona. «Me contó que había vivido una época en Bilbao y que expuso en el Guggenheim. Le enseñé mi obra y me recomendó compartir fotos de mis cuadros en las redes sociales». Patricia encendió la chispa. Los seguidores de Ainhoa en Instagram empezaron a crecer y descubrió que la mayoría era de Australia. De hecho, su primera venta le llegó por esta vía y de este lejano destino. «Contactó conmigo un australiano, que regenta un negocio en el que restaura muebles, y se interesó por tres cuadros. Le di un precio, creé un logo y una factura, y me fui a la ducha pensando que no los vendería. Al salir, comprobé que ya había recibido la transferencia. Ahí supe que mi arte tenía un mercado y la pintura dejó de ser solo un hobby».
Esta artista bilbaína comenzó a trabajar con galerías en Londres, Suecia y Australia y a exponer en varios edificios emblemáticos de Barcelona, donde vivía. Ainhoa compaginaba su trabajo de oficina con la pintura, pero su curiosidad por Australia, donde no conocía a nadie pero compraban su obra, le llevó a mudarse a Melbourne en abril de 2023. «Pasé todo el año pintando y, aunque mi idea era dedicarme por completo al arte, terminé trabajando también en algunos proyectos de marketing como autónoma. De hecho, conseguí mi primer trabajo antes de aterrizar en tierra australiana, en el vuelo Qatar-Melbourne, hablando con un hombre que resultó ser fundador de una startup farmacéutica», cuenta.
Uno de sus encargos más especiales llegó de un estudio de arquitectura e interiorismo de Londres, encargado de reformar un castillo del siglo XV en Francia para una pareja australiana, que se enamoró de su cuadro 'Patxi'. «Me encargaron pintar una versión más grande para la entrada de su castillo, donde hoy vive Patxi como vigilante y maestro de llaves», ríe. Apasionada por viajar y conocer nuevas culturas, reconoce que vivir fuera le ha hecho apreciar aún más su tierra. Por eso, antes de marcharse de Australia, propuso en una galería de arte hacer una exposición de una colección inspirada en Euskadi y su gente. «Está protagonizada por los marineros y los pescadores, pero mis cuadros también reflejan la gastronomía, la tradición y la belleza de mi tierra».
Su obra también está influida por Lekeitio, donde ha pasado los veranos de su infancia. «Mis aitas solían alquilar una casa en la plaza Arranegi, donde los pescateros vendían el pescado fresco que los marineros acababan de traer al puerto. Me encantaba ir corriendo a ver esta escena y cotillear los cuadros marineros de una pequeña tienda de arte que había en una esquina de esta plaza», recuerda. En abril, Ainhoa volvió a Bilbao, pero por poco tiempo. Se acaba de mudar a Ámsterdam para continuar su viaje artístico. «Mi ilusión es seguir compaginando mis dos pasiones: la pintura y el marketing. Me hace feliz vender mi arte y, al mismo tiempo, ayudar a marcas a crecer. Siento que siempre me acompañará la pintura, porque me permite expresar mi creatividad y sentirme viva. Es un orgullo ver mis cuadros colgados en hogares de todo el mundo. Y presumir de mi tierra, donde algún día volveré».
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