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Sexo en Nueva Bilbao (XVI)
De 'tardeo' en el Davinci vuelvo a ver a Andoni y ahora soy yo quien le busco...Karri Bilbao
Viernes, 21 de febrero 2025, 00:52
Cada viernes, Karri Bilbao nos comparte las historias y experiencias que vive con sus amigas. Tras años de convivencia en pareja han regresado a las noches (y tardeos) de la villa.
Es sábado y nos citamos de tardeo Ane, Maite, Izaskun y yo en Davinci tras reservar una mesa vip. Cuadrillas de edades similares a la ... nuestra hacen cola para entrar y Maite me avisa de que en la fila están Andoni y un par de amigos más. La situación me incomoda porque no volvimos a intercambiar mensajes tras el último intento fallido de quedar. Pasado el 'ghosting' inicial tras besarnos en mi portal, él propuso vernos al día siguiente de coincidir en El Comercio, en Las Arenas, y yo me excusé por orgullo, dignidad o estupidez con un «imposible quedar hoy», sin mayor explicación. Han pasado varias semanas desde aquello y había logrado que el transcurrir del tiempo borrara su recuerdo hasta casi hacerlo desaparecer. De primeras, disimulo y me hago la despistada…
El último de la fila nos engulle en el local contagiándonos de alegría. Los Ronaldos, Maná y Loquillo logran que no decaigan las ganas de bailar, sin importarnos qué sucede a nuestro alrededor ni quién nos mira. A nuestro lado bailan tres chicas que Ane conoce de Bakio, donde veranea desde niña. Y en los saludos de presentación entre cuadrillas, Paula, la más joven, dice que me conoce de algo, aunque no recuerda aún de qué ni de dónde. También me suena su cara, pero tampoco caigo… Seguimos a lo nuestro entre acordes de The Police y Bryan Adams hasta que el cuerpo nos pide calma. Las fumadoras aprovechan para salir un rato, mientras Ane y yo pedimos unas cañas y, de camino a la mesa reservada, veo a Andoni de frente. Le saludo con gesto sorprendido, como si no le hubiera visto antes. Tras el cruce de un par de frases convencionales, nos despedimos con un quizá nos veamos después…
Las de Bakio están en la barra y Paula, la más joven, viene hacia nuestra mesa para contarme que ya recuerda de qué nos conocemos. Coincidimos en la boda de amigos comunes y nos sentaron en la misma mesa a varias parejas desconocidas. «¡Hablamos de hace más de veinte años!», exclamo a la par que le pongo al tanto de que me he divorciado. Percibo nostalgia en su tono de voz cuando me dice que también ella está separada y que aún no lo ha superado ni ha encontrado a nadie que merezca la pena.
Al hilo de la conversación, me pregunta si he tenido pareja o intención de tenerla tras el divorcio. La cuestión flota en el aire, queda en suspenso, justo cuando veo a Andoni a lo lejos y le diferencio entre la gente. Respondo a Paula que he conocido a alguien que podría serlo o haberlo sido, pero que a nuestra edad es complicado comprometerse por temor al fracaso, congeniar del todo, derribar prejuicios, ilusionarse y dejarse llevar; ya sea por miedo a que nos hieran o a perder la libertad que brinda el estado de soltería perpetuo. Paula confiesa que no cree que vuelva a enamorase tan fácilmente, y yo le digo que ni falta que hace si consigue no entrar en conflicto consigo misma, reconocerse sin traicionar su esencia. Además, le recuerdo que el amor no se busca, se encuentra. Nos despedimos con dos besos y busco con la mirada a Andoni, pero no le encuentro. Decido entonces regresar a la compañía de mi cuadrilla y bailar al ritmo de La noche entera…
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