maría calvo
Martes, 6 de septiembre 2022
«Casi me desmayo cuando me lo dijeron», asegura Raquel González, la interiorista vizcaína que ha llevado a cabo una de las grandes reformas de toda su trayectoria profesional. Y es que no todos los días se tiene la oportunidad de dar un lavado de ... cara a un pedacito de la historia de Getxo. Hablamos del Palacio Eguzkialde, un edificio de postal situado en el exclusivo barrio residencial de Neguri y con vistas al Abra que recuperó su esplendor gracias a Construcciones José Martín, la promotora riojana que se hizo con él hace unos años para crear cinco viviendas de súper lujo. Pues bien, la reforma de interiorismo de uno de los pisos ha caído en manos de González. «No es un proyecto cualquiera, es el proyecto», enfatiza, «y la envidia de cualquier interiorista del norte de España».
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Se trata de uno de los edificios más conocidos y representativos de la arquitectura vizcaína del primer tercio del siglo XX. Este palacio de estilo montañés, conocido popularmente como «La casa de la alcaldesa», fue diseñado por el arquitecto Leonardo Rucabado en 1918, por encargo de la familia Barbier. Un siglo después, y tras más de una década de abandono y deterioro, cinco familias volverán a dar vida a su espectacular interior. Firmar una de estas reformas «es lo máximo como prestigio» para Raquel González.
Un total de 200 metros cuadrados, incluyendo tres terrazas, ocupan toda la primera planta del palacio, donde eligieron pavimiento de madera de nogal, paredes en tonos piedra, molduras y papel. Un lienzo en blanco para la creatividad de la interiorista que se presenta a cuatro vientos, lo que significa que disfruta de luz natural en todas las estancias y a cualquier hora del día, uno de esos lujos que no están al alcance de cualquiera y que es un plus para cualquier profesional del sector a la hora de diseñar. Además, presume de unas vistas privilegiadas al mar, frente al Abra y el puerto deportivo de Getxo, en un enclave residencial proyectado en forma de ciudad jardín inglés, a juzgar por sus palacios, mansiones y caseríos colindantes de incalculable valor arquitectónico.
Para la rehabilitación del Palacio Eguzkialde se tuvo en cuenta el carácter protegido del edificio, ya no solo a efectos de fachadas y cubierta, sino también con respecto a la distribución interior y a la disposición de los elementos comunes. Por eso, el objetivo fue en mantener el encanto señorial y clásico del edificio combinándolo con un diseño moderno y actual que cumple con todos los criterios 'passivhaus'. La intervención de Raquel González se centró principalmente en el proyecto de interiorismo y en alguna pequeña obra, «aunque poco podía hacerse porque había mucho muro de carga y mucha protección por parte de Patrimonio. Además, cuando el plano llegó a mis manos, la propietaria ya había dado el ok a la distribución planteada por la constructora», explica.
Desde el mismo hall, amueblado con un espejo y una consola barroca de latón sobre la que descansa una escultura de Maite Carranza, se percibe una bonita visión frontal de la chimenea del salón que da la bienvenida a las visitas.
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A la derecha se encuentra la cocina, hecha a medida y en forma de U para aprovechar al máximo el espacio. Es de color blanco y líneas clásicas. Lo que llama la atención es el contraste con el papel pintado azul de la parte superior, que abarca de suelo a techo en la zona de cocción.
Frente a la cocina, se sitúa un aseo de cortesía, con un atrevido lavamanos cilíndrico, y el dormitorio de invitados con su propio baño, con un porcelánico en forma de nido de abeja y acabado de madera con relieve. Estos son los únicos espacios que no cuentan con luz natural, por lo que se buscó la iluminación artificial reflejada en revestimientos de papel con mucha personalidad.
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El salón comedor tiene acceso a la terraza principal con vistas al mar. Es la estancia reina de la casa. Destacan varias obras de arte, pinceladas de color y una cuidada selección de mobiliario para crear un conjunto «con un rollo Art Déco, de tintes sesenteros», explica González. En uno de los laterales, hay un coqueto balcón en forma de mirador semicircular frente al que se ha situado una original barra de bar. Las luminarias tienen un papel más actual, tanto las de pie como los discretos apliques del techo. Tras una puerta de doble hoja acristalada con palillero, ideal para diferenciar ambientes, se encuentra el comedor, frente a una obra mural de María Aztiria.
La terraza se distribuye en dos ambientes: una zona de estar y otra de comedor, con mobiliario diseñado especialmente para exteriores. Las dimensiones abarcan toda la fachada frontal, con vistas al jardín con piscina comunitaria. El contraste entre la piedra del edificio y los muebles actuales genera una visión cautivadora.
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A través de un pasillo revestido de papel azul y dorado llegamos al despacho, una estancia muy versátil presidida por una librería hecha a medida y un escritorio de fibras naturales.
En el otro extremo del piso encontramos la suite, con dormitorio, vestidor, baño completo y acceso a las otras dos terrazas. Un diseño de líneas sencillas con pinceladas de color, como el verde de las cortinas, elección personal de la propietaria. En la pared del cabecero se planteó un ventanal que conecta con el vestidor, para ampliarlo visualmente. El baño, tiene un mármol tipo mosaico en blanco y negro en el pavimento y un armario que sigue una línea tradicional, con una tela interior que recuerda a las viejas mallas de gallinero. El revestimiento es un elegante mármol de 2 centímetros «de toda la vida», con detalles en negro.
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En definitiva, hablamos de un proyecto residencial con carácter y confortable rodeado de muros de historia. «Tiene un rollazo que me fascina, tanto que me vendría a vivir aquí con los ojos cerrados ya mismo», confiesa Raquel González. ¡Y quién no!
Puedes ver todos los detalles de esta reforma en nuestra galería de imágenes.
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