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La casa de Beatriz en las montañas de Las Encartaciones, en Bizkaia. @una_casita_en_la_montana
Casas en Las Encartaciones (Bizkaia)

La impactante reforma del caserío de Beatriz en las montañas de Las Encartaciones

Compró esta casa en el corazón verde de Bizkaia hace cinco años. Con paciencia y junto a su marido Ibon, ha hecho de cada estancia un lugar con encanto que comparte en su propia cuenta de Instagram

Viernes, 13 de mayo 2022

Imagina mirar por la ventana al despertar y solo ver montañas como único horizonte. Imagina una vida sin ruidos, sin atascos, lejos del frenético ritmo que marca la ciudad, aunque no tan lejos de ella como para sentirse aislado. Imagina pasar las noches de invierno ... al calor de una chimenea y las tardes de verano al cobijo de un porche en buena compañía. Una idea bucólica, utópica para muchos, que Beatriz e Ibon consiguieron hacer realidad hace cinco años gracias a un golpe de suerte. Este matrimonio vizcaíno es de esos afortunados que decidieron cambiar asfalto por naturaleza al encontrar un antiguo caserío a la venta con el que tuvieron un flechazo inmediato. «Mi padre vio el anuncio en internet y fuimos a verlo sin pensarlo», recuerda esta getxotarra. Por aquel entonces vivían en Bermeo, localidad natal de Ibon, y su transición hacia la zona de Las Encartaciones fue un camino amable que aún hoy saborean con gusto.

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@una_casita_en_la_montana

Nos situamos en 2017, una época prepandémica en la que aún se hablaba de éxodo rural. Esta pareja de vizcaínos, sin siquiera intuirlo, estaban recorriendo el camino que otros muchos jóvenes -y no tan jóvenes- harían tiempo después. Y es que el confinamiento de 2020 consiguió cambiar paradigmas que hasta hace poco parecían inamovibles, aumentando como nunca antes el interés por repoblar zonas rurales y vivir al aire libre. Sus meses de encierro no se hicieron cuesta arriba en su casita con jardín, donde ganaron espacio y calidad de vida, poniendo kilómetros de por medio al bullicio de las calles.

Precisamente, fue durante la pandemia cuando Beatriz comenzó a fotografiar los rincones de su nueva casa, abriendo su particular ventana al mundo de Instagram para compartir los pequeños cambios que, poco a poco, se fueron sucediendo entre esas cuatro paredes de piedra robusta. «Vi muchas cuentas en redes sociales que hacían eso y me lancé». Así surgió @una_casita_en_la_montana, una cuenta de inspiración para amantes 'deco' sin más pretensión que la de entretener, entretenerse y, si acaso, ayudar a otras marcas a dar visibilidad a sus negocios. Con el tiempo, esta aficionada al interiorismo y la decoración ha ido formando una comunidad de más de 18.000 fieles que ven cada día cómo ese caserío se transforma en el hogar familiar en el que viven un matrimonio, una niña de dos años y medio y dos perritas, Shiva y Nala.

Un caserío de 1962 reformado

«Su casita en la montaña» ha sufrido grandes modificaciones desde que, probablemente, algún lugareño la levantará allá por 1962. Un año que quedó grabado en cincel sobre piedra en la fachada principal, justo encima de la puerta de entrada, tal y como se estilaba antaño. De aquella construcción solo se ha conservado este muro delantero, puesto que sus anteriores inquilinos hicieron reforma en 1998, tirando el resto de paredes, redistribuyendo su interior y sumando una segunda altura a la vivienda.

@una_casita_en_la_montana

Así se la encontraron Beatriz e Ibon, una casa de estilo rústico «para entrar a vivir» que, progresivamente, han adaptado a sus gustos y necesidades familiares. «La estamos reformando, estancia por estancia, para poder pensar bien cada detalle». Y lo están haciendo ellos mismos, echando horas de estudio, imaginación y haciéndose con unos buenos gremios de total confianza capaces de llevar a cabo sus ideas, desde las más sencillas a las más grandilocuentes, como aquella de quitar el portalón del salón para poner un enorme ventanal panorámico con vistas a la montaña que ahora disfrutan con satisfacción. «No son necesarios grandes cambios, solo buenas ideas y eso se consigue a base de pensar y pensar. Nos da mucho gusto ver cómo se hacen realidad».

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Hablamos de un caserío de 170 metros cuadrados divididos en dos plantas. La de abajo está destinada a las zonas comunes y la vida gira en torno al salón, ese espacio al que han hecho extremadamente acogedor con un sencillo, pero efectivo, lavado de cara. Poner una chimenea justo delante de uno de los grandes ventanales fue una de esas propuestas que hubo que dar muchas vueltas, pero que ha resultado ser tremendamente efectiva, tanto a nivel estético como funcional.

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Comparte espacio con la zona de comedor, en la que una imponente mesa de hormigón compite en protagonismo con una estantería en ladrillo y madera que alberga otra chimenea. Como vemos en las imágenes, cada uno de los rincones de esta casa es una mezcla entre pasado y presente, tradición y modernidad, decoración rústica y actual. Una balanza compensada de texturas, tonos neutros y las siempre acertadas pinceladas de color negro, que aportan clase y presencia a cada estancia, haciendo en ellas una especie de hilo conductor.

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La cocina está pendiente de reforma, aunque se pondrán manos a la obra el próximo mes de julio. Tendrá muebles sencillos y minimalistas, algunos de ellos negros, con una pared de piedra en relieve que hará un bonito juego de contrastes. En esta planta baja también se encuentra un baño, un dormitorio para invitados y una sala de juegos para la pequeña de la casa.

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En la segunda altura se encuentra el dormitorio principal, para el que Beatriz diseñó un cabecero de madera pintado en negro «que metieron con calzador». Ella es perito de profesión y sus conocimientos de ingeniería mecánica ayudaron para estos menesteres. Sin embargo, reconoce que, al no ser profesionales de las reformas, «es una responsabilidad hacerlo por tu cuenta, porque si nos equivocamos en las medidas, no tenemos a quién reclamar». Por fortuna todo salió bien y este lugar se ha convertido en un sofisticado rincón para el descanso. Al igual que el de su hija, más sencillo y en tonos neutros que invita a relajarse. En esta planta también hay otro baño y una «zona muerta» que acabaron transformando en un acogedor despacho para el teletrabajo.

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Un jardín de estilo rústico con todas las comodidades

Cuando el tiempo norteño lo permite, esta bonita familia disfruta de un recoleto jardín de 500 metros cuadrados, presidido por una enorme palmera que consiguieron «gratis por Wallapop». Tener uno de esos ejemplares exóticos que contrastan con la rusticidad del caserío era una de las ilusiones de Ibon, por lo que no tuvieron miramientos a la hora de contratar a una grúa para el traslado, ya que «la regalaba un vecino cercano». El vizcaíno tampoco tuvo miramientos para meterse en faena y cavar, pico y pala, el agujero para plantarla.

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Una de las primeras reformas que llevaron a cabo fue la uno de los porches. Querían anexionarlo a la casa de la forma más natural posible, como una continuación de la estructura original construida décadas atrás. Por ello, contactaron con su carpintero de confianza, que mimó hasta el último detalle: las ménsulas de madera se hicieron idénticas a las de la casa, se utilizó el mismo modelo de teja que aún estaba disponible, se cubrió con el mismo tono de barniz… Beatriz lo acondicionó con sofás de ratán, una alfombra vinílica y una decoración que adecúa a la época del año.

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Curiosamente, ahora acaban de terminar de acondicionar el otro porche del jardín, que cuenta con 30 metros cuadrados. Se trata de una zona de reunión con muebles de piedra, barbacoa, horno de leña, una mesa grande y un pequeño saloncito, pensado para resguardarse en las tardes de sirimiri y, sobre todo, para disfrutar con las visitas de amigos y familiares. Porque si a algo incita esta casita en las montañas es a vivir cada uno de sus rincones, esos que Beatriz e Ibon han reformado con tiempo y cariño.

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