Según la ONU, en el mundo hay 193 países. De ellos, Jon Vallejo, su mujer, Nina Gauril, y su hija Bianka han recorrido más de 50. Lo han hecho en todoterreno. Y todo para perseguir el sueño de Jon. «Cuando conocí a mi mujer ya ... le avisé de que algún día haría realidad mi ilusión de dar la vuelta al mundo. Años después le dije que me iba. Ella me dio un año y me dijo que si tardaba un día más no me esperaba. Cuando vio que iba en serio decidió que se venían las dos conmigo», recuerda este pequeño empresario textil afincado a caballo entre Ea y Gernika.
Tras encontrar el cómo, por tierra y en un 4x4 pick-up con una cabina habitable, pusieron rumbo al mundo por primera vez en junio de 2014. «La idea era llegar a Tailandia dando la vuelta a Asia. Hicimos todo Europa, Turquía, Georgia, Rusia, Kazajistán, Kirguistán, Rusia otra vez por Siberia y entramos en Mongolia.Cruzamos China de norte a sur y fuimos al sudeste asiático, Laos, Camboya, Tailandia, Malasia, Singapur e India», ennumera Vallejo. Sin ningún problema en todo el recorrido, el primer escollo llegó al intentar cruzar por Pakistán. «A Nina le daba mucho miedo pero la convencí. Hasta que fuimos a la Embajada española para que nos dieran una carta de recomendación necesaria para sacar el visado y la cónsul me dijo que si era mi ilusión ir a Pakistán que fuera, pero que no me llevara a las chicas porque estaban teniendo muchos problemas. Todo el trabajo que había hecho durante un año convenciéndola de que era seguro se lo cargó en dos minutos», detalla. Tras 14 meses y esa primera piedra en el camino volvieron a casa «encantadísimos».
De hecho, les gustó tanto la experiencia que estuvieron dos años trabajando y ahorrando para ponerse de nuevo en marcha en septiembre de 2017. «Yo quería ir a África, pero a ellas les daba mucho respeto y como nos habíamos enamorado de Asia, de lo bien que nos atendió la gente y de los amigos que tenemos, nos propusimos recorrer en año y medio los países que nos faltaban. Estuvimos tres meses en Irán, donde nos enamoró completamente la hospitalidad de la gente, y de allí recorrimos el Caspio hacia el sur por todos los 'estanes': Turkemenistán, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Uzbekistán… de nuevo Siberia y Mongolia».
Dormir en casa ajena
Así han recorrido decenas de países. «La gente cree que nos gastamos una pasta, pero dormimos en el 4x4 o en casas de gente y compramos en supermercados», admite Vallejo. «Normalmente a quien viaja así le gusta pernoctar en sitios solitarios pero nosotros no lo hacemos porque a las chicas no les gusta. Tiene sus cosas malas porque no puedes dormir a orillas de un lago, por ejemplo, pero también buenas porque interactúas con la gente, que nos ve entrar a sus pueblo como si llegara una nave espacial».Y es que la hospitalidad es una de las cosas que más les ha sorprendido. «No tiene nada que ver con la europea. Es muy fácil que la gente te abra las puertas. En Irán el huésped es amigo de Alá y para ellos es un honor tenerte y casi se pelean por meterte en su casa».
Pese a haber cruzado decenas de países y fronteras y haber pernoctado en centenares de casas ajenas, los Vallejo-Gauril aseguran que nunca han tenido sustos graves. «Una vez íbamos conduciendo por Irán y a nuestro lado una furgoneta empezó a hacer cosas raras, nos adelantaba y se iba para atrás continuamente. En un momento se puso a nuestro lado y nos pidió que paráramos. ¡Nos invitaron a su casa! Habían visto desde el coche a una familia extranjera y les hacía ilusión», rememora este viajero empedernido. En otra ocasión, durante su estancia en Kazajistán, donde dormían siempre en la calle, «vino una señora a pedirnos que no durmiéramos allí porque iban a venir bandidos a llevarse a la niña. Era una casa muy humilde pero muy grande y allí nos metió».
En realidad, el verdadero problema llega cuando vuelven a Euskadi, que «es como una depresión postvacacional a lo 'heavy'». Hace un par de meses los Vallejo-Gauril volvieron a la carretera y están recorriendo África. Otra aventura que les llevará alrededor de un año y medio y que puede que sea su última en familia. «Bianka tiene ya 12 años y estar 24 horas en el coche con sus aitas es como una bomba nuclear», bromea Jon.
Un examen, una embajada
Tras salir con 8 años de Ea, la pregunta es obligada: ¿Y el 'cole' de Bianka? «Hay un curso especial del Gobierno para gente sin domicilio fijo, como quienes viven en circos, hijos de diplomáticos…», explica Jon. Hay que pedir un permiso al inspector de la zona y cuando lo tienen, hacer la matrícula en Cidead, «un curso online a través del que nos van controlando y mandando tareas y exámenes para que haga y envíe trimestralmente. Nosotros hacemos de 'profesores' y hay uno 'online' que asesora». A final de curso, a mediados de junio, hay que elegir una embajada española en cualquier parte del mundo para que Bianka haga un examen presencial. Con la calificación de esa prueba y con la del resto del curso obtiene la nota media. «Hasta ahora ha ido todo bien. ¡Y viajando aprende una barbaridad!», añade Jon.
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