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Por raro que suene, en la foto aparecen dos malamutes descansando en las escaleras del Puerto Viejo de Algorta. Uno no deja mucho lugar a dudas: Kaia es uno de los pocos ejemplares vizcaínos de su raza, quizá el único, que puede lucir con pleno derecho la etiqueta de Alaskan malamute, ya que realmente nació en el estado más septentrional de la Unión. Más inusual aún es lo de Aitor Zorriketa, el humano, que no solo se ha acostumbrado en los últimos años al sobrenombre 'Malamute', sino que lo utiliza con orgullo en sus perfiles públicos, como si su naturaleza hubiese asumido algunos rasgos de su amiga perruna. La responsable del apodo fue la cantante Inés Eleuteria, su compañera en la banda Mississippi Queen & The Wet Dogs: «Ella empezó a llamarme 'Malamute', porque soy como uno de ellos en realidad: mimoso, cariñoso, tontorrón y con el apetito de un perro», se ríe el guitarrista, que también toca en Quaoar (ahí se ocupa del bajo) y Kresala.
Su deslumbramiento con los malamutes se produjo cuando se mudó de su Basauri natal a Mundaka. Su pareja de entonces le habló de esta variedad ártica y acabaron haciéndose con un macho, Lodi. La incorporación posterior de Kaia fue más o menos accidental: «Tenía otro nombre y otro dueño, un tipo muy peculiar, obsesionado por esta raza, que se la había traído de Alaska. Supuestamente estaba encantado con ella y la quería muchísimo, pero se cambiaba de casa y me dijo que no podía llevársela. Así que me la quedé». Aitor la rebautizó como Kaia ('muelle' o 'puerto' en euskera) en homenaje a aquel pedazo de la costa vizcaína: «Estoy enamorado de Mundaka. El mar es necesario, te da la vida, y Kaia es un nombre sencillo, bonito y muy diferente del mío, para que no nos volvamos los dos a la vez».
Los comienzos con Kaia no resultaron fáciles: «No sabía lo que era la correa y estaba cero educada. Había sobrevivido sola y le costó mucho relajarse: no entendía que iba a salir varias veces al día, o que iba a tener compañía. Pero acabamos descubriendo una perra maravillosa. ¡Es una malamute! Supernoble, muy de familia, parece un muñeco de peluche pero no le puedo quitar el ojo de encima, porque los malamutes tienen instinto salvaje. No es como un perrito faldero o un golden retriever: los malamutes no son fáciles, pero te dan más que cualquier otro perro», desarrolla Aitor. ¿Y cómo describiría el carácter de Kaia, más allá de los rasgos de su raza? «Es muy buena, pero un poco impredecible. Tiene genio, toma sus decisiones y, sobre todo, es una superviviente: cuando la cogimos, no lloraba por nada y se quitaba ella misma las zarzas si se enganchaba. Debería estar en Alaska, pero trato de darle la mejor vida que puedo».
'Malamute' y su malamute disfrutan juntos de largos paseos por la costa y la montaña. ¿Le encantará la nieve, no? «Cuando la llevé, gozó mucho al principio y después se echó una siesta en lo blanco. Hay que hacerle quemar energía, pero no tanto física: está bien que se canse, pero también tiene que pensar, darle al coco. Hay que dejarla que huela, que busque, que escarbe... No se trata de tirarle el palo 65 veces, sino de tirárselo 'feo' para que tenga que esforzarse. Y estos perros necesitan, sobre todo, amor, compañía y comprensión: si el malamute no está contigo, se muere de pena», detalla Aitor, afincado actualmente en el Puerto Viejo.
Por cierto, ¿qué fue de Lodi, aquel macho que supuso, podríamos decir, su primer paso para acabar ingresando en la raza? «Tenía una ansiedad brutal. Probé a sacarlo a horas diferentes, llevarlo a sitios distintos, pero nada. Traer a Kaia fue una medida drástica, pero no funcionó, así que al final lo llevamos a Santander, donde un tipo tiene una manada de malamutes como perros de tiro. Allí está tan contento».
Raza: malamute de Alaska.
Edad: 5 años.
Peso: 20 kilos.
Carácter: noble y cariñosa, pero con un punto imprevisible. «En casa me las ha liado pardas, con sacos de harina, pan rallado y quinoa por la alfombra», suspira Aitor.
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