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En Bizkaia Dmoda recogemos cada viernes los testimonios que llegan a nuestro email (bizkaiadmoda@gmail.com). Esta nueva sección nació la semana pasada con la divertida historia de Irati, de 27 años, que contó que en esta app de citas había encontrado «mucha anchoa y poca lubina». Hoy traemos la experiencia de Mikel:
Hola, me llamo Mikel y tengo 32 años. La primera vez que oí hablar de Tinder fue de boca de Ramón, un amigo mexicano que estaba pasando una temporada en Madrid y se estaba poniendo las botas. Él usaba Grindr, la versión gay de Tinder, pero según me prometió, la versión hetero funcionaba igual de bien.
Me fui a casa casi corriendo, chocándome con la gente, hecho un manojo de nervios imaginando el futuro de desenfreno que me esperaba: relaciones furtivas, tríos... Ramón me acababa de cambiar la vida. Con los dedos temblorosos, me bajé la app, creé mi perfil y empecé a deslizar el dedo.
Saltamos una semana en el tiempo. Sólo siete días fueron suficientes para convertir mis sueños en pesadilla. En uno de los mejores sketches de 'No controles', Juancarlitros, el personaje que interpreta Julián López, afirma que no le funciona Facebook porque «nadie responde» a sus solicitudes de amistad. Lo mismo me pasaba a mí con Tinder. ¿Yo, un tío majo y pintón, sin un puñetero 'match'? No podía ser. Esa mierda no funcionaba.
Pues sí, podía. Y varios años después, la cosa sigue igual. Creí encontrar la respuesta unos meses más tarde, cuando en un viaje por el extranjero me dio por desempolvar esa vieja y odiosa aplicación. Nada más abrirla, aquello empezó a hacer magia. Un 'match' detrás de otro: pum, pum, ¡PUM! No me lo podía creer. ¡Por fin! Esas iban a ser las mejores vacaciones de mi vida... si no hubiese tenido el vuelo de vuelta al día siguiente. Pero lo importante es que, por fin, entendía el quid de la cuestión: la culpa no era de la aplicación, ni mía...
El problema era Bilbao. El maldito Bilbao. La meca de los pagafantas, el Auschwitz de la libido...
Esa ha sido, al menos, mi excusa durante demasiado tiempo. Porque lo cierto es que mucha gente me cuenta lo bien que les va en Tinder. Yo siempre buscaba cualquier pretexto que pusiera a salvo mi teoría: «Sería de Castro», «tú es que has vivido fuera», «es la excepción que confirma la regla». O, peor aún, ponía en duda sus palabras, exigiendo pruebas como un juez de poca monta.
Pero hay que afrontar la verdad. Aquel viaje al extranjero debió ser un espejismo, un fallo múltiple del sistema, un suceso paranormal, porque ese éxito no ha vuelto a repetirse, por más que haya gastado una fortuna en billetes de avión a lugares cada vez más remotos en busca del santo grial.
¿Tendría razón Juancarlitros? ¿Será cierto que Bilbao anula el deseo? ¿Me faltará ingenio en la frase de perfil? ¿Soy poco fotogénico? Ya no sé qué pensar... pero sea lo que sea, en Tinder no hay quien folle.
Habrá que comprarse un perro.
Envíanos tu experiencia en Tinder a bizkaiadmoda@gmail.com
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