José Manuel Arroyo se enfrentó al reto de reformar un piso para una familia que buscaba «algo completamente diferente a una vivienda convencional». Una propuesta realmente atractiva para un interiorista que encuentra su estilo en la improvisación y en los lugares a desarrollar. «El propio ... espacio es el que me guía con su luz, sus formas, sus volúmenes y su entorno», asegura. Se encontró con un inmueble de 130 metros cuadrados, situado en pleno Ensanche bilbaíno. Una casa de una sola planta en Rampas de Uribitarte que debía convertirse en un acogedor hogar de aspecto diáfano para sus tres futuros inquilinos. «Vivían en una vivienda pequeña y buscaban una casa con espacios amplios», puntualiza el bilbaíno.
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Siguiendo las directrices del cliente, las estancias se han diseñado en modo abierto, para que la iluminación llegue a toda la vivienda, aprovechando así la luz natural que entra por el mirador y sus grandes ventanales. La casa está compuesta por un salón, donde se ha integrado la cocina y el office-comedor, tres dormitorios y dos baños, y si algo juega un papel fundamental en cada una de estas estancias es el tratamiento de los materiales y la elección a conciencia de los muebles.
Si algo define el trabajo de José Manuel Arroyo es su indiferencia hacia los dictados de la moda y de las tendencias, haciendo de la atemporalidad la base de sus proyectos. Se guio por la intuición, dejando que los propios materiales del edificio jugaran un papel protagonista, sin ocultar, sin maquillar, descubriendo belleza donde otros tan solo verían ruinas. Es por eso que dejó a la vista las escayolas derruidas, el ladrillo y el hormigón, transformándolos en un elemento decorativo más de este lienzo en blanco que tenía por delante. Partiendo de este punto, imposible pasar desapercibido la estructura del salón, convertida en la estancia principal de la vivienda. Un lugar de encuentro que respira paz y eclecticismo en sus innumerables detalles.
El interiorista bilbaíno decidió mantener el techo original, con un cielo raso semiderruido, respetando parcialmente unas señoriales e intrincadas molduras que se han convertido, casi sin quererlo, en el eje principal sobre el que gira el resto de la estancia. El office-comedor, que está integrado en este espacio, tiene una galería-mirador con estupenda iluminación y maravillosas vistas. Como vemos, se integró el hierro como elemento de refuerzo y en el suelo se utilizó parquet de marquetería hecho a mano con madera de roble, formando losetas cuadradas en forma de espiga.
La cocina, situada dentro de una urna metálica con vidrio, hace que su pequeño tamaño no importe demasiado, ya que está abierta al salón-comedor. «Así se ahorra espacio en la cocina, optimizando al máximo los huecos», concreta.
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Las vigas de madera juegan en perfecta armonía con un entramado de materiales nobles, paredes de ladrillo, colores y paneles de espejo que crean sinergias con el propio mobiliario. «Se funde todo para crear un fondo de estructura y así darle importancia a la historia de los diferentes muebles», explica Arroyo. Y es que estas piezas tampoco se han dejado al azar, ya que han sido elegidas una a una en anticuarios, tiendas y rastros, e intercaladas con otras que eran propiedad de la familia.
El aparador de la televisión es de estilo nórdico y está restaurado, al igual que las butacas danesas. Los sofás, estanterías, mesas centrales y auxiliares fueron compradas en Hanbel. Sin embargo, la mesa de comedor, adquirida en esta misma tienda, fue manipulada intencionadamente. «Se cambió la tapa por una de vidrio, pero se aprovechó para crear la puerta corredera del dormitorio principal», nos cuenta. Las pinturas y los cuadros, obras de un artista de Euskadi, añaden pinceladas de color, mientras que luminarias, colocadas estratégicamente, aportan dramatismo a la escena. Aquí todo tiene su razón de ser, su sitio lógico dentro del espacio.
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El dormitorio principal está pensado al milímetro, con una zona de vestidor en la entrada y baño integrado, sin más barreras físicas entre uno y otro que una viga de madera y el contraste entre los suelos de mármol y el de espiga. Destaca la bañera, la única pieza que se ha dejado fuera, casi a modo de elemento decorativo sin perder su funcionalidad.
El baño se ha dejado guiar por las directrices de la estética helénica, simulando las cenefas y los mosaicos de la Antigua Grecia con materiales cerámicos y piezas de mármol. En los lavabos se han utilizado elementos nobles sacados de la piedra marmolada directamente de la cantera y moldeada de forma cóncava. En el interior de la ducha se ha introducido un cuadro, algo poco habitual con lo que se pretende restar formalidad al espacio.
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En el segundo dormitorio se ha aprovechado el ladrillo de la estructura original del edificio, que se ha combinado con unas molduras en el techo y unos sofisticados acabados en las paredes. El tercer dormitorio se reserva para invitados. Una habitación de tamaño reducido con sofá cama y armario vestidor.
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