«Nos volvemos blandos, no toleramos el malestar»
Estíbaliz Barrón Directora de Programas de Gizakia ·
La experta en planes de apoyo a toxicómanos alerta ante el aumento de la adicción a ansiolíticos y antidepresivosSecciones
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Estíbaliz Barrón Directora de Programas de Gizakia ·
La experta en planes de apoyo a toxicómanos alerta ante el aumento de la adicción a ansiolíticos y antidepresivosLleva 25 años en Gizakia, Proyecto Hombre, y mantiene la ilusión gracias al contacto con los usuarios. Psicóloga clínica de profesión, imparte clases en Deusto sobre el manejo de grupos. Conoce a muchas personas que tomaron el camino de la abstinencia y hoy tienen hijos ... en la Universidad, pero hay otros adictos a los que ve desde el principio. «Me saludan por la calle». La entrevista se celebra en la narcosala de Bailén, que gestionan desde 2015. Hay dos usuarios. A partir del día 26 de cada mes, cuando los toxicómanos cobran las ayudas, se llena.
- En el último balance alertaron del aumento del consumo de droga entre mujeres. ¿A qué se debe?
- Realmente, no podemos detectar un aumento del consumo, sino si hay más mujeres que se acercan al servicio. La proporción clásica en drogodependencias es de 85% de hombres y 15% de mujeres. Los recursos estaban excesivamente masculinizados. Para las mujeres resultaba más difícil acercarse o mantenerse. Ahora, en los centros de día de Madariaga y Gordexola tenemos un 25%, y en global, el 32%, que es muy elevado. Mujeres en la calle hay menos, buscan soluciones porque es un peligro para ellas. No es lo mismo tener un hogar que un techo, y a veces, es a cambio de favores sexuales, de hacer de mulas...
- Ellas sufren un doble estigma.
- Por ser mujeres y adictas. Los comportamientos contrarios al cuidado se penalizan más socialmente. Además, cuando tienen hijos a su cargo, les aterroriza reconocer su adicción porque piensan 'con quién se va a quedar mi niño'. Aquí les ofrecemos atención integral desde el momento que deciden cuidarse un poco y hacer un consumo de menor riesgo. El objetivo último es la inserción social, no solo referida al trabajo porque a lo mejor no están capacitados por un deterioro orgánico.
- ¿Qué relación hay entre toxicomanía y trastorno mental?
- Hay enfermedades mentales en el 75% de las personas en tratamiento. No se sabe qué es antes, si el huevo o la gallina, o si existe una predisposición genética. La adicción se da una multicausalidad de factores biológicos y sociales.
- ¿Cuáles son las sustancias que más se consumen?
- En el panorama general, el alcohol, seguida del cannabis, que ha adelantando ya a la cocaína y heroína. Luego, las drogas de síntesis, como el 'speed'. Tenemos un porcentaje elevado de alcohólicos, entre ellos mujeres de 50, 60 años y mayores, que llegan a un deterioro muy fuerte. Las destroza físicamente. Caras esqueléticas, piel... aunque es reversible con nutrición y ejercicio.
- ¿La adicción a las pastillas sigue oculta en el hogar?
- Sí, las automedicaciones. Cada vez somos más intolerantes al malestar por los problemas de la vida cotidiana, al sufrimiento psicológico. Se nos muere un familiar y vamos al médico de cabecera para que nos dé algo. Se ha disparado el consumo de ansiolíticos y antidepresivos, y no es proporcional a la prevalencia de estas dolencias en la sociedad. Nos estamos haciendo psicológicamente un poco blanditos. Cuando a una persona la operan y le recetan Lorazepam, igual se toma uno y se queda con la caja y otro día que se nota nervioso se toma otra para dormir mejor. Al final, las benzodiacepinas generan adicción y cada vez hay que consumir más para que te hagan efecto. Pueden acabar enganchando. El dolor forma parte de la vida, la pérdida, los desengaños, los enfados, pero también las alegrías, el disfrutar, pero queremos vivir en un 'happy world'.
- La narcosala lleva 16 años abierta. ¿Ha mejorado la vida de los toxicómanos?
- Sin ninguna duda. Cuando se abrió, era un recurso de Médicos del Mundo, una apuesta muy valiente, en la frontera entre una zona fantástica de Bilbao y otra clásica de consumo y mercado de la droga. Hubo contestación vecinal, pero once años después cuando Médicos anunció que quería dejar el servicio, los vecinos dijeron 'socorro, que no lo quiten'. Para la salud pública fue una mejora fundamental, desaparecieron las jeringuillas en la calle y ya no se les veía picándose bajo el puente. Y para los usuarios, un consumo de menor riesgo. Lo cogimos hace cinco años, el 15 de enero. Las instituciones quisieron darle un nuevo impulso incorporando la parte de acompañamiento a la inserción. Que supusiera una entrada a los recursos que la comunidad ofrece a los adictos. Nuestro equipo sale a la calle con chalecos y tenazas a recoger jeringuillas, se acercan a gente que está en la calle y les invitamos a que vengan. El que es adicto se levanta y se me mete un chute, vive por y para la sustancia. Gestionan fatal las emociones que les provocan malestar y la droga les ofrece una anestesia afectiva, una huida hacia delante. Durante el período de 'luna de miel', al principio del consumo, estoy feliz y contento, luego llega el infierno.
- Analizan la droga, ¿qué resultados obtienen?
- Desde 2015 está aumentando la pureza, especialmente de la heroína. En 2019 hemos hemos tenido en 'el andén' seis sobredosis graves, ninguno murió. Hubo cinco traslados a hospital. Otras 40 fueron moderadas, que tratamos nosotros con reanimación, con oxígeno o naloxona. Si les hubiera pasado en la calle, no hubieran tenido tanta suerte. Todo el equipo tiene formación en resucitación.
- ¿Se siguen pinchando la droga?
- Se fuma más que se inyecta, y es positivo. Los peligros de una reacción adversa son menores. Tienen las venas machacadas y sufren abscesos graves. La 'coca' la cuecen con amoniaco, pero hemos conseguido, mediante tutoriales porque nosotros no tocamos la droga, que cambien el Volvone por bicarbonato, más sano. Cuando viene una embarazada, la derivamos a Osakidetza. Hemos tenido varios casos, no les permitimos que consuman aquí.
- ¿Cómo se puede contrarrestar la imagen inocua del cannabis en la juventud?
- A nivel familiar hay que dejarles clarito a los chavales que antes de la mayoría de edad no se puede consumir ninguna sustancia, ni alcohol ni tabaco. Para ellos es más demoledor porque su sistema nervioso central no está desarrollado. Así que nada de copita de champán porque se puede malinterpretar. El cannabis está provocando psicósis tóxicas, delirios alucinógenos, que remite con medicación, pero que puede hacer de detonante de enfermedades mentales.
- ¿Es partidaria de la legalización?
- De la regularización, sí, como forma de cerrar el campo al mercado negro. Es un debate que hay que abrir. El alcohol es legal y eso no hace que haya menos alcohólicos, pero evitaría adulteraciones, delincuencia y marginalidad.
- ¿Qué aconsejaría a quien intenta dejarlo?
- Que no desespere, no va a ser un camino fácil. Lo mejor es tener periodos de abstinencia cada vez más largos y seguir peleando. El adicto lo es para siempre. Tiene que ser capaz de identificar sus semáforos rojos, aquellos elementos que le ponen en riesgo y buscar apoyo de un amigo o profesional.
Jose empezó a consumir 'speed' y éxtasis en la discoteca con 16 años. Los domingos, «para bajar el subidón, fumaba heroína como una medicación». Se enganchó y empezó a 'picarse' a diario. «Llegaron los problemas en casa». Su familia le empujó a la fundación Etorkintza en Portugalete. Ha pasado por tres tratamientos de desintoxicación sin éxito. «Me empujaron la familia o el juez, quería dejar la droga, pero no el tipo de vida», reconoce ahora, con 43 años, en la narcosala de Bailén después de haber fumado su dosis diaria de 'caballo'. «Aquí estoy más tranquilo, sin problemas con la Policía. Si te pasa algo, te atienden». Muy delgado, mantiene buen aspecto. En 2005 «caí preso», después de haber hecho un viaje a Paraguay, probablemente para traer droga, aunque no lo confiesa. Una década después logró el tercer grado, pero en cuanto salió, recayó. «Para mí, Bilbao es un problema». Con la condena ya cumplida, ha regresado a casa la pasada Navidad, y ha vuelto a consumir. «No sabes qué hacer. Me levanto, voy a comprar, fumo y ya tengo la mañana hecha. No tengo amigos, soy muy tímido para relacionarme». Ha llegado a sufrir el síndrome de la caverna. «Estaba mejor en la cárcel, aunque con consumos esporádicos, trabajaba y ganaba un sueldo».
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