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La primera referencia sobre la presencia de las mujeres bertsolaris a lo largo de la historia data del año 1983. Fue entonces cuando Kristina Mardaras (Iurreta, 1948) se subió a un escenario en un concurso de versificación. Todo un hito. Ella recuerda ese momento ... con «alegría», porque «visto con distancia, se le dio comienzo a una nueva etapa». Dice que la experiencia le resultó «bonita y enriquecedora» pero también llena de »dudas y preocupaciones«; »había mucho por hacer y a menudo tenía la sensación de que daba poco«. En aquel tiempo, que hubiera mujeres bertsolaris era aún una rareza. Hoy los tiempos han cambiado y los pasos que han dado en estos últimos años las mujeres difícilmente se podrían entender sin tener en cuenta la tarea que ha desarrollado la Asociación Bertsozale en favor de la paridad. No obstante, la brecha existe -la presencia de las mujeres en la versificación está en un 25-30% respecto a los varones- y las dificultades a las que ellas deben hacer frente en un mundo tan masculinizado como ha sido este siempre son muchas, a tenor de los testimonios de las bertsolaris. La escritora Uxue Alberdi ha reunido las vivencias machistas y ataques sexistas sufridos por quince de estas mujeres en 'Kontrako eztarritik' (Susa Literatura). La más mayor nació en 1977 y lleva 25 años en los escenarios y la más joven, del año 1996, lleva doce. «El bertsolarismo no es más machista que otros ámbitos, es igual, pero he querido hablar de él desde las gargantas de ellas, las otras», advierte Alberdi.
Amaia Agirre recuerda una anécdota que le tocó vivir hace dos años en una bertso-afaria. «Estábamos cantando sobre las tareas domésticas en casa. Yo canté que no me gusta cocinar. Y entonces me dijeron 'tú eres uno de nosotros, eres medio hombre, no eres como las otras'. No es la primera vez que me lo han dicho». También revela que en muchas ocasiones «se han metido con mi gordura cantando. He oído comentar 'a Amaia dile lo que sea, que es una chica dura, no se lo va a tomar mal'. Y cuántas veces me he sentido pequeña, débil, desprotegida».
«En el escenario se nos juzga continuamente nuestro aspecto. Qué guapa está hoy o hoy no está tan guapa... No siento que a los hombres bertsolaris les suceda esto en la misma medida. Y si una bertsolari no es muy buena en sus versos se le castiga si va demasiado elegante demasiado preparada».
A los 18 años, Maialen Akizu decidió vestir siempre de negro en el escenario para no destacar. «Sentí la necesidad de esconder mi cuerpo». También se lo recomendaron, asegura: «Ve discreta, lo más discreta posible. Si vas de negro, mejor».
«El año pasado acudí con un compañero bertsolari a cantar a un evento. Él fue en todo momento el centro de atención. 'Si lo que querían era oírle a él, ¿para qué me han llamado, entonces?', me pregunté». Miren Amuriza recuerda que acabó cantando con un grupo al finalizar el evento.
«Según el tipo de evento yo me disfrazaba, no me vestía como todos los días. Me ponía ropas más femeninas. Pero ya me cansé de tener que parecer muy femenina», subraya Maider Arregi.
Miren Artetxe es consciente de haber atravesado una evolución. «He pasado por tres etapas en el bertsolarismo. En la primera, no tenía conciencia feminista. En la segunda, la tenía, pero callada, no la cantaba. Ahora tengo conciencia feminista y la canto. Si pudiera volver atrás, me digo muchas veces, hubiera sido muy buena».
«En este mundo hay muchas guerras, cada uno tiene la suya, y la de la igualdad de géneros está entre las mías, pero no es la primera», sostiene Maddalen Arzallus.
«A veces he sentido que solo se tiene en cuenta mi sexualidad a la hora de cantar. Cuando las sesiones de bertsolaris se centran en el humor de ellos y sobre mí se oye cantar que si soy guapa, que si conmigo quieren algo y poco más. No tiene mucha gracia. Trato de huir de eso y no siempre lo consigo cantando», lamenta Oihana Bartra.
«Hace unos años en Barakaldo, acudí a cantar con otros dos hombres. En un momento del canto, me soltó algo así como que me pusiera encima de la mesa a cuatro patas y empezara a trabajar. Para mí fue muy violento, pero no lo parecía para toda la gente que estaba de público. Como estábamos cantando una especie de juego de seducción, él se vio autorizado para decirme eso. A partir de entonces cambió la percepción que yo tenía de aquel bertsolari». Onintza Enbeita, una de las veteranas.
«Sé que hay gente que dice que hay chicos mejores que algunas de nosotras que no tienen sitio en las competiciones. Yo también he llegado a creerlo muchas veces», reconoce Nerea Ibarzabal. Es la falta de reconocimiento y de apoyo hacia las bertsolaris de la que habla la escritora Uxue Alberdi.
«Todavía me cuesta decirme que soy bertsolari. Es incómodo. Si hago una sesión mala, no puedo evitar decirme que me han dado un sitio privilegiado y que lo he perdido. Siempre ando dándole vueltas a si merezco ser llamada bertsolari», revela Oihana Iguaran. «Tengo la sensación de que mucha gente está esperando a ver cuándo caigo. Me esfuerzo por quitarme esta presión de encima».
«Tenía 16 años y estaba en un escenario cuando oí que decían 'los jueces no van a saber adónde mirar'. Yo llevaba una camiseta de tirantes», evoca Ane Labaka. Esta chica dice que le han mandado cantar mucho «sobre sexo, sobre relaciones eróticas y, en los últimos años, sobre feminismo».
«Hace pocos meses un organizador de una bertso-afari me dijo que estaba cantando sobre temas muy profundos y que me pasara a algo más ligero o, de lo contrario, mejor que me fuera», evoca Alaia Martin.
«Un compañero y yo teníamos que cantar juntos en un evento. Yo sabía que la organización tenía mi teléfono, pero para organizarlo sólo se pusieron en contacto con él y, después de darle todas las indicaciones, me dijeron que me las pasara a mí. Fui un cero a la izquierda», indica Eli Pagola.
«Algunos veteranos me han dicho que tengo que cantar más alto y otras cosas relacionadas con mi forma de cantar. También me han dicho que debería reírme más. No sólo hombres, también me lo han dicho mujeres. De algún modo no encajo en el estereotipo de mujer dulce que se pretende, parece», se confía la algortarra Jone Uria.
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