Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Patricia llevaba tiempo masticando la idea de aumentar su familia perruna. No le importaba la raza, el tamaño, ni la edad, solo tenía claro que encontraría a su nuevo peludo en una protectora. Iker, su pareja, siempre lo repite: «Para comprar un perro solo hace ... falta tener dinero. Para adoptar, solo hay que tener corazón». Y de eso a ellos les sobra. El cumpleaños de esta joven bilbaína, que sopló 37 velas el pasado 13 de marzo, ha sido la excusa perfecta para dar la bienvenida a Vega, una mestiza de dos años que no ha tenido una vida fácil.
Iker había planeado todo en secreto. Durante semanas se dedicó a buscar protectoras y perretes que encajaran con el modo de vida de su pequeña familia. Él tenía experiencia en estos menesteres, puesto que hace siete años ya había adoptado a Tesla, otra mestiza con el corazón tan grande como la impronta que dejó la persona de la que tomó prestado su nombre. Ella es una mezcla compensada entre la bondad de un mastín y la inteligencia de un pastor vasco del Gorbea. Treinta kilos de amor y picardía que reclama mimos constantes y muerde calcetines sucios de buena mañana para ganarse una dosis de caricias extra. Una perra muy humana que siempre ha hecho caso omiso a los de su misma especie hasta que ha llegado su hermana.
Vega fue sacada de su propio infierno por 'Adopta en Los Abedules', una Asociación Protectora de Animales de Cantabria en la que rescatan, sanan y buscan casas responsables para perros sin hogar. Uno de los ángeles de la guarda que trabaja allí desinteresadamente sabía que esta perrita vivía en una casa de pueblo, donde siempre había estado atada y tratada a patadas. Consiguió alejarla por fin de aquel abismo para acogerla en su casa hasta que encontraron a las personas idóneas. «Te prometo que voy a encontrarte una familia», solía susurrarle. Y no pudieron elegir mejor.
Un par de días antes de su cumpleaños, Patricia recibió una carta de parte de Tesla, a modo de aperitivo de lo que estaba por llegar. «Querida mamá, desde que te conocí me has abierto tu mundo. Ahora me toca a mí arrimar la patita y ayudar a otros de mi especie que lo están pasando mal», leyó entre lagrimones. Vega ya los estaba esperando. El lunes 14 de marzo pusieron rumbo a Cantabria para encontrarse con ella. Esperaba en un jardín cercado, al fondo del todo, agazapada en un rincón y muerta de miedo. Se tumbaron con ella y Tesla se acercó a olisquear con curiosidad. «Buena señal, ya que no es muy dada a hacerlo con otros perros». Tras finalizar los trámites pertinentes, y con un tranquilizador hilo musical para su viaje en coche, comenzó el primer día de su nueva vida.
Tal y como nos cuentan Patricia e Iker desde su experiencia, la protectora «Adopta en Los Abedules» siempre va a mirar por el bienestar de sus animales en todos los escenarios posibles. Por eso, y en primer lugar, los interesados deben rellenar un exhaustivo cuestionario para estudiar la compatibilidad y las condiciones en las que va a vivir el perro. A Vega se la entregaron castrada, desparasitada y con las pertinentes vacunas a punto. Tan solo tuvieron que pagar una cuota de 150 euros para cubrir esos gastos. Además, se comprometen a hacer un seguimiento de la evolución del animal, haciendo visitas presenciales a casa si es preciso. En el hipotético caso de que la adaptación no fuera buena o que el adoptante no pudiera hacerse cargo del perro por determinadas circunstancias, ellas siempre volverían a por él para buscarle una casa de acogida o una nueva familia. Pero esto debería ser siempre la última opción. «Adoptar es una decisión muy importante. Son animalitos que realmente sufren. Si adoptas, tienes que ser consciente de lo que te estás llevando a casa, de que realmente vas a poder atenderlo bien y que le vas a poder dedicar el tiempo que necesite para corregir los miedos o fobias que pueda tener. Hay que hacerlo de manera muy consciente, no es ningún capricho», recalca Patricia.
Vega llegó atemorizada, prácticamente no se movía y convirtió el sofá de casa en su zona de confort. «No quería bajar de allí». Comía con voracidad, quizás por las penurias que sufrió en su otra vida. En la calle, se asustaba con cualquier ruido, sobre todo el de los vehículos, y se agazapaba cada vez que se cruzaba con personas, en especial si eran hombres. Desde que llegó, tampoco ha emitido sonido alguno, ni rastro de aullidos, ladridos ni lamentos. «No abre la boca. Puede que se haya acostumbrado a no decir ni 'mú' por miedo», explica. Patricia reconoce que los dos primeros días tampoco ella se sintió cómoda. Estuvo angustiada pensando en que quizás no podría ser capaz de enderezar la situación. «La veía tan poquita cosa, con esa carita de miedo, que solo tenía ganas de achucharla», reconoce. El cariño es vital, pero también es importantísimo hacer que el animal se enfrente a sus propios miedos de forma progresiva. Fue un reto para todos y lo consiguieron juntos, dedicando tiempo y buena voluntad. «Hemos aprovechado este mes que tenemos de vacaciones para volcarnos en ella». Y no es difícil, siempre que se disponga de la información pertinente y las herramientas adecuadas. En tan solo seis días, el cambio de Vega ha sido espectacular, y a este vídeo corriendo con Tesla por la playa de Laredo nos remitimos.
«Comenzamos a ver vídeos en Youtube y tutoriales muy prácticos como los de '4 Ever Dogs'. Con ello nos dimos cuenta de todas las cosas que estábamos haciendo mal». Si Vega si asusta con el sonido de una moto, en vez de huir al lado contrario, intentan seguirla con tranquilidad, para que entienda que eso no es un peligro. Cuando ven a una persona, ya no se cambian de acera. «Si te apartas, te vas y los sobreproteges con caricias, los perros interpretan que ese señor o esa moto son algo malo. A base de enfrentarnos con calma, ya se cruza con ellos tan normal». Un perro con miedos es más difícil de educar y reconducir, requiere más esfuerzo y dedicación, «pero no por ello hay que echarse atrás en la adopción. Estamos viendo que, si se trabaja, el miedo se vence. Todo se puede superar».
Esta perrita con dejes de Setter y Border Collie comienza a dar muestras de esa personalidad que ha tenido anulada durante sus dos únicos años de vida. Ya se baja del sofá, husmea por los pasillos y mueve el rabito cuando llega al portal tras una buena caminata. A buen seguro que su nuevo hogar le parece un lugar muy reconfortante. «Es muy graciosa, se la ve más relajada y feliz. Es tranquila, pero tiene su momento saltarín. Yo creo que es chispita, aunque aún no lo ha sacado del todo». En su hermana Tesla ha encontrado a una figura protectora y a una compañera de juegos en casa, carreras a la orilla del mar y siestas mientras suenan los acordes lentos de una guitarra.
Esta bola de pelo que no llega a los 20 kilos también ha cambiado con su sola presencia a cada uno de los miembros de su nueva familia. A Tesla le ha vuelto a crear un fuerte vínculo con el mundo animal, «del que estaba totalmente desconectada», y a sus padres les ha unido aún más. «Ahora ya no nos turnamos para dar una vuelta. Salimos los cuatro en familia y los paseos se alargan. Hemos fortalecido nuestra relación». Para ellos es una gratificación y un orgullo estar ayudando a Vega, pero siempre se ha dicho que los perros te devuelven ese amor por mil, y aquí está la primera prueba.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Noticias recomendadas
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.