José Luis Crucero y su mujer, Elvira, han trabaajdo codo con codo hasta el pasado 31 de enero. pankra nieto

El zapatero generoso

José Luis Crucero dona a Cáritas los 423 pares que dejó sin vender al jubilarse el 29 de enero y cerrar la tienda de calzado más antigua de Bilbao

Viernes, 5 de febrero 2021, 01:57

José Luis Crucero, propietario de Calzados José Luis, la zapatería más antigua de Bilbao -echó a andar en 1890-, aseguró que donaría a Cáritas todos los modelos que dejara sin vender en cuanto se jubilase. Ayer cumplió su promesa y entregó a la sociedad Koopera, ... dependiente de la organización benéfica, 423 pares que dejó sin despachar el pasado 29 de enero, cuando echó abajo la persiana. «Hemos dejado la tienda limpia de zapatos. No ha quedado ni polvo en las estanterías», se felicita. Además, entregó otros 65 pares de zapatillas a los responsables de Salbatzaile, el grupo de danzas del barrio donde ha trabajado los últimos 40 años.

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Hacia las once de la mañana, un camión de la cooperativa se acercó al número 6 de la calle Castaños. Crucero siempre tuvo claro el uso que daría a los modelos que se quedaran sin dueño. Los destinaría a una organización para distribuirlos entre personas de escasos recursos antes que verlos «en sitios que no proceden», matiza. No deseaba encontrarlos en los mercadillos ambulantes. «Que los aprovechen bien quienes realmente los necesitan», subraya.

«Quiero que los zapatos que no vendí los aprovechen bien quienes realmente lo necesitan»

No es la primera vez que ha realizado donaciones de este tipo. José Luis tenía costumbre de entregar a la Iglesia, «no todos los años, pero sí de forma puntual», calzado que no conseguía vender en temporada. Algo que pocas veces sucedía, porque si algo ha caracterizado a este comerciante y a su mujer, Elvira, es el extraordinario olfato empresarial de ambos. De hecho, el negocio que arrancó su bisabuelo Braulio y continuó el abuelo Paulino antes de llegar a sus padres, Fe y José Luis, ha gozado casi siempre de una buena salud económica.

A sus 62 años, y tras 40 en el tajo, si de algo se queja José Luis ahora es de no haber encontrado «relevo generacional». Lleva bastante mal que se haya desvinculado de la familia tras un periodo que se ha prolongado durante la friolera de 131 años. Durante este tiempo, la zapatería nunca se ha movido del distrito 2 de la capital vizcaína. Llegaron a contar con dos establecimientos y también trabajaron en Epalza, Matiko y Trauko. José Luis cuenta que nació entre zapatos y que, quizás por ello, con solo 13 años empezó a echar una mano a sus padres. Así que se las sabe todas.

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«Sin dejarse un dineral»

Dice que el secreto del éxito radica en la «atención personalizada» y en la calidad. «Lo de dar duros a cuatro pesetas nunca ha existido ni existirá», afirma. «Al zapato hay que darle suela», sostiene, aunque tampoco cree necesario dejarse «un dineral» en un buen par. «No somos de primerísimas marcas que tienen mucho nombre pero luego son auténticas tomaduras de pelo y llevan en las suelas el 'Made in China' o 'Made in Taiwan'. Nosotros siempre hemos vendido marcas de líneas solventes».

Gracias a ello ha logrado captar la «fidelidad» de una clientela que jamás le ha dado la espalda. «Los buenos negocios siempre continúan», garantiza este profesional que considera «vital» mimar al cliente y al que, por deformación profesional, lo primero que hacía en cuanto entraba en la tienda era «mirarle los pies». Solo con eso, dice, ya sabía lo que iban a pedirle y lo que estaban dispuestos a gastarse. «Es muy importante saber escuchar y ayudar. Nunca me ha importado ser el último zapatero», recuerda.

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«Lo primero que hacía con los clientes era mirarles los pies. Sabía lo que querían y lo que gastarían»

Triste por su marcha, está convenido de que el zapato jamás desaparecerá del mundo de la moda, por mucho que la industria apueste cada vez más por las zapatillas deportivas. «El zapato clásico 'tipo Sebago' ha bajado mucho y es verdad que cada vez se apuesta de forma más clara por modelos de líneas deportivas», subraya José Luis, que achaca al excesivo uso de zapatillas la presencia de tantos pacientes en las clínicas de traumatología y podología.

Aunque la pandemia se ha cebado con el comercio, y especialmente con el minorista, augura «larga vida» a las tiendas de proximidad. «Lo más importante que pueden tener los barrios es un comercio de calidad al lado. Eso es crucial y en algunos casos se está perdiendo, pero no tengo ninguna duda de que tienen un gran futuro. La gente lo que más aprecia es que la atiendan como se merece», algo que, en su opinión, «no garantizan los macrocomplejos».

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Crucero despacha cuatro décadas con la garantía de que «un buen profesional» recogerá su testigo. «Le dejo un 'caramelito'», defiende. Él se dedicará a una de sus aficiones favoritas: pasear por Bilbao. «Campo Volantín arriba, Campo Volantín abajo». Así se ve. Siempre al lado de Elvira, «y con paso firme».

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