La mujer que ha hecho del voluntariado un estilo de vida
Los Formidables de Bizkaia (VI) ·
Carmen Badiola no ha salido nunca en las noticias ni ha protagonizado una portada, aunque su valentía y sus valores lo merecerían mucho más que los políticos, los millonarios o los famosos del corazón. Lleva 30 años como voluntaria de Cáritas Bizkaia cuidando de otras personas sin esperar nada a cambio, simplemente por cariño y una extrema capacidad de sacrificio
La bilbaína Carmen Badiola es voluntaria de Cáritas Bizkaia desde hace 30 años, lo que significa que lleva tres décadas dando a los demás una pequeña parte de su propia vida. Voluntario es la persona que, por elección propia, ofrece libremente su tiempo, sus conocimientos, su experiencia, sin recibir remuneración a cambio de la acción solidaria desde el conocimiento que su esfuerzo contribuye a la creación de un mundo mejor. Ser voluntario es una forma de ser, de estar en el mundo, de vivir. ¿Qué es por tanto lo que podemos descubrir en el corazón de una persona que hace voluntariado? Observamos a Carmen. En primer lugar, deja ver que tiene los pies en la tierra, que es consciente de su ser persona, que forma parte de una sociedad en la que descubre a otras personas como ella, necesitadas de amor y de un mínimo de bienestar material; en segundo lugar, toma conciencia de que sus actos pueden influir de manera positiva o negativa en su entorno y en sí misma. Se puede resumir así: la manera de vivir de Carmen Badiola no es indiferente y dispone de un enorme sentido de la solidaridad que le impide quedarse en casa sentada consciente de que sus semejantes están sufriendo. Aunque ella le resta importancia, sin dejar de aportar una reflexión: «No soy más que una persona normal que se dedica un poco a los demás. Suelo decir que me interesa que la gente se conciencie, por eso hago esto. El voluntariado aporta humanidad al planeta y es transformador social ahora que se han perdido muchos valores».
«Para ser voluntario hay que ser empático, sensible sin ser ñoño, comprometido. Me gusta ayudar y creo en lo que hago. Yo empecé en el comedor social de los franciscanos de Irala, el barrio de donde soy y donde sigo viviendo. Estaba ligada a la parroquia, había sido catequista y en el comedor empecé a ver otro mundo distinto al que yo tenía. Veía que yo era una privilegiada; tenía unos padres, una casa, una comida todos los días, una situación estable... Mi vida era muy diferente a la de la gente que acudía al comedor. Eso me hizo reflexionar. Entonces me hablaron de Cáritas Bizkaia y acudí a esta entidad con ánimo de poner mi granito de arena. Ahí me pusieron en el proyecto de acogida, que es la puerta por donde entra toda persona que necesita algo de Cáritas. Con el tiempo, me enganché».
En los últimos siete años, Carmen Badiola está integrada en otro programa de la misma entidad llamado Bizi Bete (Vida plena), que se basa en el acompañamiento a las personas mayores de su barrio. «Hicimos un estudio de la realidad de Irala y vimos que, a pesar de que hay muchos recursos para los mayores en esta zona, como club de jubilados, centro de día, centro gallego, centro burgalés y grupos de pastoral en la parroquia, había gente que se iba quedando sola de relaciones. Una cosa es que tú estés acompañado por tu familia y otra que tus relaciones, las que has tenido siempre, te vayan faltando. Así que hicimos un llamamiento y acabamos organizando un encuentro dos días a la semana. Hoy por hoy tenemos dos grupos, uno los lunes y otro los martes y hay lista de espera. La gente está tan necesitada de venir que ya pueden caer chuzos de punta que aquí están. No queremos que sea un club de jubilados. Hacemos actividades, organizamos charlas y tomamos un café mientras charlamos», explica. «Cada cuatro personas, estamos dos voluntarios, es una atención casi individualizada, y si pudiésemos ser tres, mejor», apunta.
«Cumplir años es inevitable, envejecer es opcional». De esta forma sintetiza el objetivo de este programa esta mujer de 72 años que trabajó, hasta jubilarse, como funcionaria para el Departamento de Educación del Gobierno vasco, sus últimos cinco años en concreto, en la secretaría de un instituto de Basauri. Además, siente que nació para esto. «Yo con la gente mayor estoy muy a gusto. Lo que recibo a cambio no tiene precio. Cada vez que nos encontramos están deseando que les des un abrazo o que les preguntes cosas. Y lo que se preocupan por mí. Hubo unos meses en los que me quedé muy delgada y había algunas personas que estuvieron preocupadas por mí como si fuesen mi madre», argumenta Carmen Badiola. Su madre, Carmen Echaniz, a la que nombra varias veces durante la entrevista. Guarda un recuerdo imborrable de ella. «Vivió solo para sus hijos», asegura. «Tuvo una panadería en Irala y la conocía todo el mundo. El funeral fue impresionante, en aquellos años, además, con lo que era el comercio de barrio».
La voluntaria de Cáritas recuerda que fue su madre la que le animó a hacer unas oposiciones y que el día que se casó, va a hacer dentro de poco 50 años, «era sábado y estuvimos en la panadería hasta las dos de la tarde porque no podíamos cerrar. Luego, a todo correr, a la peluquería y la ceremonia a la tarde, entonces nadie se casaba por la tarde». Carmen también cuenta que tiene dos hijos, chico y chica, y cree que «la vida ahora para los jóvenes es mucho más difícil que antes. Hoy en día es muy complicado tener un trabajo aunque estés muy preparado. Mi marido empezó a trabajar en una empresa con 17 años y se jubiló a los 65 en la misma empresa. Hoy en día eso no se ve», continúa. Antonio es su esposo. Él no es voluntario de Cáritas como Carmen. «Le suelen llamar el voluntario consorte porque le suelo llevar a todas partes. Para mí la familia es fundamental, si no hubiera sido por ellos no habría podido hacer esto. A veces Antonio me dice que estoy más tiempo en Cáritas que con él, pero bueno, son quejas de los hombres», asegura entre risas. Porque el proyecto Bizi Bete no sólo consume dos tardes a la semana en la vida de esta mujer, incluidas las de las vacaciones de Semana Santa y Navidad, y las de la primera quincena de julio. «Hay también reuniones periódicas para preparar todo».
Carmen Badiola es una mujer abierta que, como en un andén, haciendo un alto en el camino, se va deteniendo en los recuerdos que su particular aventura solidaria ha ido dibujando, como figuras en la arena. «Historias dramáticas, como la de una mujer de fuera que hace 20 años se presentó en Cáritas, sin nada más que el cielo y la tierra y la bolsita que llevaba. No sabía qué hacer. Si abortar o no. Finalmente siguió adelante, dio a luz y, cuando la niña tenía seis o siete meses y encontró un trabajo, nos empezó a abrazar y a decir que aquella niña era más nuestra que de ella. O como la de unos chicos que vinieron de Malí con 16 años en patera. Habían tirado la documentación por el camino. A uno de ellos hoy en día me lo suelo encontrar por Bilbao, está casado, tiene sus papeles. 'Carmen, Carmen...', me dice. A mí no me debes nada, le digo yo».
Carmen se confiesa creyente y practicante. «Creo mucho en el Evangelio, pero critico mucho a la Iglesia como institución, porque no hemos avanzado en la medida en que ha avanzado la sociedad. Yo creo en algo que me da fuerzas y me amparo en ello cuando tengo momentos débiles. Seré chocha, aunque no soy de las que digo que si no he ido un domingo a misa me voy a condenar. Hubo un sacerdote que una vez me dijo, cuando me vio que andaba apurada para ir a misa una mañana, '¡qué misa quieres, si has estado aquí atendiendo a gente y fregando, si ya has hecho misa!'. Pero también le digo, hay personas que no creen en nada y hacen lo mismo que yo. Cada uno tenemos nuestras motivaciones y son tan respetables las de unos como las de otros». Asegura también esta mujer a la que le hubiera gustado estudiar Historia, que acaba de leerse dos libros sobre faraones y que está en la lista de espera de la Universidad de Mayores, que ella «no es lo mejor que está en Cáritas», que hay otros «miles de héroes anónimos más». «Suelo decir que en mi funeral no quiero que se diga que yo era buena ni que se cuente lo que yo he hecho, porque habrá gente que se crea que ha tenido que ir por compromiso pero a la que igual le he hecho alguna faena en la vida. Yo soy una persona que hablo muchas veces con el corazón cuando tendría que pensar más con la cabeza. Pero bueno, no me ha ido mal en la vida hablando con el corazón», concluye.
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