«Si las cosas no salen bien, siempre está ahí para animarme»

«Está conmigo desde que jugaba en Miami. Llevaba dos años allí, estaba solo y pensé que sería buena idea rescatar a un perro. Me acerqué a un refugio, pero no tenían ninguno. Y, justo cuando me marchaba, llegó un camión y vi que lo traían a él. Era un bebito, no sé por qué me llamó tanto, pero lo tuve claro al momento y él también: lo cogí y me empezó a chupar la mano. Parecía que estaba destinado a cruzarme con aquel camión», relata Iván. El cachorrillo trajo una nueva alegría a su vida cotidiana en Estados Unidos: «Me hizo muchísima compañía mientras estuve allí y después ya se ha venido conmigo a cada sitio al que he ido. Es uno más de la familia». Como resultado, Benji se ha acostumbrado a la existencia un poco nómada de un jugador de baloncesto: en estos cinco años, ha residido en Miami, en Lugo, en Sevilla y en Bilbao.

Tampoco se puede decir que los desplazamientos le afecten mucho, porque es un animal flemático, que lo asume todo con admirable serenidad. «Es muy tranquilo, pero mucho. En casa se queda sentado, viendo la tele, y también duerme un montón. En la calle le gusta corretear, pero sin alejarse mucho de mí. No suele interesarle tener mucho trato con otros perros». De hecho, es tan formal que, para contar alguna trastada suya, hay que remontarse a aquella vez que de cachorro se zampó parte de un mando a distancia. «También es muy obediente y muy listo, ya se sabe que los mestizos son más espabilados. ¡Sabe algún truquillo!», presume Iván.

Fue en Sevilla cuando a Benji le dieron un buen sobresalto. De pronto, un día, apareció en casa una desconcertante bolita peluda. Se trataba de Velvet, la otra mascota de Iván y su pareja, un braco de Weimar que ahora mismo está con la joven en Vitoria. «Tiene dos años y, cuando la llevamos a casa, era tan pequeñita que cabía en mi mano. Benji se puso a observarla, la olía, se marchaba, volvía... Estaba muy extrañado, pero ahora conviven bien, se toleran». Eso sí, el macho mestizo y la hembra de braco tienen caracteres tan opuestos como el día y la noche: «Ahora mismo, este se ha quedado quieto aquí, a nuestro lado. Pues bien, la otra estaría corriendo y saltando por todas partes. Es una perra de caza con muchísima energía y megajuguetona: siempre esta intentando jugar con Benji, pero él pasa».

Al cabo de estos cinco años, el jugador del Bilbao Basket sigue muy contento de haber dado aquel paso en Miami. «Los perros te quieren con locura. Los días duros, después de perder un partido o cuando no han salido las cosas bien, siempre está ahí para darme mimos y animarme».