maría calvo
Viernes, 1 de julio 2022, 19:51
La presencia constante del mar Cantábrico define a esta casa situada en un lugar privilegiado de Castro Urdiales. Aquí no hay ruido, ni coches, ni prácticamente nada que perturbe la paz salvo el murmullo constante de las olas. Esta vivienda que respira verano es la ... definición gráfica de sosiego y tranquilidad, pero también de diseño puntero y coherencia con el entorno, conseguido gracias al trabajo de Andrea Diego y Vanesa Vergara. Este dúo de creativas vizcaínas, del estudio de interiorismo IN56, fue el encargado de llevar a cabo la reforma total de un anticuado chalet al que han exprimido todas sus posibilidades para convertirlo en Casa Moana, una exclusiva vivienda en esta localidad costera.
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Este inmueble pertenece a una pareja joven y viajera, cuyo único objetivo era encontrar un lugar acogedor, amplio y funcional que pudiera adaptarse a sus ritmos de vida actuales. Una casa para esconderse del mundanal ruido, una especie de refugio a pie de costa que también pudiera, sin embargo, convertirse en un lugar de encuentro y reunión para celebrar cenas y fiestas con sus allegados. «Era imprescindible para ellos una casa con zonas públicas en las que poder estar con familia y amigos y otras más privadas donde poder relajarse y desconectar», nos cuentan las interioristas. Visto el resultado final, es difícil imaginarse que antes era un lugar oscuro, con estancias pequeñas y una distribución laberíntica que apenas dejaba ver la espectacular panorámica que tenía a su alrededor.
Gracias a la visión 360º de sus inquilinos, que vieron claro el potencial de la antigua casa desde el principio, y al ojo clínico de IN56, que planearon una reforma artesanal, personalizada y atemporal, comenzaron a trabajar. Si algo caracteriza a esta casa es la sensación de amplitud, potenciada por los tonos neutros, los materiales nobles y la apabullante entrada de luz natural que impregna cada rincón del renovado diseño. «Para sacar el máximo partido a la casa abrimos espacios, conectamos estancias y colocamos ventanales donde antes no los había», nos cuentan. En la parte exterior y la fachada, IN56 contó con la colaboración del arquitecto Pedro Gurpegui. «Juntos conseguimos un resultado armónico y especial».
La casa cuenta con 3 dormitorios, un vestidor en la primera planta y otro en el sótano. También tiene 5 baños completos, un aseo, un cuarto de lavandería y un gimnasio. Aparte, encontramos dos cocinas, una en la planta baja y otra de estilo industrial en el sótano, que hace las veces de txoko para disfrutar alrededor de una gran mesa y un patio interior. Aunque el Cantábrico los mira de frente, las interioristas definen el estilo de esta casa como un «nórdico mediterráneo». «Queríamos traer el estilo mediterráneo al norte y la forma de conseguirlo fue combinar la frescura y los tonos claros con elementos que aportaran mucha calidez, como la madera, las fibras naturales o los tejidos de lino, muy presentes en todas las estancias».
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Al entrar a la vivienda nos encontramos con una pérgola hecha a medida, que se abre completamente gracias a sus puertas correderas de vidrio. En el interior hay un banco corrido de obra, con unas colchonetas hechas a medida por el taller de confección Toral. Como si fuera un hilo conductor, el banco se extiende hacia el exterior, seguido de una barbacoa de obra, creando una zona distendida donde se intercalan plantas y maceteros de gres esmaltado de Viveros Fadura.
En el salón está muy presente el trabajo de ebanistería, diseñado por IN56 y llevado a cabo por Amboage. Esta estancia trasciende de la estética obvia de una casa a pie de playa para transformarse en puro diseño. Los suelos de espiga conjugan perfectamente con las paredes, revestidas con un panelado fresado en laca blanca e interior de madera. De madera también es el mueble de roble suspendido con puertas batientes de fibra. Elemento, por cierto, que también encontramos en el techo, con motivos geométricos en madera lacada y yute. Alrededor de su sofá de Sancal de más de 4 metros y de la mesita auxiliar de mármol de carrara diseñada por IN56, todo tiene su razón de ser.
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La cocina está separada del salón por unos arcos de madera y vidrio que conectan o dan privacidad a ambas estancias según deseen los inquilinos. Su gran isla central, que parece flotar sobre el suelo, conecta directamente con la zona chill-out, hecha con bancos bajos a medida y luces indirectas. A las zonas privadas se accede por una puerta oculta, casi secreta, perfectamente mimetizada con la pared gracias al mismo panelado fresado que hay en el salón.
Una de las zonas más especiales de la vivienda es el dormitorio principal. Todo en él gira alrededor de una cama hecha a medida, desde donde se pueden apreciar las incomparables vistas al mar. Un pequeño lujo escoltado por un cabecero curvo que combina madera y tapicería y una estructura de lamas que guarda cohesión con el baño, otra de las zonas que tiene gran importancia en Casa Moana. «Es el espacio más privado de la vivienda y queríamos que fuese tan acogedor y especial como el resto de estancias», aseguran.
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Bajo un artístico techo iluminado encontramos una bañera antigua y un tocador hecho a medida, dentro de un ambiente salpicado de detalles en madera y cerámica que hacen de esta zona un lugar que incita al relax. Desde el dormitorio, y separado por una puerta corredera, también accedemos a un vestidor, casi un santuario para su propietaria que se confiesa «amante de la moda».
Puedes ver todos los detalles de esta reforma en nuestra galería de imágenes.
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